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domingo, 22 de abril de 2018

PGM: El error fatal del Barón Rojo sigue generando conjeturas

¿Cuál fue el error fatal que acabó con el Barón Rojo?

Todavía hoy nadie se explica la falta de cautela que tuvo en su último vuelo el as de la aviación de la Primera Guerra Mundial y autor de 80 victorias confirmadas



GINA TOSAS, Barcelona | La Vanguardia

Cien años después de la muerte del Barón Rojo, nadie puede explicar todavía con certeza qué pasó aquél 21 de abril de 1918 en el cielo de Vaux-sur-Somme, en el norte de Francia, cuando el joven piloto alemán de la Primera Guerra Mundial voló por última vez. La falta de documentos gráficos y el afán de los distintos protagonistas de las tropas aliadas por atribuirse el derribo del as de la aviación hacen difícil descifrar no solo quién le mató en realidad, sino porqué ‘se dejó’ matar.

Por aquel entonces Manfred von Richthofen ya se había convertido en el piloto de combate más famoso de todos los tiempos. Y el más temido. El joven nacido en Breslau, en la baja Silesia (actualmente Polonia) hacía tiempo que había superado todos los récords: ochenta aviones abatidos confirmados – cuando la media era de cuatro u ocho victorias – en una trayectoria de poco más de año y medio que superaba en creces la esperanza de vida de dos semanas de un piloto de caza en aquella época. Muchos de ellos morían por los múltiples fallos técnicos que sufrían los primeros aparatos voladores de guerra de la historia, que eran, sobre todo al principio, poco más que cometas con motor, hélice y metralleta.

El Barón Rojo llegó donde llegó mucho por su destreza pero también por la cautela”J. EDUARDO CAAMAÑOAutor de la biografía en castellano del Barón Rojo

Richthofen era un piloto experimentado cuyas ansias de cazador no le nublaba la capacidad analítica. “El Barón Rojo llegó donde llegó mucho por su destreza pero también por la cautela: volaba con cuidado, vigilaba la zona... y si veía que no tenía condiciones de combate volvía a su base”, explica a LaVanguardia.com el autor de la hasta ahora única biografía en castellano del as de la aviación (Manfred von Richthofen. El Barón Rojo, Almuzara, 2014), J. Eduardo Caamaño.

En apenas cuatro meses después de haber abatido a su primer enemigo y a la corta edad de 24 años, la pericia del piloto alemán le brindó la oportunidad de comandar su primer escuadrón: la Jasta 11, la misma que después se conocería como el Flying Circus (Circo Volante). El apodo retrataba una formación compuesta por aviones pintados de un color distinto cada uno, porque la Fuerza Aérea alemana (Luftstreitkräfte) no dio indicaciones específicas sobre la pintura de camuflaje que debían llevar sus aparatos. Algunos historiadores dicen que Richthofen quiso pintar de rojo su biplano –del modelo Albatros, con dos grupos de palas), primero, y el Fokker Dr.I Triplano, después­– para atemorizar a los enemigos novatos. De ahí el sobrenombre de Barón Rojo.


El Barón Rojo con sus compañeros de la J'agdstaffe' (Jasta) 11 que comandaba (Archivo)

Es cierto que Richthofen era un militarista arrogante, ambicioso y ególatra, que guardaba, como todo buen cazador, una pieza de cada una de sus presas, a las que recordaba también con trofeos de plata que se hacía hacer por un joyero de Berlín, según relata Caamaño, pero también era un piloto que cumplía a rajatabla con las directrices de la sagrada Dicta Boelcke, elaboradas por Oswald Boelcke, su admirado maestro y un gran innovador táctico . Le iba la supervivencia en ellas.

Por eso todavía hoy cuesta entender cómo es que el legendario Barón Rojo, el aviador más letal de la Gran Guerra, comandante de la temida Flying Circus y piloto del triplano diseñado por el holandés Anthony Fokker, posiblemente la mejor aeronave de combate que se había fabricado hasta la fecha, cometió el error que le llevó hasta su muerte: sobrevolar a baja altura las líneas enemigas con fuerte presencia de artillería de los aliados.

La última batalla del Barón empezó en la localidad francesa de Cappy

La última batalla del Barón empezó en la localidad francesa de Cappy, desde donde despegaron una docena de pilotos de la Luftstreitkräfte bajo las órdenes del as de la aviación. Entre ellos estaba su primo, Wolfram von Richthofen, que volaba por primera vez. En Bertangles, a unos escasos 30 kilómetros de distancia de los alemanes, una situación similar se producía en las filas aliadas dirigidas por el capitán canadiense Arthur Roy Brown: en el 209º escuadrón británico también se estrenaba un piloto, Wilfrid “Wop” May.

“Entre los pilotos veteranos había la costumbre muy entendida de intentar cuidar en la medida de lo posible de la seguridad de los novatos”, escribe Caamaño en la detallada biografía. Ello explica el devenir de los acontecimientos.


Richthofen habla con un teniente del un escuadrón británico al que acaba de abatir. Fue uno de los 29 pilotos que lograron sobrevivir a un encuentro con el Barón, explica Caamaño (Archivo)

Ya en el cielo, los alemanes sorprendieron a los aviones de un escuadrón australiano que hacía tareas de reconocimiento. Mientras se producía el ataque, Brown y su grupo de la Real Fuerza Aérea Británica (RAF) aprovechó para atacar al enemigo y defender a su aliado, no sin antes decirle a “Wop” May que subiera a una altura superior para alejarse del combate y estar fuera de peligro, tal y como se hacía con los primerizos.

Empezó entonces el combate entre las formaciones lideradas por Richthofen y Brown, en el que aparatos Albatros, Fokker y Sopwith disparaban ráfagas de metal de sus ametralladoras mientras dibujaban giros radicales en el cielo como una danza entre el instinto marcial y la supervivencia. La contienda empezó sobre territorio alemán, pero el viento les empujaba hacia territorio enemigo, donde los alemanes estarían expuestos al fuego de la artillería antiaérea.

May observaba el espectáculo a 4.000 pies de altitud

Entretanto, May observaba el espectáculo a 4.000 pies de altitud, más o menos la misma altura que había alcanzado el primo de Richthofen, que volaba un Fokker en círculos, cumpliendo también órdenes de su superior. Al ver que el alemán no se había percatado de su presencia, el novato canadiense se creció y decidió atacar. Falló. Y el el primero de Richthofen huyó en dirección al combate, con May a bordo de su Sopwith, detrás. El primero consiguió escapar, pero el segundo se vio atrapado en medio de un grupo de Fokker alemanes, a quienes disparó sin pensarlo, con la mala pata que se atascaron sus ametralladoras. Presa del pánico, el protegido de Brown abandonó la lucha.

Pero, mientras huía, un Fokker alemán se situó a su cola desde donde empezó a dispararle. Era el Barón Rojo, aunque May todavía no lo sabía. Brown, que vio de lejos la persecución, salió en su rescate.


Réplica del Fokker Triplano con el que el Barón Rojo se anotó sus últimas 19 victorias (Wikicommons)

“Mi único reflejo en aquel momento fue intentar esquivar a mi perseguidor; un triplano rojo, que si hubiera sabido que era Richthofen, me hubiera desmayado”, recordó el piloto primerizo en sus memorias, recogidas en la biografía de Caamaño.

En vez de desfallecer, May empezó a volar de forma errática para esquivar las balas mientras conducía a su cazador, sin conocimiento de ambos, hacia el valle de Somme, donde le estaba esperando la artillería antiaérea australiana. Brown, que ya se había puesto detrás del Fokker del Barón, empezó a dispararle hasta que el aparato descendió de forma radical, señal que indicaba que muy probablemente el piloto estaba herido. El canadiense se confió al pensar que el alemán se encontraba fuera de combate y regresó donde se estaba produciendo el otro enfrentamiento.

Si hubiera sabido que era Richthofen, me hubiera desmayado”WILFRID “WOP” MAYPiloto del escuadrón británico

Pero el as de la aviación no estaba muerto, consiguió enderezar el avión y continuó con la persecución a May. Nublado por su obstinación, Richthofen se olvidó de la séptima regla de Boeckle: “Cuando estés sobre territorio enemigo, nunca olvides el camino de vuelta a casa”. Quizá en ese momento el Barón Rojo solo podía pensar en la segunda de las directrices –“Una vez iniciado el ataque, llevarlo siempre hasta el final”– para anotarse su 81ª victoria.

Sin darse cuenta, el Barón había caído en una trampa (si bien inconsciente, ya que May actuaba sin pensar): se encontraba volando a cotas muy bajas sobre donde estaban posicionados los artilleros australianos, el sargento Cedric Popkin, Robert Buie y “Snowy” Evans, armados con ametralladoras capaces de disparar 450 balas por minuto, que no dudaron en vaciar sobre el Fokker alemán al verlo pasar. Atrapado por el fuego enemigo, el as de la aviación dio un giro y se dispuso a huir. Pero Popkin volvió a dispararle una segunda ráfaga de proyectiles, entre los que seguramente se encontraba la bala que le atravesó el torso y le mató.


Restos del Fokker Triplano del Barón Rojo tras ser abatido (Archivo)

Antes de morir, Richthofen todavía pudo apagar el motor del Fokker Triplano, quitarse las gafas de aviador y agarrar con fuerza la palanca de dirección para aterrizar el aparato. Acabó perdiendo las fuerzas antes de que el avión tocara el suelo y se estrellara contra un campo de remolachas, cerca de Vaux-sur-Somme. Solo faltaban seis meses para el fin de la Gran Guerra.

Cuando los soldados aliados examinaron el cuerpo del Barón, encontraron en el bolsillo superior de su uniforme un libreto, algunos autores dicen que una biblia, con una bala incrustada, supuestamente destinada a impactarle en el corazón.

Cómo pudo el as de ases cometer el error tan básico de adentrarse, solo y a baja altura, en las líneas enemigas

Más allá de intentar responder a la pregunta de quién fue el autor del disparo que acabó con la leyenda del aire – si el capitán Brown, Buie, Evans o el sargento Popkin, a quien señalan la mayoría de los historiadores, sin poder aportar pruebas definitivas que lo confirmen –, cabe preguntarse cómo pudo el as de ases cometer el error tan básico de adentrarse, solo y a baja altura, en las líneas enemigas.

A partir del estudio de varios expertos, su biógrafo en castellano expone tres razones: las consecuencias de una herida en la cabeza, la desorientación o el viento. Algunos estudiosos apuntan que el daño cerebral causado por una bala que recibió en la cabeza en julio de 1917 y que le habría dejado unas jaquecas horribles “podría haberle disminuido su capacidad de juicio”.


El Barón Rojo coleccionaba trofeos de sus 80 aviones abatidos (Archivo)

Otro motivo podría ser la desorientación en la que se encontraba Richthofen que podría estar causada por el hecho de verse obligado a volar a una baja altitud para dar caza a May desde la cual no veía las referencias geográficas necesarias para ubicarse.

En último lugar, el escritor señala el factor del viento, que aquel día soplaba desde el este, una dirección atípica y opuesta a la trayectoria del Fokker rojo que posiblemente ralentizó el aparato durante su persecución, algo que el piloto, sorprendentemente, no tuvo en cuenta.

Tres hipótesis que intentan aportar luz, sin llegar a resolver, uno de los mayores misterios de la I Guerra Mundial.

Uno de los mayores misterios sin resolver de la I Guerra Mundial

1 comentario:

  1. Todavía, en esa época, la guerra aérea era cosa de caballeros, algo muy personal, con aviones espartanos. La foto del Barón con el oficial británico es genial, hablan y ríen como si estuvieran en un tercer tiempo. Hoy la guerra aérea es muy impersonal, ya ni siquiera vez al avión al que derribás.

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