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jueves, 4 de octubre de 2018

INVAP/CONAE preparadas para el lanzamiento del SAOCOM 1A

Argentina lanzará el próximo sábado su primer satélite radar y permite detectar la pesca ilegal




El Saocom 1A fue desarrollado por la Conae y el Invap. Permitirá brindar alertas por inundaciones, dar soporte al campo y hasta detectar pesca ilegal. A diferencia de los satélites argentinos anteriores, el Saocom 1A tiene tecnología de radar lo que le permite obtener información de la Tierra aunque sea de noche o haya nubosidad.



Si las condiciones meteorológicas son buenas, el próximo sábado a las 23.21 Argentina lanzará el primer Satélite Argentino de Observación con Microondas (Saocom 1A) desde la base Vandenberg de la fuerza aérea estadounidense en California, a bordo del cohete Falcon 9 de SpaceX. “El lanzamiento del satélite es como un parto, la fecha puede variar en cualquier momento”, advierte la investigadora principal de la misión Saocom, Laura Frulla, de la Comisión Nacional de de Actividades Espaciales (Conae).

La proximidad al lanzamiento hace que en la Conae se sienta un ambiente de ansiedad, nerviosismo y orgullo mezclado con mucho trabajo, en especial para quienes se ocupan de las aplicaciones que brindará el satélite. Este proceso comenzará una vez que despliegue los siete paneles que conforman la gran antena radar de 35 metros cuadrados y empiece a ser calibrado para dar datos sobre humedad de suelo en la región pampeana, detectar desplazamientos y brindar apoyo durante emergencias. Se estima que las imágenes - tomará 225 por día- estarán disponibles para los usuarios en nueve meses.

A diferencia de los satélites argentinos anteriores, el Saocom 1A tiene tecnología de radar lo que le permite obtener información de la Tierra aunque sea de noche o haya nubosidad. El instrumento emite un pulso de microonda que viaja hasta la Tierra donde rebota en la superficie por lo que el radar recibe un “eco”, el resultado de esa interacción, y así consigue los datos sobre formas y estructuras.

“Hace 10 años, cuando empezamos, tuvimos que estudiar todo ya que no había nada de experiencia en esto porque es un instrumento muy particular”, aclara Frulla quien asegura que en el mundo alcanzan los dedos de una mano para contar a los satélites con características similares y que son de origen japonés.

La misión implicó una inversión de 600 millones de dólares e incluye los dos satélites Saocom (el 1A y el 1B que será lanzado en 2019) y toda la infraestructura para dar servicio a ambos y a futuros proyectos espaciales. Abarca la instalación de la Estación Terrena Tierra del Fuego; el Centro de Control de Misión Saocom en el Centro Espacial Teófilo Tabanera en Córdoba, para recibir los datos y distribuir las imágenes satelitales; y el Laboratorio de Integración y Ensayos de CONAE.

El satélite, de tres toneladas, operará en banda L “que con cierta vegetación -explica Frulla- puede penetrar unos 50 centímetros y en suelo desnudo hasta dos metros”.

Investigación. Los dos Saocom junto con cuatro italianos, que operan en banda X, formarán el Sistema Italo-Argentino de Satélites para la Gestión de Emergencias. “Será la primera constelación que opere en banda X y en L, uno detecta más rugosidad y el otro penetra más la vegetación”, destaca Álvaro Soldano, responsable de mediciones in situ de la misión. Su trabajo es importante para la calibración del radar a través de la instalación de sensores en el campo con la colaboración del INTA para medir la humedad de suelo, compararlos con los datos satelitales y encontrar errores.

“Será la primera constelación que opere en banda X y en L, uno detecta más rugosidad y el otro penetra más la vegetación”, destaca Álvaro Soldano, responsable de mediciones in situ de la misión.

Con la información del Saocom también se podrán desarrollar guías de crecidas de los ríos y alertas de inundaciones; dar soporte al agro para la fertilización y la fumigación en el caso de fusariosis en el trigo; detectar pesca ilegal, derrames de petróleo, acuíferos bajo tierra y brindar datos a la navegación en cuanto a la posición de hielos polares y mapas de viento.

Cada panel del radar que elaboró la Comisión Nacional de Energía Atómica cuenta con un conjunto de 20 mini antenas y deberá mantener una determinada temperatura apara asegurar su funcionamiento. “Más allá de lo tecnológico, el principal desafío fue integrar a muchas empresas trabajando”, cuenta desde Conae Leonel Garategaray, responsable de la antena.

La construcción del Saocom estuvo a cargo de la empresa rionegrina INVAP y también participaron otras empresas locales como VENG, GEMA, STI y universidades y organismos nacionales. Garategaray asegura que “en el satélite van años de trabajo con mucha gente apasionada”.

En sintonía, Soldano agrega: “Esta misión es un logro argentino mucho antes de que se lance el satélite porque consiguió desarrollar tecnología radar, incluso para exportar”.

Una noche espacial

El lanzamiento del Sacom 1ª del sábado en la base californiana de la fuerza aérea estadounidense será presenciado por una comitiva argentina integrada (hasta el momento) por Agustín Campero, secretario de Articulación Científico Tecnológica de la Nación; Raúl Kulichevsky, director de la Conae; Alberto Lamagna, Vicepresidente de la Comisión Nacional de Energía Atómica (CNEA) y Vicente Campenni, CEO de INVAP. Además, estarán presentes autoridades de agencias espaciales internacionales, como Roberto Battiston, Presidente de la Agencia Epacial Italiana (ASI)

En el Centro Espacial Teófilo Tabanera, en Córdoba, también se congregarán muchos ingenieros e integrantes de Conae a la espera de la primera señal del satélite y otros se quedarán en la ciudad de Buenos Aires a vivirlo con su familia y el público en la Noche Espacial del Centro Cultural de la Ciencia.

La actividad en el barrio de Palermo comenzará el 6 de octubre a las 20.30 e incluirá actividades vinculadas como charlas con especialistas, maquetas del satélite y la transmisión en vivo del lanzamiento.

La actividad en el barrio de Palermo comenzará el 6 de octubre a las 20.30 e incluirá actividades vinculadas como charlas con especialistas, maquetas del satélite, demostraciones del software para trabajar con imágenes, juegos sobre la actividad espacial, premios y la transmisión en vivo del lanzamiento. El ingreso es gratuito y para acceder a la emisión en el auditorio la entrada se retira una hora antes del evento. (Cecilia Farré - PERFIL)

lunes, 13 de febrero de 2017

Argentina: El inicio de los satélites científicos

Satélites científicos: un programa que ya cumplió 30 años y se plantea más logros
Desde 1987, cuando se inició la colaboración con la NASA para desarrollar el SAC-I, el país se convirtió en un actor reconocido de la actividad espacial; una aventura a prueba de errores
Nora Bär | |LA NACION



Integración del SAC-B, en la sala limpia de Invap en 1996

En 1987, Astrofísica, revista de divulgación científica que pretendía difundir esta disciplina entre los estudiantes de la Facultad de Ciencias Exactas y Naturales de la UBA, publicó una nota titulada "Los científicos de la NASA, interesados en un proyecto argentino".

Se refería a la llegada a Buenos Aires de una delegación de la agencia espacial norteamericana para interiorizarse de los esfuerzos de un pequeño grupo de investigadores de la Comisión Nacional de Investigaciones Espaciales, de San Miguel, y del Instituto de Astronomía y Física del Espacio, que estaban intentando desarrollar un satélite made in Argentina, el SAC-I.

El artículo, firmado por Horacio Ghielmetti, entonces director del Instituto de Astronomía y Física del Espacio y uno de los involucrados en esa aventura que daría nacimiento al programa de satélites científicos en el país, fue rescatado hace algunos días por Guillermo Giménez Calderón, investigador argentino residente desde hace 20 años en Brasil (y que da rienda suelta a su pasión por la historia de la ciencia en el blog http://historia-ciencia-tecnologia.blogspot.com.ar).

Tres décadas más tarde, la Argentina es un actor reconocido en el área satelital, donde colabora de igual a igual con las agencias espaciales más importantes del globo. Lleva lanzados cuatro satélites científicos, con un récord de 100% de efectividad (SAC-B, SAC-A, SAC-C y SAC-D/Aquarius), y tiene dos más "en las gateras", con fecha estimada de lanzamiento para fines de este año y el próximo (Saocom 1A y 1B) y otros dos (Sabiamar) para 2020.

"Yo había ingresado en la CNIE, que dependía de la Fuerza Aérea, en 1982 -recuerda Daniel Caruso, que fue jefe de proyecto de la misión SAC-D/Aquarius-. Era ingeniero egresado de la UBA y a los 27, cuando me tocó hacer el servicio militar, me destinaron a San Miguel, donde había un grupo de sistemas satelitales y otro de navegación guiada y control."

Caruso, que se formó durante un tiempo en Francia, fue uno de los que estuvieron en esa reunión clave. "Teníamos entre manos un proyecto humilde -cuenta-. Éramos siete, pero la gente de la NASA vio que teníamos ganas y pujanza."


Reunión en Baltimore, en los inicios de la actividad satelital

El SAC-I era un satélite de bajo peso, unos 150 kg, cuya misión científica se centraba en la detección de radiación electromagnética y partículas de alta energía de las fulguraciones solares. Más tarde, cuando el SAC-I se convirtió en el SAC-B, se acordó que el instrumental y el lanzamiento serían aportados por la NASA, y el satélite propiamente dicho sería responsabilidad local.

¿Pero por qué se habían interesado los experimentados científicos norteamericanos en un pequeño equipo de un lejano país en el otro extremo del planeta?

Gran parte de la respuesta a este interrogante está cifrada en un nombre: Mario Acuña, un ingeniero cordobés que había emigrado a los Estados Unidos, donde desde 1969 trabajaba en el Centro Espacial Goddard. Él se convertiría en un pionero de la exploración espacial y daría el puntapié inicial para impulsar los esfuerzos locales.

De la cancha al espacio

"Todo surgió en una cancha de fútbol del Goddard -confiesa, divertido, Marcos Machado, actual director científico de la Conae-. Yo estaba trabajando allá en una misión que se llamaba Solar Maximum o Solar Max. Un inglés viene y me dice: «Che, a vos te tiene que gustar el fútbol. ¿Por qué no venís el viernes?». Me puse los pantaloncitos, fui y ahí conocí a Mario Acuña. Nos hicimos amigos y un día nos fuimos a tomar unas margaritas por ahí cerca, y Mario me dice: «¿Por qué no hacen un satélite? ¿Por qué no intentan? ¡Se puede!». Él reunió a un grupo de técnicos con mucha experiencia, de «los viejos» de la NASA, para que nos asesoraran. Entre ellos, había uno al que apodaban «Doctor Satellite», Henry Hoffman: cuando un satélite tenía un problema llamaban al doctor, lo llamaban a Henry."

Ana María Hernández se había graduado de física en la UBA y después del 66 se había ido a hacer un doctorado en la Universidad de Pittsburgh, Estados Unidos, en el área nuclear experimental. En 1983 volvió desempleada y Ghielmetti le propuso que se fuera a trabajar con él en el germen de un satélite argentino.

"Ghielmetti tenía una estrecha relación con Acuña -recuerda Hernández, hoy investigadora de la Conae (premiada por la NASA por sus servicios excepcionales)-. Entonces propuso que presentáramos el proyecto del SAC-1, en el que habían trabajado la CNIE y el IAFE, a un llamado de la agencia espacial norteamericana para pequeños satélites."

El concurso era internacional y se presentaron 51 propuestas. El SAC-1 se ubicó en los primeros puestos, pero no fue seleccionado por razones programáticas. Sin embargo, abrió la posibilidad de conversar sobre una colaboración firme.

Claro que ni el IAFE ni la CNIE contaban con los fondos necesarios para transformar ese sueño en realidad. Hacían falta no sólo más recursos humanos, sino también materiales. Algunos de los que participaban en el proyecto, entre ellos Mario Gulich, el cerebro que estaba detrás del SAC-B, fueron entonces con la gente de la NASA hasta Bariloche para explorar la posibilidad de que Invap, en ese momento bajo la conducción del doctor Conrado Varotto, se ocupara del diseño y la construcción.

Un salto al vacío

"Ellos [por los técnicos de la NASA] estaban acostumbrados a ver instalaciones de cierto estándar -recuerda Varotto-. Y nosotros en ese tiempo no las teníamos y nos dedicábamos a lo nuclear, todavía no habíamos incursionado en cuestiones satelitales. De todos modos, mi punto de vista era que Invap, como empresa de tecnología, tenía que ser capaz de afrontarlo. Les ofrecimos involucrarnos en el tema y hacernos cargo. Hubo un momento tenso en el que una persona con la que más tarde tendría una gran amistad me sacó un poco de las casillas. Entonces le planteé: «Dígame, ¿cuál es el problema? ¿Ustedes quieren un cuarto limpio [aséptico, para el ensamblaje del satélite]? Venga dentro de un mes y lo va a tener. Él lo tomó como una bravuconada, pero a partir de ese momento nos pusimos manos a la obra. Como la gente del IAFE y la CNIE no tenían presupuesto, le ofrecí a Gulich que Invap lo hiciera a su cuenta y riesgo. Y que si un día aparecían los recursos nos pagaban. Mario quedó espantado por la propuesta."

"El contrato era tan inusual que se lo llevé a un cuñado mío que era abogado para ver si no nos estábamos metiendo en un problema -se ríe Machado-. Y él me dijo que nunca había visto algo como eso."

Así nació, cuando todavía pocos países se animaban al espacio, el programa de satélites científicos locales, que a lo largo de las últimas décadas se convirtieron en los ojos del país en el espacio y ayudan a prevenir emergencias, a elaborar mapas de riesgo de enfermedades de interés agrícola, a tomarle el pulso al clima y a dar alerta temprana de inundaciones e incendios, entre muchas otras aplicaciones.

Los pioneros de esta epopeya vivieron historias impensadas, como mantener dos trabajos porque ganaban algo más de 300 dólares por mes o tener que dormir en la embajada argentina en Washington para ahorrar en alojamiento, o tomar riesgos nada desdeñables.

"Me acuerdo de que cuando lanzaron el Sputnik I yo tenía 8 años -recuerda Machado-. Ese día fuimos a visitar a mis abuelos. Estábamos en Parque Centenario y le pregunté a mi viejo, que era matemático, cuándo la Argentina iba a construir un satélite. Y él me contestó «Lo más probable es que se lo compremos a los que saben hacerlo». Eso me quedó grabado. Me dije que no podía ser, que teníamos que lograrlo. Para mí, fue el sueño del pibe."

Un desafío para los científicos


1987
Interés de la NASA
Como consigna Guillermo Giménez de Castro (en http://historia-ciencia-tecnologia.blogspot.com.ar), Horacio Ghielmetti, entonces director del Instituto de Astronomía y Física del Espacio, lo comenta en la revista Astrofísica y menciona que se inicia una colaboración con científicos argentinos para desarrollar un satélite con fines científicos

1991
Crean la Conae

Se hace cargo del proyecto SAC-B, un satélite de observaciones solares que venían diseñando en colaboración con el IAFE y la Comisión Nacional de Investigaciones Espaciales (CNIE)

1996
Lanzamiento del SAC-B

El primer satélite científico argentino que llegó al espacio fue desarrollado en colaboración con la NASA. Tenía por objetivo investigar las fuentes explosivas extragalácticas de alta energía

Mario Acuña

Este ingeniero cordobés, pionero de la exploración espacial que trabajó durante décadas en la NASA, fue una figura clave para el impulso de la actividad espacial en la Argentina

Mario Gulich

Físico, especialista en control orbital, fue el hombre detrás del SAC-I, luego rebautizado SAC-B.

Teófilo Tabanera

Gracias a la influencia de este visionario, el país estuvo entre los primeros en crear su propia agencia: la Comisión Nacional de Investigaciones Espaciales

Marcos Machado

Director científico de la CONAE

"A los ocho años supe del lanzamiento del Sputnik I. Para mí era «el sueño del pibe»"