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jueves, 12 de junio de 2025

Proyección de poder aéreo: La posibilidad de ataques aéreos chinos desde el espacio

Avión cohete chino ataca prácticamente desde el espacio: es muy posible

Roman Skomorokhov || Revista Militar




 
El 26 de diciembre de 2024, China sorprendió al mundo al lanzar al aire no uno, sino dos nuevos prototipos de cazas que encarnan su visión de los sistemas aéreos de próxima generación: el Chengdu J-36 y el Shenyang J-XX/J-50.


 

A través de una cadena de filtraciones cuidadosamente dosificadas —porque, seamos sinceros, si alguien sabe guardar secretos militares, es el Imperio Celestial—, China ha dejado entrever una jugada que nadie vio venir. Dos aeronaves, completamente nuevas, salieron a la luz: un enorme avión sin cola y con ala en forma de diamante, identificado como J-36 (fuselaje número 36011), fabricado por Chengdu, y otro de menor tamaño —aunque igualmente imponente— de ala lambda, desarrollado por Shenyang, conocido de forma extraoficial como J-XX o J-50.

Que China estuviera trabajando en su propia visión de un sistema de combate aéreo de sexta generación era un secreto a voces. Pero nadie esperaba que dieran este paso tan pronto. Y mucho menos, que lo hicieran con semejante contundencia.

Primero, porque todos asumían que Estados Unidos marcaría el rumbo en este terreno. Su programa NGAD (Next Generation Air Dominance) había dominado el discurso sobre los cazas del futuro, y parecía cuestión de tiempo hasta que los norteamericanos se llevaran el primer aplauso. Pero China se adelantó.

Segundo, porque no se trató de una única plataforma experimental. China reveló dos programas distintos, desarrollados por dos fabricantes competidores, que avanzan en paralelo en investigación, desarrollo y producción. Chengdu y Shenyang, ambos trabajando al unísono, pero por caminos separados, hacia una misma meta: redefinir el dominio aéreo.

Y así, de un momento a otro, China no solo presentó su primer caza de sexta generación. Presentó también el segundo. Con apenas unas horas de diferencia.

No hay otra forma de decirlo: 2025 arrancó con China en el centro del escenario de la aviación militar global. Mientras otros hablaban del futuro, ellos lo pusieron a rodar por la pista.




Hoy, todas las miradas están puestas en una sola silueta: la del Chengdu J-36. No porque sepamos exactamente qué es —todo lo contrario—, sino porque lo que rodea a esta máquina está envuelto en una neblina de misterio, lo que, en tiempos como estos, es casi una invitación a imaginar. Diseño, capacidades, propósito… el J-36, creación inesperada de Chengdu Aerospace Corporation (CAC), nos deja espacio para especular, y eso lo hace aún más fascinante.

Lo que sí se ha filtrado —en fotos y videos cuidadosamente controlados— revela un avión con diseño de ala en diamante, sin superficies de cola. Un auténtico “ala volante” futurista. En sus primeras apariciones, el J-36 estaba propulsado por dos motores turbofán, pero luego surgieron imágenes que mostraban un tercer motor, algo que abrió una cascada de preguntas.

En cuanto a su tamaño, el J-36 es considerablemente más grande que el ya imponente J-20, también desarrollado por Chengdu. Algunos analistas estiman una longitud de 23 metros y una envergadura de 19,2 metros, lo que lo ubica por encima del J-20, que mide 20,3 m de largo con una envergadura de 12,88 m. A partir de eso, se proyecta un peso máximo al despegue (MTOW) de entre 50 y 60 toneladas.

¿Y qué clase de caza necesita ese tonelaje? Para ponerlo en contexto, el Su-34 ruso, que es más un bombardero táctico que un caza puro, tiene un peso bruto al despegue de 45 toneladas. Y aquí estamos hablando de un supuesto caza de superioridad aérea, con una masa comparable —o incluso superior— a la de un bombardero pesado.

Y no olvidemos los tres motores. Una decisión que ha generado tanto desconcierto como teorías. Algunos apuntan a la falta de empuje suficiente de los propulsores chinos más avanzados, como los WS-15, que, según datos disponibles, generan unos 16.000 kgf de empuje cada uno. En comparación, los motores del Su-34 —AL-31F-M1— entregan alrededor de 13.000 kgf. Sobre el papel, los WS-15 superan esa cifra. Pero claro, está el eterno talón de Aquiles de la ingeniería china: la fiabilidad.

Si el J-36 necesitara realmente tres motores para alcanzar su rendimiento esperado, algo no cuadra con la idea de un caza ágil y maniobrable. Con dos WS-15 debería poder despegar… pero no necesariamente combatir con la agilidad que exige el dogfight moderno. Y sin maniobrabilidad, ¿sigue siendo un caza? O estamos, tal vez, ante un nuevo tipo de plataforma, más cercana a un bombardero sigiloso, un lanzador de armas hipersónicas, o incluso un nodo aéreo de guerra electrónica o control de enjambres.

Lo cierto es que, por ahora, el J-36 no despeja las dudas. Las multiplica.
Y eso lo hace aún más intrigante.


La elección de tres motores en el diseño del J-36 no es un simple capricho de ingeniería. Es, en muchos sentidos, una anomalía en el mundo de la aviación de combate moderna, donde la eficiencia, la maniobrabilidad y la reducción de peso mandan. Pero China, una vez más, parece estar jugando con sus propias reglas.

Una posibilidad es que Chengdu esté apostando al desarrollo definitivo del WS-15, el motor de quinta generación chino que promete empuje suficiente para mantener vuelo supersónico sostenido y mejorar radicalmente la relación empuje-peso. Pero lo interesante aquí no es solo el empuje. La adición de un tercer motor podría tener objetivos mucho más ambiciosos.

Más allá de mover una estructura pesada, tres motores significan también una enorme generación de energía eléctrica. Y eso podría ser la clave. Porque un caza de sexta generación no solo debe volar: debe ver más, procesar más, comunicarse más y defenderse más. Sistemas de guerra electrónica avanzados, sensores multifrecuencia, radares AESA, enlaces de datos de alta capacidad, e incluso armamento defensivo de nueva generación —como láseres de alta energía (HEL) o microondas de alta potencia (HPM)— requieren una cantidad colosal de energía y refrigeración.

Visto así, la configuración del J-36 parece mucho menos una rareza y mucho más una pieza central del concepto chino de guerra aérea del futuro. Un sistema de combate aéreo en red, donde el J-36 no es solo un avión de combate, sino el cerebro aéreo que coordina enjambres de UAVs, guía misiles inteligentes, y opera de forma autónoma junto a otras aeronaves, tripuladas o no.

Incluso si su rol se limitara únicamente a actuar como nodo de mando y control, el J-36 necesitaría una capacidad de procesamiento de datos y transmisión en tiempo real sin precedentes. Eso implica potencia bruta, capacidad de enfriamiento, redundancia, y arquitectura electrónica avanzada. Porque controlar un enjambre aéreo no es simplemente cuestión de presionar botones: es gestionar inteligencia, amenazas, objetivos, y trayectorias múltiples en fracciones de segundo.

Por eso, uno o dos motores quizá serían suficientes para una plataforma especializada en tareas limitadas, como el despliegue de drones. Pero China parece querer más: que cada J-36 sea un centro de mando volador, un sistema multirole de largo alcance, capaz de operar por sí solo o en conjunto, y hacer todo eso con autonomía operativa y sostenida.

Y en ese camino, no se descarta que futuras versiones del J-36 estén propulsadas por motores de ciclo variable (VCE), una tecnología emergente que permite que las turbinas operen a velocidades distintas según la necesidad. Esto no solo mejora la eficiencia del combustible, sino que permite gestionar de forma más inteligente el flujo de energía a los distintos subsistemas electrónicos del avión.

Con un peso estimado al despegue de entre 50 y 60 toneladas, el J-36 se sitúa en un terreno poco habitual para un caza. Esa envergadura se traduce en una enorme capacidad interna de combustible y espacios generosos para armamento, lo que le da alcance estratégico y capacidad de carga pesada.

Pero aquí surge la pregunta inevitable: ¿sigue siendo esto un caza? Porque todo en el J-36 —su tamaño, sus motores, su misión, sus sistemas— apunta más bien a una nueva categoría híbrida, algo entre caza, bombardero, centro de mando y lanzador estratégico.

Tal vez no estamos viendo el futuro de los cazas…
Sino el nacimiento de otra cosa completamente distinta.



Por ahora, todo lo que sabemos sobre el alcance y la capacidad de carga del J-36 está cubierto por una neblina de especulación. Pero, incluso en ausencia de cifras oficiales, hay pistas suficientes para armar el rompecabezas.

El objetivo estratégico parece claro: cubrir la primera cadena de islas —Japón, Taiwán, Filipinas e Indonesia— sin depender del reabastecimiento en vuelo. Para ello, el J-36 debería contar con un alcance significativo, lo bastante amplio como para entrar y salir del espacio aéreo hostil con autonomía plena. Y si se incorpora armamento de largo alcance, como misiles de crucero o armas aire-superficie de precisión, el radio de acción se extendería hasta la segunda cadena de islas, abarcando buena parte del sudeste asiático.

En cuanto a su carga útil, se espera que el J-36 esté equipado con una bahía interna de grandes dimensiones, capaz de alojar una variada gama de municiones. Entre ellas, destacan los nuevos misiles aire-aire de ultra largo alcance, como el PL-17, con un alcance estimado de más de 300 kilómetros, además de bombas guiadas por precisión y misiles de crucero lanzados desde el aire.

Pero insistimos: el J-36 no debe entenderse como un caza convencional. Su papel está diseñado para ser el centro de gravedad de un ecosistema aéreo mucho más amplio, que incluiría enjambres de drones, algunos quizás del tamaño de pequeños cazas tripulados, integrados y controlados en tiempo real desde esta plataforma.

Y aquí es donde empiezan a surgir las teorías sobre su enigmático tercer motor.
Tres versiones. Tres formas de intentar entender el propósito de esa decisión poco ortodoxa.

Versión 1: el motor adicional es necesario para mover al gigante.
Con un peso estimado cercano a 60 toneladas, el J-36 requeriría un empuje considerable solo para maniobrar como lo haría un Su-35, uno de los cazas más ágiles de gran tamaño. Pero incluso así, la física es inflexible: la maniobrabilidad del J-36 es, como mínimo, cuestionable. Su tamaño, su masa y su configuración aerodinámica no apuntan a una plataforma diseñada para el combate cercano. Velocidad y alcance, tal vez. ¿Agilidad? Difícil.

Versión 2: el tercer motor es una fuente de energía, no de velocidad.
Más allá de la propulsión, este motor adicional podría estar diseñado para alimentar sistemas de alta demanda energética: radares de largo alcance, sensores múltiples, enlaces de datos de gran ancho de banda, sistemas de guerra electrónica, e incluso armas de energía dirigida como láseres o microondas, necesarias para defensa activa o control de drones en enjambre.

Esta hipótesis tiene lógica. El avión se convierte así en una plataforma de comando, un servidor aéreo en red con capacidades ofensivas y defensivas que trascienden el combate tradicional. Pero incluso esta versión tiene puntos débiles: la complejidad, la fiabilidad, el mantenimiento en combate… todo eso se multiplica con un motor adicional.

Y luego está la versión 3. La más atrevida. La más difícil de comprobar, pero imposible de descartar del todo: el tercer motor no es lo que parece.

Tal vez no sea un motor en el sentido clásico. Tal vez sea una cubierta para otro sistema, un contenedor modular, una bahía adicional camuflada, un emisor de energía, o incluso una plataforma de lanzamiento para drones miniaturizados o sistemas hipersónicos. En un avión diseñado para engañar radares y desinformar al enemigo, nada puede descartarse por completo.

Porque si algo queda claro con el J-36, es que no se trata simplemente de un caza más. Es una declaración estratégica envuelta en incógnitas técnicas. Un enigma de tres motores, dos alas y una función que, quizás, aún no entendemos del todo.



Y es en este punto donde todos se acomodan en sus asientos, tal vez con palomitas en mano, y la película realmente comienza. Porque sí: el tercer motor es un motor… pero no en el sentido tradicional. O al menos, no con la función que todos estamos esperando. Lo que estamos viendo hoy, esa estructura con tres salidas y líneas futuristas, podría no ser más que una ilusión funcional.

Vale la pena recordar que lo que se ha mostrado hasta ahora no es el modelo final. Es un prototipo, un banco de pruebas, un laboratorio volador. Una plataforma pensada para ensayar ideas, validar sistemas, jugar con límites. Lo que salga al otro lado del túnel de desarrollo podría parecerse… o podría ser algo radicalmente distinto.

Y luego está ese detalle que ha empezado a circular en algunos medios especializados: una tercera toma de aire supersónica, ubicada en la parte superior del fuselaje. Un elemento que no encaja del todo con la lógica de un diseño convencional, y que abre nuevas preguntas sobre lo que realmente alimenta ese supuesto tercer motor.

¿Qué es, entonces?
¿Una fuente de energía secundaria?
¿Una entrada para un sistema oculto de propulsión o refrigeración?
¿O simplemente un señuelo, una pieza colocada adrede para confundir a los observadores y analistas occidentales?

Nada puede descartarse. Porque si hay algo que China ha demostrado con el J-36, es que no está jugando bajo las reglas conocidas. Está diseñando algo más. Tal vez una nave polivalente. Tal vez una plataforma modular con funciones intercambiables. Tal vez un caza que no quiere parecerse a ningún caza.

Y ese supuesto tercer motor puede ser la clave o la cortina de humo.
Pero lo más intrigante es esto: el misterio, por ahora, parece completamente intencional.



Le planteé esta hipótesis a un veterano de VASO —un hombre con más de 32 años de experiencia en construcción aeronáutica— y su respuesta fue inmediata: “Es una idea más que interesante.” Según él, lo primero que llama la atención en el diseño del J-36 es el enorme espacio interno disponible. Los chinos, al parecer, tomaron la decisión desde el principio: construir una aeronave con volumen sobrado. Pero lo curioso no es eso. Lo curioso es cómo eligieron usarlo.

En teoría, si se tratara simplemente de alimentar un tercer motor convencional, habría sido mucho más sencillo rediseñar las dos tomas de aire principales, recalcular sus secciones transversales y desviar parte del flujo hacia el tercer motor. Fácil de calcular. Más simple de construir. Menos complicado en el taller.

Pero no. Los ingenieros chinos decidieron hacerlo a su manera. Y ahí es donde aparece la posibilidad más audaz de todas: ¿y si ese tercer motor no es un turborreactor, sino un motor cohete de propulsante líquido?

Parece ciencia ficción, pero no lo es.

El clásico par oxígeno-queroseno ha sido utilizado durante décadas en cohetes como la Soyuz-2 o el Falcon 9. Es un sistema probado, eficiente y relativamente seguro. El oxígeno líquido, aunque frío y volátil, es mucho menos peligroso que oxidantes como el flúor o el amilo. Además, este tipo de motor ofrece un impulso específico altísimo, del orden de los 3.500 m/s, algo que ningún turborreactor podría soñar alcanzar.

Claro que hay obstáculos. Para encender un motor cohete de estas características, se necesita un sistema de ignición externo que sincronice perfectamente el suministro de oxígeno y queroseno a la cámara de combustión. En los cohetes espaciales, se usan arrancadores eléctricos o químicos desechables. Pero en aviación, ya se está empezando a trabajar con encendidos por plasma, sistemas más complejos pero reutilizables, capaces de funcionar a cualquier altitud.

Y aquí entra en juego esa extraña toma de aire superior que tanto ha dado que hablar. Si no está diseñada para alimentar un turborreactor, podría servir como sistema auxiliar para iniciar la ignición del motor cohete, o incluso como parte del sistema de enfriamiento y ventilación interna para el almacenamiento de oxígeno líquido.

Las grandes dimensiones del J-36 no solo lo hacen ideal para transportar más combustible o armamento: también permiten instalar tanques criogénicos de oxígeno líquido dentro del fuselaje, sin comprometer el centro de gravedad ni la distribución estructural. Y como en los motores cohete el oxígeno se bombea hacia la cámara de combustión, no se necesitan tanques de presión excesiva ni paredes ultra reforzadas.

¿El resultado? Un avión con dos motores turborreactores y uno cohete. Una bestia híbrida capaz de funcionar como una aeronave convencional… hasta que necesite un impulso brutal en altitud, velocidad o energía, y entonces active su carta oculta.

Es una idea radical. Pero el J-36, desde el principio, no ha seguido ninguna regla convencional.
Y si la especulación acierta, podríamos estar ante el primer caza-cohete táctico del siglo XXI.




Cualquier persona normal se preguntaría: ¿para qué necesita una cabra un acordeón si ya está alegre? Y para alegrarla aún más.


Los propios desarrolladores chinos no han sido tímidos al describir el J-36: lo han presentado como un prototipo capaz de atravesar cualquier defensa y golpear donde más duele. Una afirmación audaz. Pero que, inevitablemente, lleva a una pregunta fundamental:
¿Cómo se atraviesa una defensa aérea moderna?

La respuesta, en realidad, no ofrece muchas opciones. Y cada una de ellas tiene sus propios límites —teóricos, prácticos o simplemente físicos.

La primera posibilidad es la más popular en la doctrina moderna: la invisibilidad ante el radar. El santo grial de la guerra aérea del siglo XXI. Utilizando diseño furtivo, materiales absorbentes, formas anguladas. El problema es que, con cada año que pasa, la eficacia de esta teoría es más discutida. Porque, a fin de cuentas, la baja observabilidad no significa invisibilidad, y lo que antes era tecnología de vanguardia, hoy empieza a enfrentarse a radares de banda múltiple, algoritmos adaptativos y sensores pasivos. ¿Funciona? A veces. ¿Garantiza atravesar "cualquier defensa"? Muy dudoso.

La segunda opción es más atrevida y, en ciertos contextos, muy efectiva: volar por debajo del radar. Literalmente. Rozando el terreno, aprovechando pliegues del paisaje y obstáculos naturales para esconderse del haz del radar. Lo vemos hoy en Ucrania, con drones y misiles de crucero deslizándose entre colinas y bosques. Pero esto, llevado a un avión del tamaño y peso del J-36 —un ala de 15 toneladas danzando a 50 metros sobre el suelo— es otra historia.
Aquí la física se impone: la inercia, el volumen, el margen de error. Tarde o temprano, un giro mal calculado termina en impacto. Y un sistema tan complejo no puede arriesgarse a un simple bache en el terreno.

Entonces queda una tercera opción. La menos explorada. La más radical:
no esquivar la defensa aérea, sino sobrevolarla completamente.
Romper el tablero y jugar desde otro plano.

Estamos hablando de operar a altitudes estratosféricas, 50, 60 kilómetros, quizás más. Por encima de todos los “paraguas” conocidos de defensa aérea. Y aquí, los números hablan por sí solos.

Tomemos el S-400 ruso, uno de los sistemas de defensa más avanzados del planeta. Su misil más potente, el 40N6E, tiene un techo de interceptación de 30 kilómetros.
El sistema Patriot estadounidense, tan temido como extendido, no supera los 20 kilómetros.
Y aunque Estados Unidos dispone de sistemas navales como el Standard Missile, incluso su versión avanzada, el SM-6, se queda en 33 km de altitud máxima.

Solo una excepción sobresale en este mapa de cifras: el SM-3, un interceptor diseñado no para el combate aéreo convencional, sino para interceptar misiles balísticos en la estratósfera. Un misil cinético, más cercano a un proyectil espacial que a una defensa aérea tradicional.

¿Y si el J-36, con su motor adicional y diseño masivo, no está pensado para evadir… sino para volar más alto que nadie?

Una plataforma que se eleva por encima del alcance de los radares, de los misiles, del ruido del combate.
Un atacante desde las alturas, descendiendo como un cometa en el momento preciso.
Un avión que, literalmente, vuela por fuera de las reglas.



En resumen, estamos hablando de un misil capaz de volar a altísimas altitudes y velocidades extremas. El SM-3, misil interceptor de tres etapas, puede alcanzar hasta 250 km de altitud y guía su trayectoria mediante un buscador infrarrojo, lo que lo convierte en una plataforma de intercepción extremadamente sofisticada. Pero también tiene sus límites.

Porque el SM-3 fue diseñado con una misión muy concreta: destruir objetos que no maniobran, como la ojiva de un misil balístico o incluso un satélite en órbita baja. Objetivos que siguen una trayectoria perfectamente predecible. Y aquí está el problema: nadie sabe cómo respondería este misil frente a un objetivo que maniobra activamente. Las pruebas necesarias para comprobarlo simplemente no se han realizado.

Además, Estados Unidos no tiene muchos misiles de este tipo. Son caros —muy caros—: cada unidad cuesta entre 18 y 24 millones de dólares, según su variante. Y por eso se emplean con cuenta gotas, solo en escenarios de máxima prioridad estratégica.

Así que si el escenario es un avión que opera a 50 o 60 kilómetros de altitud, justo donde la atmósfera aún permite cierto uso aerodinámico, pero muy por encima del alcance de casi todas las defensas, las posibilidades de interceptarlo son mínimas. Si además lleva un motor cohete, y no depende de oxígeno ambiental, puede alcanzar esa altitud con relativa facilidad.

Y no hablamos de un ataque a territorio continental. Porque China no necesita ni pretende atacar el territorio estadounidense. Lo que le preocupa está más cerca.
Hablamos del Océano Pacífico. De Taiwán. Y de los grupos de ataque de portaaviones (AUG) estadounidenses que se aproximan para defenderlo.

Ahí es donde este tipo de aeronave —una plataforma estratosférica armada, rápida y precisa— entra en juego.

Porque lanzar un misil balístico contra un AUG es una solución limitada. Sí, su ojiva es veloz, difícil de interceptar, pero poco precisa. Por diseño, su guiado final es tosco, y cualquier corrección de trayectoria es difícil debido a la alta velocidad de descenso y la resistencia atmosférica. La física pone sus reglas, y la precisión (CEP) se resiente seriamente.

En cambio, un avión de gran altitud puede detectar, rastrear y elegir su objetivo en tiempo real. Puede lanzar bombas guiadas o cohetes desde 50 km de altitud, sin entrar jamás en el alcance efectivo de los sistemas de defensa aérea de los buques.

Pensemos en eso: una bomba guiada, con bajo perfil radar, lanzada desde el borde de la estratósfera. Su caída sería limpia, rápida, difícil de interceptar, con un perfil térmico reducido. No es un proyectil que desciende como un meteorito desde el espacio, sino algo más controlado, más inteligente. Y si hablamos de municiones pequeñas y sigilosas, el radar del AUG tendrá problemas para verlas llegar… y más aún para detenerlas.

¿Imposible? Tal vez no tanto.
Basta recordar al mayor Bernhard Jope, que el 9 de septiembre de 1943, a bordo de un bombardero alemán, lanzó dos bombas guiadas Fritz X sobre el acorazado Roma de la marina italiana. Dos impactos. Un buque insignia hundido. Una lección temprana de lo que puede hacer un ataque guiado, preciso y desde arriba.

Hoy, casi un siglo después, la historia podría repetirse. Solo que esta vez, a 50 kilómetros de altitud, y con una tecnología que ni siquiera soñaban en 1943.

Un avión cohete estratosférico, armado con bombas guiadas o cohetes precisos, no es ciencia ficción. Es una respuesta táctica elegante y brutal para un problema real: cómo romper un grupo de combate naval sin entrar en su alcance.
Y si el J-36 apunta en esa dirección, no es solo un caza más.
Es un cambio de paradigma.




Dos bombas con un peso de 1.570 kg enviaron al fondo el nuevo acorazado con un desplazamiento de 46 toneladas.


No es difícil predecir lo que dos bombas de este tipo harán a un barco moderno, que prácticamente no tiene blindaje en comparación con los barcos de la Segunda Guerra Mundial.


Un avión cohete como el J-36 tiene una ventaja que cambia las reglas del juego: es reutilizable.
A diferencia de un misil balístico o de crucero, que es por definición un sistema de un solo uso —un billete de ida sin retorno—, un avión puede adaptarse. Puede cambiar de objetivo sobre la marcha, puede retirarse si la situación cambia, puede esperar el momento adecuado para atacar. Y si es pilotado —ya sea por un humano o por una IA autónoma avanzada—, tomará decisiones mucho más complejas que las de cualquier computadora a bordo de un proyectil.

Un misil, por su parte, solo tiene una opción: ser disparado y seguir su trayectoria. Sin corrección. Sin repliegue. Sin margen de maniobra táctica. Solo avanzar… o autodestruirse.

Y cuando hablamos de costos, el panorama es revelador.
Un misil balístico Bulava cuesta alrededor de 10 millones de dólares.
Un Iskander, unos 3 millones.
Incluso un misil de crucero Kalibr ronda el medio millón.
En cambio, una bomba guiada por láser o por satélite, lanzada desde gran altura y con precisión quirúrgica, cuesta una fracción de eso. Y en condiciones ideales, puede ser igual o más efectiva, sobre todo cuando el blanco es móvil y las circunstancias cambian en segundos.

Pero eso no es todo. Las bodegas del J-36 podrían no estar llenas de bombas o misiles. Podrían estar cargadas de drones asesinos. Vehículos autónomos de ataque, lanzables desde la estratósfera, capaces de dispersarse en formación, saturar sensores enemigos, confundir defensas y golpear desde múltiples ángulos. Y si hay un país con los medios para hacerlo, es China. El desarrollo de drones en enjambre, algoritmos de control distribuido y miniaturización armada está muy avanzado en sus laboratorios.

¿Controversial? Tal vez.
¿Audaz? Sin duda.
Pero todo concepto revolucionario comienza con una idea que desafía lo conocido.

El J-36 no es todavía una realidad consolidada. Es un prototipo, una visión, una pieza de ingeniería especulativa que apunta hacia lo que China imagina como el avión de ataque del futuro. Y como dice el proverbio chino:
“El viaje de mil millas comienza con el primer paso.”
Este podría ser ese paso.

La teoría puede parecer atrevida, pero no por eso carece de fundamento.
Y como ocurre siempre con los nuevos desarrollos militares chinos de alto perfil, las imágenes y los vídeos aumentarán. Veremos al J-36 rodar, despegar, maniobrar, tal vez entrenar. Poco a poco, el rompecabezas irá tomando forma, y con él, las respuestas a muchas de las preguntas que hoy solo podemos plantear.

Pero una cosa ya es clara:
China no está imitando el pasado. Está diseñando su propia versión del futuro.


martes, 17 de diciembre de 2024

F-35: El último caza pilotado americano

El último piloto de combate

El nuevo avión de combate F-35 es tan sofisticado, tan automatizado, está tan conectado que está alimentando un debate: ¿Los pilotos aún necesitan volar?
Por Kevin Gray | Popular Science


Spencer Lowell

En un asfalto polvoriento, a unas 20 millas del centro de Phoenix, el Capitán Joseph Stenger está parado en un calor de 30 grados, apenas sudando. Un piloto de caza de 32 años con el pelo peinado hacia atrás, los ojos firmes y los antebrazos tiesos que ves en los carteles de las películas, admira una pieza igualmente impresionante de maquinaria voladora: el caza F-35 Lightning II. Con su traje de vuelo verde y una altura de poco más de 1.8 metros, Stenger está casi cara a cara con este jet amenazante.

Es su trabajo descubrir qué puede hacer en el combate y enseñarlo a cientos de otros pilotos de combate. El F-35 comenzó a llegar aquí en la Base Luke de la Fuerza Aérea el invierno pasado. Es el caza más sofisticado que se haya construido. Es sigiloso, por lo que puede parecer del tamaño de una pelota de golf al radar enemigo, si se detecta en absoluto. También puede bloquear el radar enemigo, o hacer que parezca que hay 100 objetivos del tamaño de una pelota de golf en el cielo. Puede viajar a Mach 1.6. Lleva un cañón de 25 mm, misiles aire-aire, dos bombas guiadas de 2.000 libras y cuatro bombas externas guiadas por láser. Pero lo que realmente lo diferencia es su cerebro, 8 millones de líneas de código de software -más que cualquier caza de la historia- que fusionan los sistemas de navegación, comunicación y focalización.

Stenger lo explica así: en jets antiguos, tiene que operar manualmente cosas como el radar (apuntándolo al suelo para buscar misiles disparados hacia él o hacia el cielo, para buscar aviones enemigos). Él tiene que monitorear un enlace de datos de alta velocidad para comunicaciones de avión a avión y mensajes de texto de tropas terrestres. Él o su tipo de armas del asiento trasero debe recoger los datos antes de bloquear un objetivo y disparar. "Puedes imaginar que lleva mucho tiempo y requiere mucho procesamiento cognitivo", dice Stenger.


Spencer Lowell

El F-35 de un solo asiento hace gran parte de esto para él, al fusionar y automatizar docenas de sensores. Así que, por ejemplo, si su sensor de calor detecta un misil enemigo que se dirige hacia él, sonará un timbre, "como un timbre", dice, y una voz de computadora dirá: "Misil a la izquierda, nueve en punto". Cuando Stenger mira allí, aparece un círculo verde en el escudo facial de su casco, identificando el sitio del misil, junto con su velocidad y tiempo para impactar. Solo mirando el círculo, Stenger puede apuntar con su arma y disparar al enemigo, y luego escapar del misil. Seis cámaras externas también capturan una vista de 360 grados fuera del jet y lo alimentan a su escudo facial. Si Stenger mira hacia abajo, puede ver a través del suelo de la cabina de vuelo.

Lockheed Martin, el contratista de defensa que fabrica el F-35, entregará miles de estos aviones en las próximas décadas a la Marina de los EE. UU., Los Marines y la Fuerza Aérea. La USAF tomará 1,763, y Stenger ayudará a entrenar a los aspirantes a pilotos F-35 que pasarán por las puertas de color arena de Luke. Con más de 200 horas de vuelo en el F-35 hasta el momento, él lo sabe tan bien como cualquier piloto de la Fuerza Aérea aquí. Cuando no está en la línea de vuelo, pasa días en salas de información clasificada, leyendo manuales tácticos sobre las capacidades del F-35. Él puede marcar los atributos del jet como un nuevo enamorado.

Stenger y la mayoría de los demás militares ven el avión como la clave de la continua superioridad aérea de Estados Unidos, y sin embargo, también podría significar el comienzo del fin de una profesión estadounidense icónica. El F-35 es tan de alta tecnología, tan automatizado, tan inteligente, tan conectado, que en mayo, el secretario de la Marina, Ray Mabus, declaró: El F-35 "debería ser, y casi seguro será, el último aviones de combate de ataque tripulados que el Departamento de Marina alguna vez comprará o volará ".

"Si aparece otro caza tripulado, genial. Si no, eso apesta para la próxima generación ".

Para Mabus y otros, el trabajo de un piloto de combate ha cambiado a lo largo de los años. Los pilotos ya no se acercan sigilosamente a las colas, entrenan sus puntos de mira y disparan. Recopilan información de pantallas que parecen iPads o pantallas de cascos. Los sensores electrónicos, la guerra en red y los misiles guiados por radar aire-aire pueden derribar a los combatientes enemigos desde 100 millas de distancia. La mayoría de las veces, los pilotos en un conflicto nunca se ven en absoluto. Si ese es el caso, muchos discuten, ¿por qué no tener los pilotos en el suelo, escaneando las mismas pantallas y empujando los mismos botones, fuera del peligro?

Stenger ha considerado esta pregunta antes. Como piloto en Afganistán, voló más de 330 horas de combate, haciendo cosas como volar combatientes talibanes y casas de seguridad, sacar misiles lanzadores y proporcionar cobertura a las fuerzas de la coalición. Y, sin embargo, en sus nueve años en la Fuerza Aérea, nunca ha estado en una pelea de perros o incluso se ha encontrado con un caza enemigo o cualquier tipo de avión enemigo. Cuando se enfrenta al argumento de los aviones de combate no tripulados, toma una línea filosófica. "No ofrecería una conjetura porque soy un capitán, y mi trabajo es pilotar el F-35", dice. "Y eso es lo que voy a hacer. Si aparece otro caza tripulado, genial. Si no, bueno, eso apesta para la próxima generación porque nunca llegarán a saber cómo es ser un piloto de combate ".

***

Luke es típicamente una base ocupada de la Fuerza Aérea. Cada 15 minutos, el aire del desierto retumba con el sonido de los aviones que despegan y aterrizan. Durante los últimos 32 años, ha servido como una importante base de entrenamiento para los F-16 Fighting Falcons que se sientan en filas interminables debajo de toldos en la línea de vuelo. Esos aviones se eliminarán gradualmente a medida que lleguen los F-35 y los apretarán por espacio.

Durante el entrenamiento de vuelo, los estudiantes de Stenger aprenden muchas habilidades, y las peleas de perros todavía están entre ellos. Con 1.7 millones de acres de Desierto de Sonora y 57,000 millas cúbicas de espacio aéreo a su disposición, Stenger puede orquestar el tipo de escenarios tácticos de combate aéreo que se ven en Top Gun. "Podemos establecer distancias de 100 millas para el entrenamiento de combate aire-aire", dice Stenger, sentado en una oficina desnuda del segundo piso, donde se mudó en julio. En el entrenamiento, Stenger enfrentaría a dos de sus estudiantes de F-35 contra cuatro pilotos de caza F-16. (Esta es la misma clase de aviones de combate que poseen Rusia y China, y el tipo que podría enfrentarse al F-35.) "Empleas las tácticas que te enseñaron, y las matarás antes de que te vean". Stenger dice, "mucho más allá del alcance visual".


El capitán de la Fuerza Aérea Joseph Stenger tiene más de 200 horas volando en el F-35.
Spencer Lowell

Esa frase es crucial para el argumento de los aviones de combate no tripulados. Casi todos los enfrentamientos aire-aire en el planeta han estado más allá del alcance visual desde principios de los años noventa. Es alrededor de la época en que los ejércitos modernos comenzaron a confiar en la guerra en red: un sistema que combina localizadores satelitales GPS, radar infrarrojo, enlaces seguros de datos para comunicación terrestre y aire-aire, aviones de vigilancia como el E-3 Sentry de Boeing y, por supuesto, misiles aire-aire guiados por radar.

A medida que la guerra en red ha aumentado, los incidentes de combate aéreo han disminuido. Desde 1990, solo 54 aviones de combate han sido derribados en todo el mundo, dice John Stillion, miembro del Centro de Evaluaciones Estratégicas y Presupuestarias, y ex oficial de la Fuerza Aérea, que reunió una base de datos de todas las victorias aéreas confirmadas entre 1965 y 2013 .

Por supuesto, la geopolítica puede explicar parcialmente esa tendencia. Pocos estados con aviones de combate han estado en guerra en ese período. Pero Stillion argumenta que la tecnología también está impulsando el cambio. El aumento en el vuelo impulsado por sensores y el disparo fuera de rango visual, dice, ha hecho que los puntos fuertes tradicionales de un jet -algo como la alta velocidad, la aceleración y la maniobrabilidad- sean menos importantes de lo que alguna vez fueron. Lo que más importa ahora, argumenta en un artículo reciente, "Tendencias en el combate aire-aire: implicaciones para la futura superioridad aérea", son sensores, armas potentes y de largo alcance, alcance de vuelo de la aeronave y conectividad de red.

"Esas son cosas normalmente asociadas con los bombarderos de largo alcance", dice Stillion. "Así que tal vez nuestros futuros aviones de combate se asemejen a plataformas de ataque de largo alcance no tripuladas".

Es una posición interesante, que tiene sentido tanto técnico como fiscal. Los aviones no tripulados pueden hacer, y de alguna manera hacerlo mejor, todo lo que un avión de combate tripulado puede. Pueden permanecer en alto las 24 horas a la vez, mientras que los cazas tripulados se limitan a la cantidad de tiempo que un piloto puede permanecer en un asiento de la cabina abarrotado, varias horas en el mejor de los casos. Además, los drones no necesitan ser entrenados y entrenados, como lo hacen los pilotos. Y terminar esa práctica podría ahorrar mucho dinero.


El F-35 Lightning II utiliza 8 millones de líneas de código de software y puede alcanzar Mach 1.6.
Spencer Lowell

El costo del entrenamiento puede ser asombroso: la Fuerza Aérea gasta $ 14,183 por hora para volar un solo F-35A, de acuerdo con el presupuesto del Departamento de Defensa 2015. Eso es solo en el entrenamiento en tiempos de paz. Presupuestando 13 horas de tiempo de la tripulación por mes, lo que equivale a $ 2.2 millones por año, para el entrenamiento de un equipo. Cuando su programa de entrenamiento F-35 se ejecute por completo en unos pocos años, Luke tendrá 144 de esos aviones. Cada escuadrón en la base estará compuesto por 24 aviones con varios cientos de personal de apoyo. Cuando haces los cálculos, las personas son caras y poco prácticas.

***

Aunque muchos coinciden en que el papel de los aviones de combate y, en consecuencia, de los pilotos de combate, cambiará en el futuro, cómo se desarrollará eso es tema de debate. Stillion argumenta que el avión de combate de la próxima generación debería parecerse más a los bombarderos de ataque de largo alcance. Esos aviones son más grandes que los cazas, de lejos. Podrían llevar un equipo, uno incluso lo suficientemente grande como para intercambiar turnos, pero no tendrían pilotos de caza, per se. En cambio, el bombardero estaría equipado con misiles de largo alcance y un complemento de cuatro drones, cada uno de los cuales tendría su propio radar avanzado y misiles de mediano alcance.

En un futuro combate aéreo contra naciones como China o Rusia, Stillion imagina a esos drones volando en una línea de piquete en lo más profundo del territorio enemigo, y actuando como vigías. El atacante seguiría unas 100 millas detrás de ellos. La tripulación controlaría los drones y los usaría para duplicar el rango de detección del sensor del bombardero. Como lo representa Stillion, en un duelo contra ocho aviones de combate. En ese punto, el equipo de bombarderos dispararía misiles de largo alcance (buenos para cerca de 250 millas), eliminando hasta seis jets enemigos a la vez.

Stillion no está solo en la reinvención del combate aéreo. El sitio experimental Skunk Works de Lockheed Martin en California tiene docenas de técnicos que combinan sistemas no tripulados con inteligencia artificial. Su proyecto secreto Minion está desarrollando un dron de reconocimiento, como los drones avanzados de Stillion, que también atascaría el radar enemigo, lanzaría bombas guiadas por GPS y dispararía un microondas de alta potencia para desactivar la electrónica. "Podría proyectar hacia adelante donde hay un momento en el que puede reemplazar la capacidad cognitiva humana con inteligencia artificial", dice Bob Ruszkowski, director de dominación aérea avanzada y sistemas no tripulados en Skunk Works. Pero también cree que siempre habrá una necesidad de "una mezcla de personas tripuladas y no tripuladas trabajando juntas".

Los ingenieros de Northrup Grumman también se concentran en el problema. Su avión de combate no tripulado experimental X-47B ya ha realizado despegues y aterrizajes con éxito desde un portaaviones (así como también ha hecho reabastecimientos en el aire). La compañía cree que un dron de peleas de perros está a solo años de distancia.

Lo que podría retrasar el progreso son las cuestiones éticas que surgen cuando se habla de los aviones de combate de drones. "A veces la guerra se trata de romper cosas, y en ocasiones se trata de matar gente", dice Heather Penney, piloto de caza de la Guardia Aérea F-16 que desplegó dos veces en Irak. "Incluso con aviones piloteados remotamente, todavía hay humanos en el circuito. Independientemente de lo bueno que Siri pueda llegar a ser en su teléfono, no creo que nosotros, como sociedad, lleguemos al punto en el que confiemos en las plataformas armamentísticas para tomar decisiones autónomas sobre la vida y la muerte ".

Penney sabe que funciona bien. En la mañana del 11 de septiembre de 2001, como novato en la Guardia Nacional Aérea D.C., y su primera piloto de caza, se encontró en la Base Aérea Andrews despegando en un F-16. Sus pedidos ese día: Derribar el vuelo 93 de United Airlines, lleno de pasajeros y secuestradores, rumbo a la capital de la nación. Ella no tenía municiones. Más bien, se le encomendó una misión suicida: Ram el avión si fuera necesario. Los pasajeros terminaron tomando el vuelo ellos mismos.

"Nunca confiaremos en una plataforma de armas para tomar decisiones de vida o muerte".

Penney, que trabaja como director de los sistemas de superioridad aérea de la USAF en Lockheed, cree personalmente que el concepto de Stillion tiene mucho sentido. "Pero hay muchas cosas tecnológicas que van con él", dice. Entre los más importantes está el desarrollo de armas de energía dirigida: láser que viajarán a la velocidad de la luz para sacar aviones y destruir enlaces y comunicaciones de datos de red. Todas las naciones importantes -los EE. UU., China, Rusia, la mayoría de los países europeos- los están persiguiendo.

Entonces, si la mayor parte de su fuerza aérea está compuesta de drones, y dependen de enlaces de datos, y si el enemigo puede freír esos enlaces con un pulso eléctrico, entonces su dron dice: "Ya no estoy hablando con mi piloto; Voy a volar a casa porque eso es lo que estoy programado para hacer '", dice Penney. "Entonces el chico malo ni siquiera necesita derribarlo". El efecto es el mismo. Han ganado el espacio aéreo ".

Los pilotos reales, por otro lado, trabajarán hacia un objetivo de misión incluso cuando el espacio de batalla se degrade, dice Penney. "Pueden sentarse con elegancia, de manera e intención, y en la medida de sus posibilidades". Penney también cree que solo los humanos, no los zánganos, pueden descubrir cómo meterse en la cabeza del enemigo y meterse con él de una manera que lo paraliza. "Tu trabajo es crear confusión en el enemigo", dice Penney, "ponte en su línea para que tomes mejores decisiones más rápido de lo que él es, haciendo que se equivoque tras error". Por eso, dice ella, nada puede afectar al ser humano cognición. Hasta aquí.

***

Después de mi gira con Stenger, justo cuando el sol de Arizona está comenzando a calentar las millas de asfalto de Luke, me dirijo a un tramo de carretera recién pavimentado en un rincón de la base. Las cosas son tranquilas. Hay un raro descanso de tres días en el cronograma de vuelo y los equipos están aprovechando el tiempo de inactividad. A pesar del calor del mediodía, los equipos de aviadores juegan al voleibol en un foso de arena. Otros se sientan en mesas de picnic, a la sombra de los pinos, beben Coca-Colas y miran los juegos. La escena es tan directa de Top Gun que evoca una pista de acompañamiento de Kenny Loggins (aunque los aviadores corpulentos no tienen ninguno de los movimientos de Maverick e Iceman).

Cerca se encuentra un edificio de estuco de dos pisos con un atrio elevado y un techo inclinado que se asemejan a las alas de un jet. Recientemente construido, parece una escuela secundaria del sudoeste, pero es un centro de capacitación de $ 47 millones. En su interior huele a alfombra nueva y alberga unas 18 aulas, un auditorio con capacidad para 240 personas, una gran cantidad de cubículos aún por ser utilizados y, detrás de puertas de seguridad dobles fuertemente vigiladas, espacio para 12 nuevas, lo último en tecnología, simuladores de vuelo F-35 que cuestan $ 23 millones cada uno.


El Teniente Coronel Rhett Hierlmeier de la Fuerza Aérea entrena a los pilotos de combate de F-35.


El teniente coronel Rhett Hierlmeier dirige las operaciones del centro. El piloto de 38 años de edad solía volar F-15C Eagles fuera de Okinawa, principalmente alrededor del Pacífico y Guam y Japón, y más tarde F-22. Ambos aviones son aviones de combate aire-aire. "Así que en los últimos 10 años, realmente no hemos hecho mucho para que lo hagamos", dice, sentado en una oficina dispersa en el segundo piso, con vistas a docenas de cubículos vacíos. "Los despliegues fueron realmente sobre presencia, demostración de fuerza". Señala que la última vez que un piloto de caza de la Fuerza Aérea de Estados Unidos derribó un avión enemigo fue a finales de los 90, durante las Guerras de los Balcanes. "Con Iraq, esos tipos terminaron enterrando sus aviones debido a nuestra presencia superior", dice.

Un ex instructor de la Academia de la Fuerza Aérea, Hierlmeier voló el F-35 por primera vez tres semanas antes. Su trabajo aquí es entrenar a un cuadro instructor que luego puede entrenar a cientos de pilotos estadounidenses, así como pilotos de ocho países de la coalición que se han unido para comprar el F-35. Incluyen Australia, Noruega, Canadá, Turquía, los Países Bajos y Dinamarca. La clase actual es pequeña, incluyendo cuatro estadounidenses, tres noruegos y un italiano, pero crecerá hasta 300 pilotos cada año.

Hierlmeier me conduce a través de dos puertas cerradas y entra en una sala vertiginosa que parece sacada de un libro del Dr. Seuss: cada 15 pies aproximadamente, arcos asimétricos pintados en desorientadores rojos y grises, retroceden por el pasillo, flanqueados por luces azules de la policía. Hierlmeier no está seguro de por qué, pero parecen confundir a los intrusos. Desde altavoces ocultos, una canción de Thin Lizzy domina nuestra discusión: Las bebidas fluirán y la sangre se derramará / y si los niños quieren pelear, será mejor que los dejes. Cuando pregunto si es para amplar pilotos estudiantes, Hierlmeier, que habla en serio, dice: "No. Hay muchas conversaciones clasificadas que tienen lugar detrás de estas paredes. Está destinado a encubrirlos ".

Nos detenemos en una puerta doble del tamaño de un muelle de carga. Hierlmeier lo abre en lo que parece un paseo en un parque de diversiones. Una cúpula blanca, de 11 pies de diámetro, se encuentra en el medio de la habitación, rodeada por un enorme marco de acero y 25 proyectores de alta definición. Una réplica de la carlinga F-35 se encuentra en las pistas que desaparecen en la cúpula. Pregunto si puedo tomar una foto. No, dice Hierlmeier. Pero él sí me invita a sentarme en la cabina, cosa que hago. Es como estar sentado en un automóvil deportivo italiano de poca altura. Antes de que lleguen a pilotar un F-35 real, los alumnos pilotos primero deben pasar un mes en clase practicando en monitores de computadora con joysticks. Luego hacen 30 horas dentro de estos simuladores, cascos puestos. Esos cascos, hechos por el contratista de defensa Rockwell Collins, están hechos a medida para cada piloto y cuestan más de $ 400,000 cada uno. "Es como llevar una laptop en la cabeza", dice Hierlmeier sobre su poder de computación.


DENTRO DEL CASCO F-35

El casco Gen III, por el contratista Rockwell Collins, ofrece varias características nuevas, que incluyen: Seis cámaras externas alimentan el video a la pantalla facial, lo que permite a los pilotos ver a través del avión; un sistema de pistas permite a los pilotos apuntar armas con sus ojos; la visión nocturna incorporada permite ver en la oscuridad; y un sistema de advertencia de misiles explora tierra y aire, alertando a los pilotos de las amenazas.
Ilustración de Peter Sucheski

Los sims son la experiencia de realidad virtual más avanzada del planeta. Un piloto salta a la cabina y rueda hacia la cúpula de la pista. Charla. Charla. Charla. Una vez dentro, los proyectores disparan imágenes de nubes y sombras con calidad de Google Earth, montañas que pasan apresuradamente, barrios polvorientos a 30,000 pies de profundidad. Hay pistas de aterrizaje rurales, jets enemigos adelante y misiles zumbando a su manera. Es una vista envolvente de 360 ​​grados con efectos de sonido. Al igual que los propios F-35, los simuladores están conectados a un servidor de tierra seguro y vinculados entre sí. De esa forma, los pilotos pueden entrenar juntos, en cuartos separados, en misiones tácticas. Estos sims se vincularán algún día a otros simuladores de aviones de combate en las bases de entrenamiento de la Fuerza Aérea en los EE. UU.

Y ahí es donde se pone interesante. Hierlmeier es un estudiante de tecnología y creció leyendo ciencia ficción y viendo Stars Wars. De pie fuera de la cabina, mira hacia la cúpula oscura y dice que cree que un día combatiremos a nuestros enemigos desde dentro de una de estas cosas. Cuando pregunto qué va a tomar, dice rotundamente, "Ancho de banda".

"Espero que veamos un día en que el hombre no esté en la máquina, pero él está al tanto".

El ancho de banda es un gran desafío para la guerra en red. Y volar un avión no tripulado desde el suelo requiere enviar y recibir cantidades masivas de datos en tiempo real. Así que los ingenieros se centran en cosas como la mejora de la inteligencia artificial para que los aviones puedan actuar con más autonomía, reduciendo así el ancho de banda de comunicación. Si conseguimos que las máquinas piensen por sí mismas, podemos equiparlas con un objetivo de misión, reglas de enfrentamiento, escenarios de batalla, y luego enviárselos en camino. Solo solucionando los problemas de IA y autonomía de operaciones, y el procesamiento integrado, dice Ruszkowski, podemos "reducir la congestión de comunicaciones y el ancho de banda de uso". Skunk Works lo ha demostrado con sistemas automáticos de prevención de colisiones en tierra y evitación de colisiones aéreas. Si Ruszkowski y su equipo pueden extender esas capacidades a los cazas furtivos de la próxima generación, dice, sería un gran avance resolver el problema: "Creemos que esa es la base de los futuros sistemas militares".

Hierlmeier, flanqueada por un par de contratistas de Lockheed Martin y una persona de relaciones públicas de la Fuerza Aérea que toca su teléfono inteligente, se apoya en la cabina y considera ese futuro. "No quiero ser el tipo de la caballería del caballo al comienzo de la Primera Guerra Mundial", dice. "Espero ver un día en que el hombre no esté en la máquina, en el avión, pero el hombre está al tanto. Tenemos que abrazar eso. Veo un día en que conduces hacia esta cúpula y peleas la lucha desde aquí mismo ".

sábado, 27 de marzo de 2021

DARPA planea drones lanzamisiles aire-aire

DARPA está desarrollando un misil dron lanzado desde el aire que dispara misiles aire-aire.




"El programa LongShot cambia el paradigma de las operaciones de combate aéreo".

Por Jared Keller || Task and Purpose


El Departamento de Defensa está desarrollando actualmente lo que se puede describir mejor como un avión no tripulado de combate lanzado desde el aire que cuenta con su propio arsenal de misiles aire-aire y está diseñado para llevar a nuestros aviones enemigos a distancia.

La Agencia de Proyectos de Investigación Avanzada de Defensa (DARPA) anunció el lunes que ha otorgado contratos a General Atomics, Lockheed Martin y Northrop Grumman como parte de su programa naciente 'LongShot' para "desarrollar un nuevo UAV que pueda extender significativamente los rangos de participación, aumentar eficacia de la misión y reducir el riesgo de las aeronaves tripuladas ".

"Los conceptos actuales de superioridad aérea se basan en aviones de combate tripulados avanzados para proporcionar una capacidad de contraaire penetrante para lanzar armas de manera efectiva", dijo DARPA en un comunicado. "Se prevé que LongShot aumentará la capacidad de supervivencia de las plataformas tripuladas al permitirles estar a distancias de distancia lejos de las amenazas enemigas, mientras que un UAV LongShot lanzado desde el aire cierra la brecha de manera eficiente para tomar disparos de misiles más efectivos".

Traducción: los drones LongShot actuarán como la primera línea de ataque contra los aviones enemigos, atacando con misiles aire-aire desde distancias extralargas para reducir el riesgo de un contraataque contra los activos militares estadounidenses en el aire mientras se involucran en misiones especializadas hacia abajo. .

"El programa LongShot cambia el paradigma de las operaciones de combate aéreo al demostrar un vehículo no tripulado, lanzado desde el aire capaz de emplear armas aire-aire actuales y avanzadas", dijo en un comunicado el gerente del programa LongShot de DARPA, el teniente coronel Paul Calhoun. "LongShot interrumpirá las mejoras tradicionales de armas incrementales al proporcionar un medio alternativo para generar capacidad de combate".


Concepto artístico de LongShot UAV (DARPA)

El rango adicional ofrecido por el programa LongShot ciertamente resultaría un activo deseable para el ejército de los EE. UU.: como The War Zone señala correctamente, LongShot se produce cuando la Armada y la Fuerza Aérea están trabajando juntas para desarrollar el AIM-260, un nuevo modelo de largo alcance. misil aire-aire diseñado para ampliar el alcance de los aviones de combate tradicionales.

Pero en lugar de simplemente extender el alcance de un avión tradicional, el dron LongShot solo dispararía su arsenal de misiles cuando está relativamente cerca de un objetivo, minimizando la capacidad de un enemigo para evadir un arma entrante y aumentando enormemente la probabilidad de una muerte, una capacidad. detallado en la solicitud de presupuesto del año fiscal 2021 de DARPA.

“Un sistema aéreo que utiliza propulsión multimodal podría aprovechar un vehículo aéreo de menor velocidad y mayor eficiencia de combustible para el ingreso, al tiempo que retiene misiles aire-aire de alta energía para enfrentamientos con objetivos finales”, según la solicitud de presupuesto de DARPA.

“Primero, el sistema de armas tendrá un alcance mucho mayor que sus contrapartes heredadas para el tránsito a una zona de enfrentamiento. En segundo lugar, el lanzamiento de misiles aire-aire más cerca del adversario aumenta la energía en el vuelo terminal, reduce el tiempo de reacción y aumenta la probabilidad de muerte ".

LongShot no es el único pateador de mierda en el aire en la lista de tareas pendientes de DARPA: la agencia originalmente propuso el programa junto con GunSlinger, otro sistema de armas novedoso que se puede describir mejor como una ametralladora voladora no tripulada capaz de merodear por encima de los objetivos potenciales para las operaciones de contrainsurgencia. , apoyo aéreo cercano y compromisos aire-aire.

El programa LongShot requiere $ 22 millones en fondos para su primer año de desarrollo, según la solicitud de presupuesto de la agencia para el año fiscal 2021. Para obtener más información sobre el programa y su historia, recomiendo este gran artículo de nuestros colegas de The War Zone.


martes, 18 de junio de 2019

Firman acuerdo marco para el reemplazo del Rafale/Tifón

Acuerdo marco firmado en el Salón Aeronáutico de París para el Sistema de Combate Aéreo Futuro FCAS

Air Recognition


Los ministros Florence Parly (Francia), Ursula von der Leyen (Alemania) y Margarita Robles (España) firmaron hoy este acuerdo marco en Le Bourget, un verdadero compromiso legal para la construcción de un sistema completo de aviones de combate y aviones no tripulados, que entrará en la Fuerzas armadas para 2040. Esta firma materializa un paso clave en la construcción de la Europa de la Defensa, combinando excelencia tecnológica, voluntad política y cooperación industrial.



Acuerdo marco firmado en el Salón Aeronáutico de París para el Sistema de Combate Aéreo Futuro del FCAS La maqueta 1: 1 de SCAF se presentó este 16 de junio de 2019, en el Salón Aeronáutico de París (Fuente de la imagen: Reconocimiento Aéreo)

En esta ocasión, se presentó un modelo a escala 1: 1, que presenta la culminación del concepto y el trabajo de arquitectura de las industrias de Dassault y Airbus. La realización de las primeras elecciones importantes con respecto al luchador del futuro, no se trata de una simple visión artística, sino del resultado de las primeras decisiones tecnológicas tomadas entre los países involucrados.

Florence Parly, Ministra de Defensa francesa, da la bienvenida a esta firma: "Una prueba concreta de que Europa puede anticipar los principales desafíos estratégicos del mañana, el SCAF es una pieza importante en la forma en que podemos enfrentar los informes de fortaleza de la segunda mitad del Siglo XXI lo que está sucediendo hoy es histórico ".

El Sistema de Combate Aéreo del Futuro (FCAS) es un programa de desarrollo cooperativo europeo para un sistema de combate aéreo que combina en 2040 un nuevo avión de combate de sexta generación con una amplia gama de elementos interconectados e interoperables, como drones, y que hace un uso extensivo de la inteligencia artificial.


lunes, 17 de diciembre de 2018

USAF: El reemplazo del F-35 costaría 3 veces más (al menos)

El futuro caza de la superioridad aérea de la Fuerza Aérea de EE. UU. podría costar tres veces más que un F-35, advierte un estudio

Valerie Insinna, Business Insider



Diseño conceptual para un caza de superioridad aérea de sexta generación: F-X Diseño conceptual para un caza de superioridad aérea de sexta generación: F-X AFResearchLab / YouTube


  • La Fuerza Aérea está desarrollando un cazade superioridad aérea de próxima generación para garantizar que EE. UU. mantenga el dominio del aire avanzando.
  • Pero, el proyecto viene con un precio bastante alto: $ 300 mil millones, según la Oficina de Presupuesto del Congreso.
  • A ese precio, un solo caza de Combate Aéreo Penetrante, como se llama el proyecto, costaría tres veces más que un F-35A Lightning II Joint Strike Fighter.

Un nuevo estudio afirma que un jet de superioridad aérea de próxima generación para la Fuerza Aérea de los Estados Unidos, conocido por el servicio como Penetrating Counter Air, podría costar alrededor de $ 300 millones en 2018 dólares por avión, según la Oficina de Presupuesto del Congreso.

A ese precio, PCA sería más de tres veces mayor que el promedio del jet F-35A, que se establece en alrededor de $ 94 millones para capturar tanto el gasto de los lotes de producción temprana como la disminución del costo a medida que aumenta la tasa de producción, según el informe , que predice el costo de reemplazar el inventario de aeronaves de la Fuerza Aérea desde ahora hasta 2050.

Esta suma, aunque no es una estimación de costo oficial del Pentágono, representa la primera vez que una entidad gubernamental ha ponderado el precio potencial para la PCA.

La CBO estima que la Fuerza Aérea necesitará 414 aviones PCA para reemplazar los F-15C / D y F-22 existentes, los cazas actuales de la Fuerza Aérea orientados hacia el combate aire-aire. También supone que la primera aeronave entrará en servicio en 2030, según el deseo declarado del servicio de comenzar a desplegar PCA en ese período de tiempo.

La razón de la etiqueta de precio enorme?

Parte de esto se reduce al costo de la nueva tecnología.

"El avión PCA probablemente tendría un mayor alcance y capacidad de carga, así como capacidades mejoradas de sigilo y sensores que el F-22 de hoy; esas características lo ayudarían a operar en presencia de las defensas aéreas de gama alta que el DoD cree que China, Rusia , y otros adversarios potenciales pueden tener en el futuro ", afirma la CBO.

La otra razón se reduce a la historia.

La Fuerza Aérea no tiene un gran historial cuando se trata de producir aviones furtivos a los bajos costos inicialmente previstos por el liderazgo. Tanto el programa B-2 como el F-22 fueron truncados en parte debido al alto precio por avión, que a su vez contribuyó a que la tasa de producción nunca se acelerara hasta el punto en que los costos unitarios comienzan a disminuir. Los primeros años del programa F-35 también se vieron empañados por una serie de sobrecostos que finalmente llevaron al Pentágono a reestructurarlo.

"Contar con costos para la aeronave PCA puede ser igualmente difícil", señala el informe.

La Fuerza Aérea ha hablado poco sobre PCA desde el lanzamiento del plan de vuelo Air Superiority 2030 en 2016, que indicaba la necesidad de un nuevo avión de combate que estaría conectado a una familia de sistemas de otras tecnologías de guerra aérea, espacial, cibernética y electrónica. .

"Es posible que el reemplazo no sea una sola plataforma", dijo a Noticias de Defensa el general Dave Goldfein, jefe de personal de la Fuerza Aérea, este año. "Pueden ser dos o tres tipos diferentes de capacidades y sistemas. Y así, a medida que observamos la superioridad aérea en el futuro, asegurando que avanzamos para estar a la vanguardia del adversario, estamos analizando todas esas opciones".

Aunque el liderazgo de la Fuerza Aérea no dirá exactamente lo que está haciendo para desarrollar PCA o cuándo un nuevo jet podría estar en línea, claramente está haciendo inversiones. En el presupuesto fiscal de 2019, el servicio solicitó $ 504 millones para el "dominio aéreo de la próxima generación", su cartera de tecnologías y armas de combate futuras. La Fuerza Aérea espera aumentar la financiación a $ 1.4 mil millones en el año fiscal 20, alcanzando un máximo en el año fiscal 22 con un gasto proyectado de $ 3.1 mil millones.
Según el análisis de la CBO, la adquisición de nuevas aeronaves de la Fuerza Aérea podría alcanzar un máximo de alrededor de $ 26 mil millones en 2033, ya que el servicio compra tanto el F-35 como el PCA. Esos dos cazas, junto con el bombardero B-21, se espera que sean los principales impulsores de los costos, ya que las adquisiciones alcanzan su máximo nivel a mediados de la década de 2030.

"Aunque la Fuerza Aérea probablemente podría modificar tanto los planes de jubilación como los planes de reemplazo para suavizar el pico de 2033, los costos anuales promedio de adquisición de nuevos aviones seguirían siendo más altos que en el pasado reciente: $ 15 mil millones en el 2020, $ 23 mil millones en el 2030 y $ 15 mil millones en la década de 2040 ", señala el informe.

Lidiando con al próxima ola de reemplazos

Las estimaciones de CBO incluyeron 35 plataformas que reemplazarán a los sistemas heredados, con seis programas que representan más del 85 por ciento de los costos de adquisición proyectados citados en todo el informe: el F-35, PCA, KC-46A, B-21, el avión de carga C-130J, así como el reemplazo C-17 aún no anunciado.

El informe prevé un futuro en el que se permita a la Fuerza Aérea retirar todo su legado de caza y atacar aviones: el A-10, el F-15, el F-16 e incluso el F-22, en favor de tres aviones: el F-35, PCA y un avión de ataque ligero configurado para asumir misiones de baja amenaza.

La Fuerza Aérea aún tiene que decidir si comprar un avión de ataque ligero o cuán extenso puede ser su compra, aunque se espera que el servicio presente una solicitud de propuestas para fines de mes.

"La financiación para nuevos aviones de combate representa aproximadamente la mitad de los costos totales proyectados para la adquisición de nuevos aviones", afirma la CBO, y el F-35 será el programa más caro hasta el 2020 hasta que el PCA tome su lugar a principios de los 2030.

La Fuerza Aérea podría reducir los costos de varias maneras, aunque todas tienen importantes inconvenientes.

Por un lado, podría extender la vida de sus aviones de combate y de combate, y retrasar programas como PCA. Sin embargo, la CBO señala que "obtener piezas de repuesto puede ser difícil y costoso, y una flota renovada puede no proporcionar tantos aviones disponibles y con capacidad de misión como una nueva flota".

Si el servicio desea aumentar la disponibilidad de su inventario sin pagar el alto precio asociado con el desarrollo de un nuevo caza furtivo, podría retirar sus legados F-15 y F-16 y comprar nuevos. Esa opción es probablemente más costosa, pero resultaría en aviones que son más confiables.

La Fuerza Aérea también podría aplazar el programa de PCA y permitir la retirada de parte de su aeronave heredada, según la CBO.

Sin embargo, los líderes de la Fuerza Aérea sostienen que el servicio ya es demasiado pequeño, con la Secretaria Heather Wilson argumentando que la cantidad de escuadrones operativos debe aumentar de 312 a 386, un objetivo que requiere la compra de más aviones.

miércoles, 1 de agosto de 2018

Futuro sistema de combate: La llegada de la 6ta Generación


La llegada de la sexta generación

Defence Dog

Los aviones de combate de quinta generación, como el F-22 Raptor y F-35 Lightning, han proporcionado a los EE. UU. Un cierto elemento de superioridad aérea. A pesar de que el PAK FA de Rusia sigue en pruebas y las preocupaciones relacionadas con los motores continúan plagando el desarrollo de Chengdu J- 20 aviones, los observadores externos aún consideran que el F-35 es técnicamente el mejor avión a pesar de que los cazas de quinta generación aún están sentados en el contenedor y sin descansar en sus laureles, la Fuerza Aérea y la Armada de los EE. UU. Ya esperan el futuro. El F-22 Raptor y F-35 Lightning han sido revolucionarios en términos de su desarrollo como luchadores de quinta generación, sin embargo, el trabajo preliminar ya ha comenzado en el diseño y desarrollo de sus sucesores.

Primeras etapas

Los luchadores de sexta generación que se han denominado Next Generation TACAIR no están programados para entrar en servicio hasta el 2025-2030. La presolicitación revelada en noviembre de 2010 puso de relieve la necesidad de que tales aeronaves demuestren "capacidades mejoradas en áreas tales como alcance, persistencia, supervivencia, centricidad de red, conciencia sostenida, integración del sistema humano y efectos de armas". La presolicitación señaló además que cualquiera de estos sistemas "tendrá que contrarrestar a los adversarios equipados con ataques electrónicos avanzados de próxima generación, sofisticados sistemas integrados de defensa aérea, detección pasiva, autoprotección integrada, armas de energía dirigida y capacidades de ataque cibernético", destacando el entorno tecnológicamente avanzado que el ejército de los Estados Unidos espera enfrentarse en un futuro no muy lejano. La presolicitación provocó que varios fabricantes anunciaran sus intenciones, con Boeing's Phantom Works y Lockheed Martin's Skunk Works comenzando a lanzar sistemas de información que podrían desarrollar.

Estrategia futura

La compañía a entusiasmarse con el proyecto más, sin embargo, sigue siendo Boeing. Después de haber visto a su caza multipropósito X-32 siendo pasado por alto en el concurso Joint Strike Fighter, con el ejército estadounidense optando por el competidor F-35 de Lockheed Martin, Boeing está compitiendo para producir el sucesor de la F-35. Boeing's Phantom Works ha estado financiando el desarrollo de dicho avión, respondiendo a la solicitud de información de la Marina de los EE. UU. Sobre un nuevo avión F / A-XX que podría reemplazar su flota de Súper Hornets en la década de 2030. El avión regular de hornet será reemplazado por el F 35s entrante. sin embargo, no poseen las capacidades para reemplazar adecuadamente el avión Super Hornet más grande y, como tal. la Armada y Fuerza Aérea de los EE. UU. ha estado examinando sus opciones. Las propuestas de Boeing parecen haber sido bien recibidas, y EE. UU. Emitió una Solicitud de información en abril de 2012 con respecto al avión de concepto F / A-XX de la compañía. Boeing también ha ido más allá, proponiendo un reemplazo para el avión F-22 Raptor de Lockheed, que recién entró en servicio en 2005. Actualmente, el proyecto está limitado a imágenes conceptuales y la Fuerza Aérea de los EE. UU. Sigue sin comprometerse con ese tipo de proxenetismo, sin embargo, Boeing prevé el F / A-XX, FX y un posible vehículo aéreo de combate no tripulado (UCAV) que comprende una estrategia futura global para la USAF.



Una imagen conceptual de la propuesta de caza de sexta generación de Lockheed Martin. Cortesía de Lockheed Martin


Han comenzado a surgir imágenes conceptuales del caza de sexta generación F / A-XX de Boeing. Cortesía de Boeing

Estructuras más rápidas y más fuertes

Aunque la propuesta de Lockheed Martin sigue siendo conceptual, la compañía ha liderado llamados para una mayor velocidad, alcance, sigilo y estructuras de autocuración; desarrollos que requerirán avances en propulsión, materiales, generación de energía y tecnología de armas. Las estructuras de autocuración en particular tendrían una ventaja significativa sobre las aeronaves modernas, permaneciendo en el aire a pesar de haber recibido un gran fuego. La premisa de las estructuras de autocuración en los aviones no es, sin embargo, nueva. La discusión sobre dicha tecnología ha existido desde 2008, cuando los ingenieros aeroespaciales de la Universidad de Bristol (Reino Unido) desarrollaron un prototipo de sistema de autocuración inspirado en plantas y animales. El sistema tiene bolsillos de un sistema epoxi de dos partes, una resina epoxi y un endurecedor, que se instalan alrededor de partes vulnerables de la aeronave, como la parte inferior, las escotillas y los huecos de las ruedas. Si el área está dañada, el contenido del bolsillo se libera para formar un tapón temporal, lo que ayuda a que el avión funcione a pesar del daño. Aunque no está diseñado específicamente para su uso en aviones militares, sus posibles beneficios probablemente interesen a los diseñadores de futuras aeronaves militares. El armamento futuro también podría estar conformado por tecnología en desarrollo para aviones comerciales, con los militares deseosos de utilizar scramjets para la producción de misiles más rápidos. A pesar de no haber superado pruebas recientes, el scramjet X-51A Waverider de Boeing sigue en desarrollo ya que se espera que alcance velocidades hipersónicas cercanas a Mach 6, una velocidad a la que la tecnología convencional de defensa aérea no podría detener un misil. Es probable que los experimentos continuados con armas de energía dirigida y láser, utilizados para medidas defensivas y ofensivas, den forma a lo que los cazas de sexta generación están equipados.

Crítica temprana

A pesar de que dicho avión permanezca en las etapas conceptuales. no ha detenido a varios altos funcionarios cuestionando e incluso condenando dicho programa. Muchos funcionarios consideran optimista el desarrollo de un luchador de sexta generación en esta etapa, y muchos combatientes rivales de quinta generación como el Sukhoi PAK FA de Rusia y el Chengdu J-20 de China se consideran inferiores al popular F-35. Los detractores argumentan contra la viabilidad de un programa que la superioridad del F-35 podría considerarse innecesario. También se han impuesto críticas altisonantes al costo estimado del desarrollo y adquisición de dicho avión, con estimaciones que calificaron el programa con un costo superior a los $ 40 mil millones. Dado que el ejército ya está invirtiendo fuertemente en el programa de bombarderos de la próxima generación y que el gasto militar enfrenta crecientes recortes debido a diversas crisis financieras, es improbable que la financiación de esa escala sea bienvenida. El ex teniente del Cuerpo de Marines de los EE. UU., Emerson Gardner, le dijo a FlightGlobal su escepticismo respecto del programa F / A-XX y dijo: "No va a suceder. No hay dinero allí".

Otras críticas al programa incluyen una supuesta falta de compromiso con la variante del portaaviones F-35 después de una serie de problemas en su desarrollo, un problema que el ex vicecomisario de aviación George Trautman citó, diciendo a FlightGlobal: "Valora de algún modo la marina la falta general de compromiso de los aviadores con el F-35. Muestra cuánto están en la cama con Boeing para incluir a una gran cantidad de aviadores de la Armada retirados que trabajan para Boeing ". Aunque el programa en sí promete impulsar las capacidades de la Fuerza Aérea de los EE. UU. Y la Marina de los EE. UU. Más allá de lo que ya es superioridad aérea, la visión de Boeing de una estrategia integral para el futuro de los aviones estadounidenses aún tiene varios obstáculos que superar antes de que pueda considerarse factible.