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miércoles, 1 de mayo de 2024

Ases argentinos: Bernardo De Larminat, de Neuquén a enfrentar al Afrika Korps

El gaucho que combatió a los nazis. Creció en Neuquén, se hizo piloto de cazas y fue “as del aire” en la Segunda Guerra Mundial


Por: Claudio Meunier
Diario La Nación



La estirpe de un piloto de caza en el desierto, simbolizada en esta reconocida tomada a De Larminat para la propaganda aliada. (Archivo Claudio Meunier).


En la interminable espera, Bernardo De Larminat, busca sus cigarrillos. Sus dedos palpan un sobre, recuerda que debe abrirlo y leerlo. Lo extrae con su mano temblorosa, aún no se recupera por completo de su primer ataque de Malaria que ha sumido días atrás, su cuerpo, en un denso sopor de fiebre.
Abre el sobre y, con su boca, sostiene una pequeña linterna encendida. El mensaje, fechado el 25 de agosto en Londres, proviene del Consulado General Argentino. Lo invitan a continuar su trámite de prórroga al servicio militar obligatorio en Argentina. Ríe en voz alta, sus compañeros lo observan, no entienden qué le ocurre. Él sabe que en días u horas podría estar muerto. La vida de un piloto de combate en el desierto es breve, demasiado breve. Pero, adelantamos el final de la historia, Bernardo no morirá (tampoco realizará su servicio militar en Argentina).

 

Nota del Consulado Argentino en Londres emitida el 25 de agosto de 1942 que arribo a Egipto poco antes de comenzar la segunda batalla de El Alamein contra las fuerzas alemanas en octubre de 1942. (Archivo Claudio Meunier).


Nacido un 25 de diciembre de 1920 en Buenos Aires, Capital Federal, fue bautizado Bernardo Noel Marie De Larminat. Es hijo de Santiago De Larminat, un francés, pionero del desarrollo patagónico a comienzos del siglo XX.
Bernardo transita su niñez en la lejana Estancia Cerro Los Pinos, hogar de la familia, un paradisíaco terreno en la geografía de la provincia de Neuquén. Su vida, signada por la actividad rural lo mantiene alejado de cualquier contacto con la civilización. Y, menos aún, con la aviación.
La Segunda Guerra Mundial lo motiva. Principios de otros tiempos: hidalguía, representar a Francia mediante su voluntariado y la defensa de la democracia, por nuestro país, Argentina.
Decidido a convertirse en voluntario, intenta unirse a los argentinos que convergen hacia un campo de entrenamiento en Canadá donde se aglutinan los “Franceses Libres” del General De Gaulle.
Sin embargo, el buque de pasajeros que lo transporta alberga a otro grupo de argentinos idealistas con los cuales traba amistad y ellos, también van a la guerra a Canadá, pero con otro rumbo, a una escuela de vuelo.
El objetivo unánime del grupo es lograr el brevet y convertirse en aviadores de combate canadienses. Bernardo se une a la iniciativa y por primera vez en su vida piensa en algo que nunca ha prestado atención: volar.
Un diario de Toronto informa sobre los voluntarios argentinos que se suman al ejército canadiense para combatir en la Segunda Guerra Mundial
Aceptado en la Real Fuerza Aérea de Canadá, debe iniciar su instrucción de vuelo. Entonces descubre un escollo que no ha previsto, que le cierra el paso: no habla inglés. Pero su falta de conocimientos en el idioma le salvará la vida.
Mientras sus compañeros argentinos de raigambre británica avanzan con facilidad, Bernardo es enviado a tomar conocimientos básicos del inglés. Para su decepción, mientras se inicia como cadete de aviación, sus compañeros reciben sus alas de aviadores de combate y son enviados al teatro de guerra europeo.
Bernardo recién recibe sus alas de aviador el 6 de diciembre de 1941, unos meses más tarde que sus compañeros. Su instructor le sugiere:
-De Larminat, muy buen esfuerzo. No vaya a los bombarderos, sus compañeros argentinos han muerto casi todos en operaciones. No se haga matar, usted sabe qué hacer para evitarlo.
Los mejores promedios de cada promoción gozan de un beneficio único: pueden escoger la especialidad que quieren desarrollar. Volar cazas o bombarderos. Lo curioso es que la gran mayoría de las solicitudes son denegadas o reciben una respuesta contraria. Bernardo, que fue un cadete destacado, pone a prueba su suerte: solicita volar bombarderos. La respuesta no lo sorprende: su pretensión es rechazada y lo envían a entrenar como piloto de caza. La treta funciona.


Bernardo de Larminat nació en Capital Federal, pero fue criado en Neuquén. Participó en más de 300 combates, primero junto a la aviación canadiense y después con los “Franceses Libres” de De Gaulle


Despegue del Capitán De Larminat en un Spitfire Mk. VIII durante 1944 cuando era Jefe de Escuadrilla interino del escuadrón 417. (Archivo Claudio Meunier).


El 7 de diciembre de 1941, un día después de obtener sus alas, Bernardo es sacudido por una noticia que llega a través de la radio: la aviación japonesa consuma un ataque masivo sobre la flota americana amarrada en Pearl Harbour. Escucha el discurso del Presidente Roosevelt en el que declara la guerra a los totalitarios de Europa.
Bernardo se convierte en piloto de caza a sus 21 años y vuela uno de los aviones más avanzados de su época, el último grito de la tecnología, el mítico Spitfire. Dos años más tarde, después de recalar en distintas escuelas de vuelo perfeccionándose en combate aéreo, se moviliza primero a Europa y más tarde al norte de Àfrica. El 19 de abril de 1943, siendo un veterano del aire, algún milagro obra sobre él y esquiva su primer encuentro con la muerte (eterna y silenciosa compañera, lo acechará hasta el final de la contienda). Durante un vuelo de patrulla, su jefe de escuadrilla brama por la radio en un solo alarido.
-¡Media vuelta a la izquierda, cazas alemanes!
Bernardo responde a un instinto -mil veces ensayado- y realiza un violento viraje. Evade la lluvia de disparos que caen desde lo alto. Su compañero, que vuela delante suyo, no corre su misma suerte y cae derribado. Atrapado en su Spitfire. Bernardo observa a su alrededor, ha quedado solo, rodeado por al menos veinticinco cazas enemigos. Busca desesperado a sus camaradas, pero se han esfumado en el cielo. Los cazas alemanes ocupan su mundo: están abajo, arriba, por todos lados. Tira sobre uno de ellos y erra. Ataca a otro sin resultados. Son tantos, que puede elegir. Abre fuego sobre varios que corren rápido delante de su mira e impacta a uno de ellos.
Prácticamente al mismo tiempo, una fuerte explosión sacude su Spitfire. Siente un latigazo en su pierna izquierda que le arranca su pie en los pedales de control. Sí, ha sido alcanzado.


Bernardo De Larminat a bordo de su Spitfire realizando una patrulla sobre el desierto de Túnez. (Archivo Claudio Meunier).

Está rodeado, sobre territorio enemigo. Vuela cercado por cazas Messerchmitt 109, un avión que en manos de un buen piloto significa la muerte segura. Encerrado en una jaula invisible, Bernardo cree transitar sus últimos segundos de vida. Aprovecha la oportunidad, sabe que si disparan sobre su avión es probable que se impacten entre ellos. El capitán Gerhard Michalski, líder del grupo alemán, se da cuenta del desorden y de cómo el Spitfire se aprovecha de ellos en esos momentos. Ordena a unos pocos volar detrás del solitario Bernardo para derribarlo.
Pero el piloto argentino intenta su última maniobra antes de morir: simula perder el control de su Spitfire y se lanza en una alocada maniobra de espiral descendente. Michalski y sus pilotos observan la caída del avión que se sumerge entre unas nubes y luego desaparece. Bernardo emerge debajo de las nubes solo para sumar más desgracias a los hechos y retoma el control de su avión justo a tiempo, antes de morir incrustado contra una loma a la cual pasa rozando. Escapa a baja altura, alcanza la costa, sigue por las llanuras de Túnez, divisa un avión, es un bombardero alemán Stuka que realiza un vuelo de entrenamiento. Abre fuego y continúa sin poder ver qué le sucede a su adversario. Vuela a baja altura, las baterías antiaéreas del aeródromo enemigo cercano le disparan, también quieren acabar con su vida.
Bernardo logra arribar a la base, Goubrine, al sudoeste de Túnez, donde lo reciben sus mecánicos. Al detener el motor, escucha varios alaridos, los gritos se multiplican y crece su alarma. El tanque de nafta, que está ubicado delante la cabina, presenta un enorme orificio. De haber explotado, lo hubiera convertido en una masa de llamas. Tiene otro impacto sobre el motor, un tiro directo que lo hubiera hecho volar por el aire. Pero De Larminat, portador de la buena estrella del destino, evade la muerte.


Bernardo Noel Marie De Larminat a bordo de su Spitfire Mk.Vc mientras era piloto del escuadrón canadiense 417 que opero contra las fuerzas del Afrika Korps. (Archivo Claudio Meunier)


A sus 23 años, asciende a Jefe de escuadrilla. Guía al combate al selecto grupo de pilotos canadienses que apoyan con sus vuelos el avance del Octavo Ejército Británico. La muerte lo sigue y casi lo alcanza en 1944.
Todo concluye abruptamente cuando el motor de su Spitfire se detiene sobre el mar Adriático. Debe saltar en paracaídas, lo que traerá consecuencias para su físico. Al abrirse el paracaídas, su brazo se enreda y le provoca heridas de consideración. Cae en el agua. Por un momento, no consigue desabrochar su paracaídas, que comienza a arrastrarlo hacia las profundidades. Finalmente logra desprenderse y nada con un solo brazo. Un avión de rescate va en su búsqueda y todo concluye en un hospital, con un yeso. Durante su recuperación, recibe una mala noticia: los canadienses han decidido separarlo de las operaciones.
-Es suficiente, De Larminat: usted ha cumplido 300 misiones de combate. Puede volver a su hogar en Argentina o servir como instructor de vuelo en Canadá.
Rápido de reflejos, solicita la baja en la Fuerza Aérea Canadiense y, apelando a su origen francés, se enrola en la aviación francesa libre del General De Gaulle.
-Muy bien, De Larminat, dígame... ¿Qué puedo hacer por usted?, lo interroga el General Vallin, director de la Fuerza Aérea Francesa libre.
-Quiero volver a realizar misiones de combate, contesta Bernardo.
Vallin observa la intachable foja del guerrero argentino. Su experiencia en misiones de bombardeo en picada, sus tres derribos confirmados y otros dañados no lo hacen dudar a Vallin.
-Muy bien, De Larminat. Usted será Jefe de Escuadrilla y deberá operar en el avance sobre los Países Bajos contra los alemanes, responde Vallin.
Bernardo, entusiasmado por la respuesta, solicita unos días de licencia antes de unirse a su nuevo escuadrón, pues tiene un trámite que cumplir. El pedido es concedido.
Se presenta en el Consulado Argentino en Londres ataviado con el traje de salida de aviador para continuar con la prórroga al Servicio Militar Obligatorio en Argentina. El funcionario, avergonzado al observar sus tiras de capitán, lo invita un café y le sugiere:
-Por favor, olvídese del tema, hay varios casos, como el suyo, esto tendrá alguna solución.
Bernardo vuela como Jefe de Escuadrilla en el selecto escuadrón francés 341 compuesto por pilotos de su misma veteranía. Algunos de sus compañeros vuelan como él, sin interrupción, desde 1942. En esa misma unidad revistó el famoso voluntario franco brasilero y as de los cielos Pierre Clostermann. Bernardo será quien los guíe al combate. La muerte lo persigue y el 1 de abril de 1945 le tiende una nueva trampa. Pero De Larminat sabe lidiar con ella y, una vez más, la evade.
Luego de atacar un tren alemán detrás de las líneas enemigas, con fuego de cañón y bombas, los proyectiles antiaéreos nazis alcanzan el motor de su Spitfire que, averiado, se detiene. Bernardo sabe que no podrá volver a su base y que caerá tras de las líneas enemigas. Realiza un aterrizaje de emergencia con ruedas adentro. El caza se desliza sobre unos surcos, se lleva por delante un cerco, vuelan unos postes y, finalmente, su avión se detiene. Abre la cúpula de la cabina, se desabrocha los correajes y escapa del avión. Desecha su salvavidas amarillo que lo hace visible y desiste de incendiar el avión, como indica el protocolo, pues no quiere llamar la atención.


1954. Bernardo De Larminat en su medio natural, el campo y la Patagonia junto a su perro y un apero detrás suyo. (Archivo Claudio Meunier).


Algunos tiros pasan encima de su cabeza. Son los alemanes que disparan y convergen hacia él desde un bosque vecino. Bernardo corre hacia un zanjón lleno de agua, cruza un cerco de espinos y, cubierto de barro, llega a una casa solicitando auxilio. Una joven lo atiende, le contesta en perfecto inglés:
-Lo siento mucho, no lo puedo ayudar. Estoy sola.
Continúa su escape perseguido por el eco de la batalla. Se dirige hacia un bosque de pinos, donde se esconde. Divisa barriles de nafta escondidos entre los árboles y se altera. ¿Qué hace eso ahí? Observa con detenimiento, descubre tropas alemanas ocupando los anillos del bosque. Resuelve esconderse muy cerca de ellos. Jamás pensarán que un evadido al cual buscan, está a metros de su improvisado destacamento.
Bernardo, que en ese momento cuenta con 320 misiones de guerra piensa:
-Qué estupidez es haber llegado hasta acá para morir en tierra y aislado, sin que mis padres sepan que me ha ocurrido.
Permanece escondido en una cueva, cubierto con vegetación. Aguarda la noche para escapar al amparo de la oscuridad. Cuando emerge de su escondite, descubre que sus piernas están completamente dormidas y apenas le permiten mantenerse en pie. Si es descubierto, es hombre muerto.
Miembros de la resistencia holandesa lo descubren y lo evacúan. Vestido con overol de mecánico y una gorra vieja, camina por las calles rurales hasta llegar a un refugio donde quedará a resguardo, junto a otros aviadores aliados derribados y un marino alemán que ha desertado de la guerra. Días más tarde, a bordo de una bicicleta, simulando ser un poblador local, Bernardo cruza a tropas alemanas que se retiran de la batalla. Los soldados fatigados le hacen señas para que se detenga, le solicitan cigarrillos. Bernardo, con naturalidad, les habla en francés y les convida cigarrillos. Los saluda y continúa su camino hacia las líneas aliadas.
Guiado por la resistencia hacia un regimiento canadiense, es recibido con alegría. A pesar de sus protestas insistentes, le cortan de pelo, lo someten a fumigaciones frenéticas, le inoculan vacunas contra piojos y lo obligan a tomar una buena ducha para disipar la adrenalina en su cuerpo, luego de seis intensos días como evadido en territorio enemigo. En el campo aéreo de su escuadrilla hay festejos a su regreso. El capitán Andrieux le ordena tomar una licencia de vacaciones en Paris. Bernardo se niega. Solicita unirse a las operaciones de inmediato. Un día más tarde, encabeza nuevos ataques junto a su escuadrilla sobre el frente alemán.
No muy lejos de ese frente, su hermano Andrés -voluntario argentino al servicio de la Francia Libre- combate como tripulante de un tanque Sherman a las órdenes del General Leclerc. Al igual que a Bernardo, la buena estrella del destino lo convierte en un veterano sobreviviente de la Segunda Guerra Mundial.
Al capitular Alemania, el capitán Bernardo De Larminat recibe todo tipo de condecoraciones. Gran Bretaña le otorga la Cruz de Vuelo Distinguido. Además es consagrado “Caballero de la Legión de Honor” y recibe la Cruz de Guerra Francesa con cuatro palmas y siete citaciones del gobierno francés por su profesionalismo y devoción al deber en combate.
Feliz de haber evadido a la muerte día a día durante cuatro años, solicita su baja y retorna a su amada Patagonia, a su vida en el campo. Se siente un privilegiado por haber volado en uno de los mejores cazas de la Segunda Guerra Mundial. Bernardo decide que sólo volverá a volar como pasajero, en aviones de línea. Pero en dos oportunidades el destino lo vuelve a sentar frente a los comandos de un avión. La primera vez fue durante un remate de hacienda, en La Pampa. La firma consignataria lo transporta en calidad de pasajero. El piloto, al descubrir el interés de Bernardo por su avión, ya que no paraba de hacerle preguntas, lo invita a volar a su derecha, en el puesto de copiloto. Durante el vuelo, el avión ingresa a una zona de tormentas, el piloto se desorienta y pierde el control. De Larminat toma el comando, estabiliza el avión, le devuelve el control al piloto y le enseña algo aprendido en la guerra:
-¡Hombre! ¡Usted tiene que confiar ciegamente en sus instrumentos!


Bernardo De Larminat, junto a sus diez hijos. Criados en un ambiente rural continuaron el legado de su padre. (Archivo Mercedes De Larminat).


Una cruz en Neuquén, a la vera de un alambrado


Bernardo se casó con María Inés Teresa Francisca Cornet D’Hunval (Manina) y tuvieron diez hijos. Un matrimonio que vivió con el confort mínimo, en zonas rurales primitivas y alejadas de cualquier poblado. Sin comunicaciones y malos caminos, de esa forma se abrieron paso en la vida. A fines de los años sesenta, Bernardo se convirtió en vicepresidente de la Sociedad Rural de Choele Choel. Siguió trabajando el resto de sus días en el campo. Paso su últimos veranos en Tierra del Fuego. Luego de la esquila, le pedía el puesto de la Veranada en la cordillera a su hijo Eduardo. Con sus ochenta años a cuestas se iba a cuidar la hacienda que se arreaba allí, acompañado por algunas de sus hijas y nietos. No dejaba rincón sin recorrer. Cerros, turbales, cañadones. Dormía sobre el recado. Eran sus vacaciones, si alguna vez esa palabra estuvo en su vocabulario.


Manina y Bernardo, un matrimonio que, junto a sus hijos, reivindicaron con su ejemplo el trabajo ganadero y agrícola, sin descanso alguno, hasta sus ultimos días. (Fotografía Inés De Larminat).


Falleció el 6 de enero del 2010, a sus 89, años en Zapala. Fue sepultado en la Estancia El Bosque, El Huecú, Neuquén, junto a su esposa Manina, a la vera de un alambrado. Ese fue su deseo. Allí yace ahora, convertido en leyenda.
Respecto a su Servicio Militar Obligatorio, el gobierno de entonces decretó que a los pilotos voluntarios argentinos que combatieron junto a las fuerzas aliadas se los eximiera de tal obligación. Y no solo eso: la misma ley convirtió a Bernardo en Oficial de la Reserva en la Fuerza Aérea Argentina. Similar caso al de Claudio Alan Withington, un cordobés de Villa Huidobro que voló en la Segunda Guerra Mundial con la aviación británica (RAF) y que luego, en 1982, durante la Guerra de Malvinas, voló con la Fuerza Aérea Argentina.
.................Pero esa es otra historia...

jueves, 22 de abril de 2021

SGM: El blitz aéreo británico contra fuerzas del Afrika Korps en 1943

Cazas-bombarderos de la Fuerza Aérea del Desierto lanzaron en un "blitz aéreo" en El Hamma 1943

W&W


Halcones del desierto - Curtiss Kittyhawk
Artista: Roger H. Middlebrook GAvA

A principios de marzo de 1943, el teniente de vuelo Neville Duke del Escuadrón No. 92, 244 Wing RAF, que ya era un as desde 1942 con ocho victorias, reclamó seis más, mientras continuaba la lucha de DAF para afirmar su superioridad sobre las fuerzas aéreas del Eje. El 1 de marzo de 1943, Duke derribó dos Macchi C.202 y obtuvo cuatro victorias más en una semana. A veces parecía que la operación de cada escuadrón culminaba en un enfrentamiento de los combatientes opuestos.

En cada salida, cada piloto se enfrentó a una batalla privada, una batalla contra el miedo. Y al final de cada día, si había ganado esa batalla privada, y también una batalla contra un avión enemigo, sabía que no tenía fin. Cada piloto estaba sufriendo una tensión tanto física como mental. Una noche de buen sueño libre de pesadillas reviviendo el combate aéreo, o uno o dos días libres, podría aliviar la fatiga física. El estrés mental de muchos pilotos de combate a menudo aumentaba día tras día, sin importar qué. Todo hombre tenía un punto de quiebre en algún punto indeterminado, donde el tiempo libre para recuperarse era la única opción. Por supuesto, para tener esa oportunidad tenía que sobrevivir el tiempo suficiente. Hasta ese momento, Duke había hecho precisamente eso y mucho más.

Neville Duke, de Tonbridge en Kent, tenía veintiún años. A lo largo de sus días escolares había sido un entusiasta de la aviación y tenía la intención de postularse para una Comisión de Servicio Corto de la RAF cuando cumpliera los dieciocho. Esto lo hizo en junio de 1940 y en abril de 1941 se unió al Escuadrón 92 de la RAF, donde adquirió una experiencia invaluable volando como el No. 2 del Wing Commander A.G. "Sailor" Malan DSO DFC. Duke fue enviado por primera vez a Egipto en noviembre de 1941, donde se unió al Escuadrón No. 112 de la RAF que volaba P-40 Tomahawks. Después de 161 incursiones y 220 horas operativas, se le ordenó que asumiera las funciones de instructor durante un período de descanso y recuperación, antes de que, en noviembre de 1942, obtuviera un puesto en su Escuadrón 92 original, entonces con base en Gambut, Egipto.

Los días 19 y 20 de marzo, el 244 Wing voló en cobertura de escolta en apoyo cercano a los cazabombarderos que apoyaban al Octavo Ejército mientras avanzaba hacia sus ofensivas en El Hamma y Medenine. Unos días más tarde, Duke y sus compañeros pilotos estaban encantados cuando el 244 Wing recibió doce Spitfire Mark IX, incluidos seis para el equipo de combate polaco del Escuadrón No. 145 de la RAF y cuatro para el Escuadrón 92 de Duke. Fue oportuno, no solo para apoyar al Octavo Ejército que intentaba romper la Línea Mareth, sino también para contrarrestar la llegada del Focke-Wulf Fw190. Air Vice Marshal Broadhurst, que había sido designado para suceder a Coningham el 30 de enero, había persuadido a la RAF en el Reino Unido para que enviara algunos de estos últimos Spitfire. El Spitfire Mk IX tenía una velocidad máxima de 408 mph, una velocidad de ascenso más rápida y un techo de servicio más alto que el Fw190. Superaron a los cazas alemanes, cuyos pilotos creían que DAF había sido reequipado más ampliamente con Mk IX Spitfires.

Broadhurst en ese momento también tenía bajo su mando dos grupos de cazas estadounidenses, el 57 y el 79, ambos equipados con cazas Warhawk, el nombre estadounidense del P-40, más un grupo de bombarderos con el bombardero ligero B-25 Mitchell. Broadhurst persuadió a los dos grupos de cazas, aproximadamente equivalentes a las alas de la RAF, para que integraran sus operaciones con la Fuerza Aérea del Desierto bajo su mando. Para las batallas aéreas de Mareth, debido a la relativa inexperiencia de los estadounidenses en la lucha aérea o el ataque terrestre, una formación operativa típica era medio escuadrón de pilotos australianos en sus RAAF Kittyhawks liderando medio escuadrón de pilotos estadounidenses en Warhawks.

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En las montañas del norte de Túnez, el Primer Ejército continuó su lucha para hacerse con el control de las dorsales orientales de la cordillera del Atlas. Todavía estaban sufriendo los bombardeos y ametrallamientos enemigos, ya que la Luftwaffe y la Regia Aeronautica volaban fácilmente desde los aeródromos locales alrededor de Túnez. Durante el día, los cazas Bf109 y los bombarderos en picado Ju87 Stuka a menudo corrían a través de los valles, aparentemente a poco más de la altura de la copa de un árbol, disparando el transporte y cualquier cosa que se moviera.

Por el contrario, en el sur, debido a que DAF obligó a los blindados alemanes a retroceder y retirarse del Ksar Rhilane, al día siguiente, 11 de marzo, los franceses pudieron subir a sus posiciones. Desde la Línea Mareth, la 2ª División de Nueva Zelanda con otras fuerzas se dirigió hacia el oeste también sin sufrir ningún ataque enemigo, a pesar de las muchas millas de tráfico de redistribución, que habrían sido fácilmente observadas por las posiciones del Eje en las colinas. El dominio cada vez mayor del DAF, debido a su capacidad para operar desde aeródromos preparados apresuradamente, muy cerca del frente del Octavo Ejército, estaba permitiendo el reposicionamiento de las tropas terrestres con impunidad. Era una ventaja significativa sobre las fuerzas del Eje, y significaba que los planes del Octavo Ejército para un ataque flanqueando la Línea Mareth, a través de las Colinas Matmata, estaban encajando.

Después del éxito de DAF en Ksar Rhilane, se acordó que la Duodécima Fuerza Aérea de EE. UU. y el No. 242 de la El Grupo RAF de Argelia y Túnez se concentraría en bombardear los campos aéreos alemanes durante todo el día. El DAF se limitaría a apoyar de cerca al Octavo Ejército y su ofensiva contra la Línea Mareth, a través de una táctica de "gancho de izquierda" en el flanco occidental, hacia el oeste, así como un asalto directo en el este.



Durante la noche del 19 al 20 de marzo, la 50.a (División de Northumbria) y la 23a Brigada Blindada del XXX Cuerpo comenzaron a avanzar para el ataque frontal a las formidables defensas de la Línea Mareth en Wadi Zigzaou, cerca de la costa. Simultáneamente, 200 tanques y 27.000 soldados de la División de Nueva Zelanda y la 8 Brigada Blindada comenzaron el gancho de izquierda alrededor del extremo suroeste de la línea. Cuando los franceses construyeron las defensas de la Línea Mareth, pensaron que el terreno de esta área era demasiado difícil para que una fuerza considerable pudiera negociar. El 19 de marzo, los franceses libres habían tomado posiciones al otro lado de Wadi el Outio, al norte de Ksar Rhilane, de modo que durante la noche del 19 al 20 de marzo los neozelandeses bordearon el sur y el oeste alrededor de la línea Mareth y luego comenzaron a dirigirse hacia el norte hacia la brecha de Tebaga. .

Cuando las fuerzas del Eje en respuesta reaccionaron para apresurarse hacia el oeste para enfrentar la amenaza de flanqueo, en la noche del 20/21 de marzo, el Octavo Ejército montó un ataque frontal en el extremo oriental de la Línea Mareth. En apoyo, DAF inició el bombardeo del "servicio lanzadera" con bombarderos ligeros el 21 de marzo alrededor de Mareth. Durante el día, los cazabombarderos salieron en reconocimiento armado en busca de objetivos de oportunidad, y los destructores de tanques Hurricanes del Escuadrón N ° 6 de DAF hicieron su trabajo nuevamente al reclamar treinta y dos impactos en vehículos enemigos.

Cuando la 50ª División del Octavo Ejército tuvo que retroceder hacia el lado sur de Wadi Zigzaou el 23 de marzo, habían sufrido muchas bajas con algunas brigadas reducidas en un tercio. Montgomery ordenó a la 1a División Blindada reforzar la División de Nueva Zelanda, transfiriendo el ímpetu principal a su gancho de izquierda.

Habiendo visto que las fuerzas del Eje estaban siendo enviadas completamente a la batalla en el este, Montgomery ordenó que el ataque del flanco izquierdo avanzara hacia El Hamma. Si tiene éxito, este gancho de izquierda llegaría detrás de la Línea Mareth y obligaría al General Messe del Eje a retirar todas sus tropas hacia el norte. Mientras el primer ataque en el sector este de la Línea Mareth luchaba por lograr un gran avance, la 4.a División India y la 1.a Divisiones Blindadas se movieron hacia el oeste para reforzar la táctica de "gancho de izquierda" de Montgomery. La Luftwaffe, golpeada por la campaña de bombardeos contra sus aeródromos, no pudo atacar las millas y millas de columnas polvorientas. Confirmó que los aliados habían ganado la superioridad aérea, lo que permitió al Octavo Ejército redistribuir sus fuerzas sin temor a los ataques de la Luftwaffe.

El problema con la estrategia del "gancho de izquierda" era que las fuerzas del Eje estaban atrincheradas en posiciones fuertes en El Hamma, en el estrecho enfoque de Tebaga Gap. Los tanques del Octavo Ejército serían vulnerables a los cañones alemanes de 88 mm, que estaban bien atrincherados y letales contra los blindados. Un ataque frontal directo del Octavo Ejército podría ser un desastre.

Los neozelandeses fueron retenidos por posiciones muy fuertes del Eje, que comprendían extensos campos de minas y artillería excavada, en un desfiladero de 6.000 yardas de ancho llamado en código "Plum". El desfiladero de "Plum" corría entre Djebel Melaba en el borde norte de las colinas de Matmata y Djebel Tebaga, y las fuerzas del Eje también habían hecho uso de una muralla romana que cruzaba el valle.

La Primera División Blindada comenzó a seguir la pista ahora marcada por los neozelandeses. Se abrió camino a través de los bordes de las colinas de Matmata durante unas 200 millas, y tardaría dos días. Mientras tanto, los neozelandeses pidieron apoyo aéreo de DAF. Al mismo tiempo, existía la preocupación de que la potencia de fuego del 1.º Blindado cuando llegara fuera insuficiente, y el general Messe podría reforzar las posiciones del Eje mientras tanto. Montgomery y Broadhurst acordaron en principio que DAF montara una operación de ataque a tierra para abrir un camino a través de "Plum", que más tarde se denominará la línea El Hamma (o "línea de conmutación Mareth"). Una conferencia Army-Air celebrada el 24 de marzo acordó que, en lugar de bombarderos ligeros en los ataques en formación, se utilizarían cazabombarderos y ataques con ametralladora frente al ataque terrestre.

El éxito de DAF al atacar los blindados del Eje en Ksar Rhilane debe haber impresionado a los planificadores del Octavo Ejército. Por primera vez se decidió que cambiaría la función completa de ataque de DAF. En lugar de sus tácticas típicas de ataques contra columnas de suministro y vertederos, aeródromos y concentraciones de tropas, los cazabombarderos DAF realizarían salidas en estrecha colaboración con el ataque terrestre del Octavo Ejército. El plan era que los cazabombarderos Kittyhawk avanzaran bajo, bombardeando y ametrallando las líneas enemigas, en el camino directo y por delante de la 2ª Nueva Zelanda, la 4ª División de la India y la 1ª Divisiones Blindadas. En un terreno tan favorable para los defensores, era realmente la única esperanza para que el plan de Montgomery tuviera éxito.

El razonamiento para utilizar los cazabombarderos se basó en una serie de factores, incluida la tripulación de los bombarderos ligeros que no conocían la nueva zona de batalla, y que la eficacia del patrón bombardeo se puso en duda la lucha contra los objetivos atrincherados. Se pensaba que los cazabombarderos serían mejores para localizar las posiciones enemigas y su uso permitiría a los bombarderos ligeros continuar con sus incursiones nocturnas en el este. Quizás el factor más influyente fue que Broadhurst quería que los cazabombarderos, con sus bombas y cañones, realizaran un "bombardeo a baja altura".

La modificación de los cazas para que pudieran llevar bombas, ya sea bajo el fuselaje o las alas, en un papel de cazabombarderos, fue un desarrollo reciente. Fue controvertido, con argumentos contradictorios a favor y en contra. Volando con el Escuadrón 450 de la RAAF del Ala 239 de la RAF en ese momento, el Teniente de Vuelo Reginald "Rusty" Kierath de una zona rural en Nueva Gales del Sur, Australia. Kierath era uno de varios pilotos que habían volado un Kittyhawk en un papel de cazabombardero, conocido como Kittybomber, en la acción en Ksar Rhilane. La primera prueba de un Kittyhawk en tal función se llevó a cabo a principios de 1942 por un compañero australiano, Clive Caldwell, un as de combate con el Escuadrón No. 112 de la RAF. El 24 de marzo de 1943, la vida de las tropas de punta de lanza y el giro de la Línea Mareth dependieron de gente como Rusty Kierath y otros aviadores de DAF para ofrecer la vanguardia de la nueva táctica de apoyo aire-tierra.

Además de las consideraciones tácticas en tierra, había razones estratégicas inevitables para montar un bombardeo aéreo. Al no haber podido romper la Línea Mareth cerca de la costa en un ataque frontal, intentarlo de nuevo allí invitó a más derrotas y grandes pérdidas. El único otro camino posible era a través del desfiladero de El Hamma. Sin embargo, el Eje había podido reforzar sus defensas para hacer que la brecha de El Hamma fuera igualmente poco atractiva. Para satisfacer sus necesidades de suministro, el Octavo Ejército debe abrirse paso, seguir avanzando y llegar al puerto principal de Sfax, más arriba en la costa, para abrir un acceso más fácil a los cargamentos.

El punto fuerte de El Hamma se encontraba en un embudo de un valle, con posiciones de armas alemanas en las colinas a ambos lados, y protegido por minas e innumerables lechos de ríos secos. Se pidió a DAF que destruyera la trampa.

El plan propuesto para un "bombardeo aéreo" por DAF en apoyo del Octavo Ejército provocó una reacción de AVM Coningham, que ahora era AOC-in-C de la Fuerza Aérea Táctica del Noroeste de África (NATAF). NATAF comprendía la Fuerza Aérea del Desierto, el Comando de Apoyo Aéreo XXII y la Fuerza de Bombarderos Tácticos (TBF). Coningham se resistió a comprometer a los combatientes en importantes operaciones de ataque terrestre. Estaba en contra de la doctrina establecida de la RAF, debido al riesgo de perder un gran número de cazas y, en consecuencia, la superioridad aérea. Coningham envió a su personal aéreo superior para protestar con Broadhurst, quien no se detuvo. Con el respaldo de Montgomery, Broadhurst se salió con la suya.

Inmediatamente después de la conferencia Ejército-Aire del 24 de marzo, los cazabombarderos y los cazacarros Hurricanes atacaron los tanques y el transporte del enemigo, que se enfrentaban a los neozelandeses. También se puso en marcha de inmediato una planificación más detallada del "bombardeo aéreo" para romper la Línea El Hamma de las fuerzas del Eje. Con el estancamiento en Mareth, las Divisiones Panzer 21 y 164 de Infantería del Eje, ya en El Hamma, podrían ser reforzadas por Panzer 10 y 15. Los principales elementos del plan de apoyo aéreo elaborado para el bombardeo de El Hamma fueron:

25/26 de marzo: bombardeo nocturno en los cuarteles generales y centros telefónicos del Eje para mantener al enemigo despierto y confundido.

26 de marzo de 1530: Ataques a concentraciones de tanques primero por parte de los huracanes del Escuadrón N ° 6 de caza-tanques, seguido por dos escuadrones de cazabombarderos.

26 de marzo de 1600: Una andanada de artillería progresiva detrás de la cual la 8 Brigada Blindada y la infantería de Nueva Zelanda comenzarían a avanzar.

El aluvión progresivo crearía una línea de bombas en avance. De los dieciséis escuadrones de cazabombarderos disponibles para la operación, dos escuadrones a la vez bombardearían y ametrallarían las posiciones enemigas frente a la línea de bombardeo durante más de dos horas seguidas.

En el suelo, una gran letra E marcaba la línea de salida de la infantería, con humo rojo y azul al lado. A medida que las tropas avanzaban, indicaban sus posiciones con humo amarillo. Aunque esto sería útil para la artillería enemiga en las laderas del valle, existía una verdadera preocupación por evitar que el bombardeo golpeara a las tropas aliadas. Los neozelandeses proporcionaron ubicaciones de las posiciones de los cañones del Eje, que la artillería aliada apuntaría regularmente con proyectiles de humo para ayudar aún más a los bombardeos de los cazas DAF.

El plan de "bombardeo aéreo" requería ataques continuos de los cazabombarderos Kittyhawk, comenzando treinta minutos antes del ataque terrestre del Ejército, que se mantendrían en formaciones de dos escuadrones a la vez durante dos horas. ¿Podría funcionar esta nueva táctica revolucionaria? Para romper la Línea Mareth, el ataque de "gancho de izquierda" del Octavo Ejército debe tener éxito. Si las nuevas tácticas de DAF no lograban el efecto planeado, es casi seguro que el ataque terrestre sería repelido. Si fallaba, se necesitaría una ofensiva más prolongada para hacer retroceder a las fuerzas del Eje de la Línea Mareth. El compromiso del general Eisenhower con Londres y Washington derrotar a las fuerzas del Eje en Túnez para mayo de 1943 y los planes posteriores para la invasión de Sicilia quedarían en ruinas.

Para ayudar en los bombardeos de DAF, se desplegaron vehículos militares y de humo en los accesos terrestres: humo rojo y azul para el punto de partida, camiones dibujados en forma de letras de código para los pilotos de DAF, humo amarillo para las posiciones del Octavo Ejército y humo blanco proyectiles estallando en posiciones enemigas. Se instigó el primer experimento de comunicación inalámbrica Army / Air, utilizando tenientes de vuelo seleccionados con radios sentados en vehículos blindados en las líneas del frente.

En la mañana del 26 de marzo, las tormentas de polvo permitieron que las tropas de Nueva Zelanda y la 1ª División Blindada se concentraran para el ataque con buena cobertura contra los observadores enemigos. A las 15.30, en un cambio tardío, una ola no programada de bombarderos ligeros de 3 alas SAAF bombardeó posiciones enemigas. Cuando el polvo y el humo de esta incursión se despejaron, los Hurricanes antitanque del Escuadrón 6 entraron contra el Panzer 21. A pesar del intenso fuego antiaéreo no se perdió ningún avión.

A las 16.00, como estaba previsto, comenzó el bombardeo progresivo, con proyectiles de humo apuntados como indicadores de las posiciones de los cañones del Eje. Entonces las oleadas de Kittybombers comenzaron sus ataques, alrededor de 400 aviones de forma continua durante más de dos horas. Los escuadrones primero arrojarían sus bombas sobre las posiciones enemigas, luego se sumergirían nuevamente para atacar con cañones y ametralladoras. Al final de la embestida, las Divisiones 21 Panzer y 164 de Infantería habían sufrido pérdidas significativas de cañones de artillería y vehículos de "piel blanda", frente a trece Kittybombers perdidos.

Durante el 24 al 26 de marzo, día y noche, los ataques de bombarderos ligeros de DAF habían golpeado las posiciones del Eje una y otra vez al sur de El Hamma. En la tarde del 26 de marzo, a pesar de las limitaciones de servicio provocadas por esos dos días de vuelo bajo, DAF lanzó 412 incursiones en patrones de bombardeo contra las comunicaciones telefónicas enemigas. Antes de que las tropas alemanas pudieran comenzar a reorganizarse, los cazabombarderos DAF atacaron nuevamente, bombardeando y ametrallando a baja altura. La campaña de bombardeos de la DAF, que culminó con el ataque con un cazabombardero, logró plenamente su objetivo de mantener la cabeza baja del enemigo antes del ataque terrestre.

Al final del bombardeo aéreo, la 8 Brigada Blindada y la infantería de Nueva Zelanda atravesaron los campos de minas enemigos y las posiciones defensivas. La Primera División Acorazada realizó un avance considerable en las horas de oscuridad, para asegurarse de que las características naturales del valle no pudieran utilizarse para montar una emboscada a los tanques. Durante los dos días siguientes, las fuerzas del Eje lucharon contra las acciones de retaguardia, hasta que pudieron retirarse al norte con el 15º Panzer de Mareth. Además de destruir un gran número de armas, tanques y otros medios de transporte e imponer un número de muertos y heridos, el 28 de marzo los aliados habían tomado 700 prisioneros. El bombardeo combinado de DAF y artillería había cambiado la Línea Mareth, y las tropas del Eje no podían aguantar más.

DAF perdió diecisiete Kittybombers en la operación, de unos 400. Para lograr el gran éxito de romper la línea Mareth en El Hamma, fue una pérdida aceptable. Quienes participaron no tenían dudas sobre el valor de este uso innovador del apoyo aéreo. Sin embargo, la decisión de Broadhurst de utilizar cazabombarderos todavía fue criticada en círculos superiores. Quizás lo más importante fue la demostración que dio de cómo los cazabombarderos en apoyo cercano del ejército y el aire, donde las circunstancias eran favorables para su uso, podían cambiar el rumbo de la batalla en tierra.

A fines de marzo y principios de abril de 1943, las lluvias comenzaron a disminuir. La planificación y los preparativos estaban nuevamente en marcha para la ofensiva de primavera que tomaría Túnez. Con temperaturas en algunos días alrededor de un máximo de 25-28 ° C, permitió el avance de más tropas y suministros.

Al mismo tiempo que la infantería del Primer Ejército combatía en las montañas Oued Zarga en el norte, en el sur el 7 de abril los primeros destacamentos de vanguardia del Octavo Ejército del general Montgomery se pusieron en contacto con las principales patrullas del II Cuerpo de Estados Unidos. El movimiento de pinza aliado comenzaba a acercarse a las fuerzas del Eje. La velocidad era ahora fundamental en todos los frentes para aprovechar el cerco y evitar que el enemigo controlara su retirada y retirara sus fuerzas a Italia.

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La lucha por la supremacía aérea a principios de abril continuó sin cesar. Los escuadrones de DAF comenzaron a llegar al alcance de los aeródromos de la RAF en Túnez, y todas las fuerzas aéreas aliadas fueron puestas bajo el mando unificado de AVM Coningham. Se estaban explorando todas las vías para fortalecer la superioridad aérea y el Comandante de Ala Dundas del Ala 324 recibió órdenes de emprender una misión extraña. En el oasis de Bou Saada en el desierto, a unas 250 millas al sur de Argel, una unidad de la fuerza aérea francesa de Vichy permaneció aislada. Habían estado resistiendo todas las súplicas de colaborar con los aliados. Además de la oportunidad de agregar otro grupo del tamaño de un ala al poder aéreo aliado, había una demanda para eliminar cualquier amenaza que pudieran representar. A medida que los Aliados aumentaron la presión sobre el Eje y se acercaron a Túnez, lo último que necesitaban era un ataque deshonesto en sus áreas traseras por parte de pilotos descontentos franceses de Vichy.

Las órdenes de Dundas eran volar a Bou Saada y convencer al comandante francés de unirse a los aliados. Iba a ofrecerles la tentación de ser reequipados con cazas Spitfire. Para un vuelo largo sobre el desierto y las montañas del Atlas, y para evitar que uno de ellos tuviera que hacer un aterrizaje forzoso por problemas en el motor o algún otro evento imprevisible, se llevó a un canadiense, Jimmie Gray, comandante del Escuadrón No. 243 de la RAF. . En sus dos Spitfire finalmente localizaron la pista de aterrizaje, cerca de un asentamiento oasis. Las verdes palmeras y el blanco de las casas y el fuerte de la Legión Extranjera brillaban en la puesta de sol contra el desierto circundante. Mientras descendían, Dundas vio una figura emerger de una tienda y mirar hacia el cielo:

Le dije a Jimmie que siguiera dando vueltas mientras yo aterrizaba y rodaba. Lo llamaría si quería que me siguiera. Con mucha precaución, y un poco de temor, aterricé y me dirigí a la tienda. El hombre que había visto corrió hacia mí, saludando y sonriendo. Llamé a Jimmie y le dije que viniera. Nuestro comité de recepción de un solo hombre era un joven teniente de la Fuerza Aérea Francesa. Evidentemente estaba asombrado de vernos, pero fue cortés y amistoso.

Para mostrar su autoridad para negociar, Dundas se presentó al joven teniente francés como teniente coronel, acompañado del comandante Gray. El joven oficial francés estaba asombrado de que hubieran alcanzado rangos tan altos en su juventud y estaba muy envidioso. Luego llevó a Dundas y Gray a su cuartel general, donde conocieron al comandante francés, un importante de mediana edad. Sin preguntar el motivo de su visita, invitó a Dundas y Gray a cenar con él y otros oficiales franceses superiores. Durante la cena, el punto focal de la conversación fue el luchador Spitfire y su deseo de entrar en acción.

Tal vez fue el vino el que me influyó, pero decidí que eran el tipo de personas que queríamos con nosotros, y le dije a su CO que estaba autorizado para ofrecerles la oportunidad de venir y luchar junto a nosotros en la liberación final de Túnez. de la 'venta Boche'. Esta información despertó un gran entusiasmo, tal vez el vino también estaba trabajando en ellos ...

Al día siguiente, Dundas y Gray hicieron un vuelo de regreso sin incidentes a su base de operaciones, pero sin obtener ninguna indicación clara del comandante francés de sus intenciones. Se llevaron a cabo nuevas comunicaciones a un nivel superior entre las autoridades de la Francia Libre y los Aliados y, a su debido tiempo, los aviadores franceses de Bou Saada se unieron a la causa aliada. Obtuvieron debidamente sus Spitfires y fueron operaciones de vuelo en la batalla final por Túnez.

A pesar de la creciente evidencia de que el poder aéreo aliado estaba ganando la guerra aérea, para las tropas en tierra, para la mayoría de las cuales la fuerza aérea era una mano invisible, no estaba del todo claro dónde y cuándo llegaría una victoria final en Túnez. El problema seguía siendo: ¿cómo y dónde podrían atravesar los aliados para cerrar la trampa? En el extremo norte, en los accesos costeros a Bizerte, los estadounidenses fueron detenidos en puntos fuertes de montaña como Green Hill y Bald Hill. En el sur, la fuerza blindada del Octavo Ejército después del avance en El Hamma había sido neutralizada por las defensas del Eje en las colinas alrededor de Enfidaville al sur de Túnez.

En el centro norte, en el valle del río Medjerda, parecía haber habido pocos cambios desde diciembre. Al norte de Medjez el Bab, los alemanes estaban inmóviles. En crestas como Djebel Bou Aoukaz y Longstop Hill, resistieron obstinadamente todos los ataques del Primer Ejército de los Aliados. Dado que el terreno favorecía las defensas enemigas, el temor era que durante algunos meses el Eje pudiera librar una larga guerra de desgaste antes de sucumbir.