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jueves, 11 de julio de 2019

GCE: Walter Katz, el judío alemán que defendió Barcelona

El piloto alemán que protegió Barcelona

Un judío que huyó del nazismo, fue jefe de la escuadrilla de caza nocturna de la República, murió en 1938 en Seròs y está enterrado en Les Corts 

La Vanguardia


Puesta a punto. El Polikarpov I-15 de Walter Katz preparado por mecánicos en un aeródromo desconocido (Archivo)


Josep Playà Maset

Siempre se recuerda la ayuda de la Alemania de Hitler a Franco durante la Guerra Civil española, y especialmente los criminales bombardeos protagonizados por la Legión Cóndor sobre Gernika, Barcelona y otras ciudades. Pero hubo también ciudadanos alemanes que sirvieron como voluntarios a la República, y uno de ellos fue Walter Helmut Katz, de origen judío, que llegó a ser jefe de la escuadrilla de caza nocturna con la misión de defender a la población de Barcelona y el litoral catalán de los bombardeos, principalmente de la aviación italiana y alemana.

Se sabía que Walter Katz fue derribado el 11 de noviembre de 1938 cuando efectuaba un ametrallamiento a la cabeza de puente de Seròs (Segrià). Y que al día siguiente fue enterrado en el cementerio de Igualada, y más tarde trasladado al cementerio judío de Les Corts en Barcelona. Pero poco más. Han tenido que pasar 80 años para que finalmente se empiece a conocer su trayectoria vital y para que se le rinda un merecido homenaje.

Los historiadores lo describen como “el último aviador no español que murió en defensa de la República”

Durante esta pasada Semana Santa ha estado en Barcelona Sylvie Katz Crotti, sobrina de este piloto, para visitar por primera vez la tumba de su tío en Les Corts, en un sencillo acto con presencia de Sophie Karsenti, responsable de cultura de la Comunidad Israelita de Barcelona, y un reducido grupo de amigos. Posteriormente Sylvie acudió a la sede de la Asociación de Aviadores de la República (ADAR), donde recibió un diploma a nombre del teniente Walter Katz “en recuerdo de su lucha por la democracia y en reconocimiento a sus méritos por la defensa de las ciudades republicanas contra los bombardeos fascistas”.

Hasta ahora el nombre de este piloto era poco más que unas lí­neas en los diferentes estudios sobre la aviación republicana. Los historiadores David Gesalí y David Íñiguez lo citan como “el último aviador no español que murió en defensa de la República”, en su completo libro sobre La guerra aèria a Catalunya (1936-1939). Y otro historiador, Pierre Challier, se refiere a él como un “verdadero mito”, a partir del testimonio de otros pilotos. Pero la aparición de una maleta con cerca de 400 páginas de documentos ha permitido conocer su paso por España y sus vivencias durante este tiempo. De nuevo otra maleta que guarda la memoria del pasado. Como las maletas de los fotorreporteros Robert Capa y Agustí Centelles que aparecieron cargadas de fotografías. O la maleta del pedagogo y político Miquel Santaló, que se conserva en el Museu de l’Exili de La Jonquera. Desgraciadamente, otras maletas como las de Walter Benjamin y Antonio Machado, cargadas de manuscritos, se perdieron para siempre. La de Katz contenía la correspondencia manuscrita con su hermano Willi, que estudiaba en Francia, con sus padres y con otras personas, en varios idiomas, así como una veintena de fotografías y otra documentación (pasaportes, certificados, recibos...). Fue recuperada por su madre, Antonia Strauss, quien también tuvo que huir de los nazis, pasó incluso por el campo de concentración de Gurs, pero finalmente en 1942 logró con la ayuda del gobierno republicano español un visado y un billete de Casablanca a México. Embarcó en el Nyassa hacia Veracruz con otros exiliados catalanes, y así lo cuenta Artur Bladé Desumvila en sus memorias, donde la que menciona como madame Katz, la judía. Murió en México a los 86 años, pero la maleta regresó a Francia y quedó en manos de su otro hijo, Willi, de quien se sabe que se alistó en la división Leclerc y entró con ella en la liberación de París en 1944.

Y la casualidad hizo que Sylvie, a quien fue a parar finalmente la maleta, conociera a dos historiadores suizos, Renato Simoni y su mujer, Encarnita Riba, en realidad una aragonesa exiliada, estudiosos de la Guerra Civil y autores entre otros del documentado libro Queretes. La col·lectivització d’un poble aragonès durant la Guerra Civil (1936-1938).

“Esta información nos ha permitido completar la biografía de Walter Katz, y ahora estamos en contacto con la Universitat Rovira i Virgili y con la ADAR para su edición”, nos comenta Renato Simoni que estos días ha estado también en Barcelona. Él fue quien organizó la venida a Barcelona de Sylvie y el doble acto en la sede de la asociación y en el cementerio. Mientras Simoni y Riba rastreaban en archivos se toparon gracias a internet con un artículo en La Veu de l’Anoia, del historiador local Pere Guixà, quien buscando la fosa común de unos republicanos había descubierto la hoja del registro del cementerio de Igualada donde consta su entierro el 12 de noviembre de 1938 en el nicho n.º 3115, con un coste de 55 pesetas. Y también su exhumación al cabo de una semana, por 100 pesetas, para trasladar el cadáver a Barcelona, por las gestiones de la Comunidad Hebraica de Barcelona. El mando de la 3.ª Región Aérea de la Aviación Militar de Barcelona comunicaba a su hermano Willi que quedaba a su disposición la documentación personal y un billetero.

Era una de las piezas que faltaban por encajar. Otro hallazgo fue un reportaje del periodista y antiguo jefe del servicio de información de la subsecretaría de Propaganda en Barcelona José Carbó, publicado en México en El Popular, en 1942. En este artículo se explicaba como se había organizado la defensa nocturna de Barcelona. Eso es: defenderse de los bombarderos enemigos con aviones de combate que también volaban en la oscuridad. Para ello debían evitarse los reflectores para no ser un blanco fácil de los atacantes y al mismo tiempo intentar no sucumbir ante la propia defensa antiaérea. Y había que resolver otros problemas como los posibles choques en pleno vuelo entre aparatos leales o los aterrizajes en plena oscuridad. “Yo fui el único periodista español que logró el privilegio de pasar una noche entre los bravos pilotos de caza nocturna”, explica el periodista. Por las indicaciones parece que acudió a un aeródromo camuflado, probablemente el de El Prat de Llobregat (entonces llamado Canudas, en honor a uno de los pioneros de la aviación). Y quien le acompañó aquella noche fue Walter, a quien presenta de forma elogiosa. “Fue un héroe de la aviación republicana española. Era de origen alemán. Llevaba mucho tiempo viviendo en España y fue auxiliar de la cátedra de Derecho Internacional en la Universidad de Madrid. Antifascista ferviente, en cuanto empezó la guerra, Walter se alistó en la aviación. Él fue quien preparó y dirigió los vuelos de caza nocturna y quien llevó a cabo todos los estudios precisos para vencer las innumerables dificultades que presentan. Murió trágicamente”. La noche que el periodista estuvo con él, cuatro aviones republicanos a las órdenes de Walter evitaron el bombardeo sobre Barcelona. Cuando regresaron los pilotos de su misión, lo celebraron con una copa de vino. “Todos alegres, acaban de realizar una tarea de gigantes, tarea que, como dijo Walter, ha salvador la vida de muchas personas, sin que por ello den importancia a lo realizado”. El objetivo del reportaje era explicar a la población mexicana los peligros de los bombardeos de la aviación alemana toda vez que su gobierno le había declarado entonces la guerra.

El libro de Renato y Encarnita Simoni, que ya está prácticamente listo, explica que Walter Katz nació el 9 de junio de 1933 en Offenbach am Main (Hessen). Estudió en Friburgo y Munich y por motivos políticos tuvo que abandonar Alemania para continuar sus estudios de Derecho Internacional, primero en Ginebra y luego en España. Acudió a la Universidad de Verano de Santander, donde conoció al profesor Luis Recasens, que se convirtió en su mentor. Obtuvo la licenciatura en Derecho en Madrid con matrícula de honor y empezó un doctorado con una beca. En noviembre de 1935 accede a la nacionalidad española, por lo que tuvo que renunciar a la alemana. Se sabe también que en Barcelona hizo traducciones, trabajó un mes en el diario La Noche y frecuentó el Ateneo.

Al empezar la guerra, Walter se alista en el ejército republicano y sigue la formación de piloto en otoño de 1936. Pronto entra en combate en los frentes de Córdoba y Jaén y tras ser ascendido pasa a una escuadrilla de caza nocturna bajo las órdenes de Stepanov, un piloto ruso. Su militancia antifascista y sus contactos le llevan a establecer contactos con el diputado Olivier Lapie para desbloquear ayuda militar de Francia. Por la correspondencia con su madre se adivina que esta desconocía su labor como piloto y como ella le advertía para no ser instrumentalizado por los comunistas. Se sabe que él nunca se entendió con los asesores procedentes de la URSS y su formación estuvo al margen de los pilotos republicanos que acudieron a la escuela de vuelo de Kirovad, cerca de Bakú (Azerbaiyán). Su preparación para los vuelos nocturnos la hizo en la escuela del Carmolí, en Murcia. Según algunas informaciones, colaboró en la evaluación de pilotos extranjeros, entre ellos el americano Frank Tinker, futuro as de la aviación y amigo de Hemingway.

Durante la batalla del Ebro la patrulla nocturna, que había pasado a dirigir tras el regreso a la URSS de Stepanov, operaba en todo el litoral catalán despegando desde los aeródromos de El Prat y Sabadell para proteger las ciudades de los bombardeos generalmente procedentes de Mallorca. Su actividad fue intensa, como lo atestigua un registro publicado por otro experto en aeronáutica, Rafael A. Permuy, quien señala que sólo en el mes de octubre de 1938 intervino en 15 servicios de vigilancia.

La biografía de Walter se interrumpe el viernes 11 de noviembre de 1938, alrededor de las siete de la mañana. Ese día había salido del aeródromo de Bellpuig con su Polikarpov I-15, aparato más conocido con el sobrenombre de Chato, matrícula CA-155, junto con otro aparato conducido por el sargento López Fernández, para ametrallar las trincheras enemigas en Seròs, en el margen izquierdo del río Segre. En uno de esos vuelos rasantes fue alcanzado probablemente por algún disparo y ya no regresó. Parece que fue alcanzado cerca de Granyena de les Garrigues. Se desconoce como fue recuperado su cadáver, pero al día siguiente era enterrado en Igualada. El Diario Oficial del mismo día 11 publica una circular del Ministerio de Defensa Nacional por el que se resuelve otorgarle el empleo de capitán de Aviación por los servicios pres­tados.

Su sucesor al frente de la escuadrilla fue un piloto catalán, Josep Falcó, quien el 6 de febrero de 1939 participó en el último combate aéreo sobre el cielo catalán derribando al piloto alemán de la Legión Cóndor Friedrich Windemuth (y quizás también a otro, Hans Nirminger, episodio nunca confirmado del todo). Pero eso ya es otra historia, más conocida pero igualmente reveladora de aquel conflicto (véase La Vanguardia, 8/II/2009) y de sus implicaciones internacionales.

Renato y Encarnita Simoni están convencidos de que su libro Walter Katz, aviador al servicio de la República contribuirá a esclarecer este episodio de la aviación republicana y la poco conocida participación de voluntarios judíos en la causa antifascista.

martes, 27 de noviembre de 2018

GCE: Los niños catalanes contras las bombas nacionalistas

Dibujos contra bombas


El Born CCM expone 68 trabajos escolares realizados en 1938 por niños, víctimas de los bombardeos fascistas en Barcelona


José Ángel Montañés | El País

   
Uno de los dibujos expuestos en el Born CCM.


En Barcelona, durante la Guerra Civil, se experimentó con una nueva técnica de matar de forma sistemática: el bombardeo indiscriminado sobre la población civil; una práctica que lamentablemente se sigue produciendo en la mayoría de conflictos de la actualidad en la que ni los más vulnerables, los niños, se salvan. En marzo de 1938 la aviación alemana e italiana experimentó sobre la ciudad lanzando sus bombas que tuvieron como efecto más inmediato la destrucción generalizada y el fallecimiento de 875 civiles, de los cuales 118 eran niños, además de casi dos mil heridos. Al final fue uno de los bombardeos con más muertos durante toda la guerra en una sola incursión, tras el de la ciudad vasca de Guernica. Dos meses antes, el 30 de enero, ciento cuarenta y seis niños y niñas de cinco y trece años desayunaban en el comedor del convento de Sant Felip Neri, convertido en centro de acogida de la Generalitat. La mayoría eran de Alcalá de Henares, algunos de ellos huérfanos que formaban parte del millón de refugiados llegados de toda España a Barcelona. En un bombardeo murieron 42 personas, la mayoría niños que se habían refugiado en la iglesia.

Los niños vivieron y sufrieron la guerra tanto o más que los adultos. Y una de las formas de combatir las bombas que caían sobre sus cabezas fue la realización de dibujos que les sirvieran para llegar a entender, si eso era posible, tanta barbarie. El Born Centro de Cultura y Memoria expone en Una infancia bajo las bombas (comisariada por el historiador Jordi Guixé, hasta el 31 de marzo) una setentena de dibujos realizados por niños de Barcelona y otras poblaciones catalanas. Proceden del Grup Escolar Lluís Vives de Sants y del coleccionista Ramon Soley que los ha ido comprando en subastas.

Otro de los dibujos realizados por niños en 1938 mostrando la guerra.


Tras pasar por delante de una enorme foto de un grupo de niños en Sant Felip Neri, difícil de aguantarles la mirada sabiendo que muchos de ellos fueron asesinados pocos después, se exponen los dibujos llenos de emoción, realismo y sensibilidad, en los que los niños muestran sus miedos y vivencias provocados por la guerra.

Los dibujos, hechos dentro del marco de las escuelas con un claro sentido terapéutico y pedagógico, muestran escenas cotidianas como gente haciendo cola para poder comprar algunos alimentos básicos (en uno de ellos se ve una pelea de dos mujeres que se agarran por el moño), personas sentadas en el interior de un refugio, esperando a que cesen los bombardeos, combates aéreos entre aviones de los dos bandos, o el avance del ejército republicano en medio de las trincheras enemigas.

La exposición del Born con los dibujos de la guerra. J. Á. M.


Todos los dibujos están firmados por estos artistas infantiles que documentaron esta tragedia: “I. Gallofré, 14 años”, “Lluís Cervera, 12 años”, “Joan García, curso preparatorio”, “Gemma Vidal, 12 años”, “Manolito García, 5 años” y “Sócrates de Pablo Castaño, 12 años”. Pero los dibujos también tuvieron un claro sentido propagandístico y de instrumentalización para sensibilizar la opinión internacional y así poder obtener nuevos recursos para cubrir las necesidades de los niños y niñas refugiadas.

Memoria silenciada

Los dibujos forman parte de los 3.000 que se recogieron por el Comité Provincial de Cultura Popular con el objetivo de mostrar a la población los trabajos infantiles. Los pintaron niños entre cinco y 14 años. Otras entidades que pusieron en marcha iniciativas similares fueron la Spanish Child Welfare Association of America, la Red Support y las Brigadas Internacionales con la idea de apoyar las evacuaciones de niños españoles. Una parte de los dibujos se expusieron en diferentes muestras de Estados Unidos. Se editó un catálogo con prólogo de Aldous Huxley. También en Moscú mediante la Asociación Española de Relaciones Culturales con la URSS.

En la exposición pueden verse también fotografías protagonizadas por otros niños que sufrieron la guerra y elementos como un trozo de madera quemada recogida el 7 de enero de 1938 entre los restos de la Escola de Mar, proyecto modélico de pedagogía moderna que fue destruida por las bombas. “Los niños vivieron el terror masivo desde el aire. Vivieron la guerra y 40 años de dictadura. Son una memoria silenciada”, remarcó Gerardo Pisarello, primer teniente de alcalde de Ada Colau, durante la presentación.

Un niño de la guerra llamado Josep Guinovart La obra de Guinovart, en el Born CCM. J. Á. M.



La exposición del Born CCM permite contemplar una obra de gran formato de Josep Guinovart que sufrió dos veces el efecto de la guerra: en Barcelona y en Agramunt, donde se había refugiado con 11 años de los efectos devastadores de la aviación, pero que también fue bombardeada. De esta vivencia nació, en los años noventa, la pieza Des del Guernica, en clara alusión a la obra de Picasso.

La pieza se expone en la entrada del Museo de Historia de Catalunya desde que la cedió su autor, pero sin la intención con que la dotó Guinovart: pegada a una pared que solo permite verla desde enfrente. Ahora, por primera vez, puede cruzarse por su interior y contemplar su reverso lleno de frases del propio Guinovart en las que hace referencia a otros conflictos armados del planeta en el siglo XX. “Es necesario exponerla de forma correcta y digna”, comentó Maria Guinovart, hija del artista.