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domingo, 9 de marzo de 2025

Malvinas: El accionar de los Canberras (1/2)

Canberras detectados por la Flota (𝐩𝐚𝐫𝐭𝐞 𝟏)

𝘙𝘦𝘭𝘢𝘵𝘢𝘯: 𝘊𝘢𝘱𝘪𝘵á𝘯 𝘌𝘥𝘶𝘢𝘳𝘥𝘰 𝘎𝘢𝘳𝘤í𝘢 𝘗𝘶𝘦𝘣𝘭𝘢 (𝘱𝘪𝘭𝘰𝘵𝘰). 𝘛𝘦𝘯𝘪𝘦𝘯𝘵𝘦 𝘑𝘰𝘳𝘨𝘦 𝘚𝘦𝘨𝘢𝘵 (𝘕𝘢𝘷𝘦𝘨𝘢𝘥𝘰𝘳)
 

 


El 2 de Abril fue inmensa nuestra sorpresa y alegría. Apenas recuperados del evento comenzamos entusiasmados nuestras elucubraciones de combate. Con el 1er. Teniente Marcelo Adolfo Siri (Navegador) nos "fabricamos" el vuelo de Canberra hacia la zona de operaciones con el objeto de comprobar distancias y resultados de bombas y espoletas en el agua. Esto trajo aparejadas "cargadas" por parte de varios oficiales; era obvio nuestro interés por estar a la brevedad en la zona recientemente recuperada. Realmente era como el irresistible canto de la sirena.
Así lo hicimos, aterrizamos en la Base Aeronaval Trelew y fuimos recibidos con patriótica algarabía.
Efectuamos varios vuelos en el mar siguiendo distintos patrones de bombardeo y otras prácticas para ganar experiencia que no teníamos. Como siempre SIRI dio muestras de sus excelentes aptitudes como navegador y bombardero, aunque comencé a notar que le aquejaban terribles dolores. Pese a sus esfuerzos por ocultarlos, en ocasiones se le escapaban conmovedores quejidos. (Tenía una enfermedad incurable). Así esperábamos la hora del combate, pero la flota fue más lenta que su enfermedad. Iniciadas las operaciones y ocultando grandes sufrimientos, me pidió que lo llevara de cualquier manera hasta el avión y lo ayudara a atarse para poder ir al combate, a lo que no accedí ya que su aptitud física estaba marcadamente disminuida, el margen de supervivencia era nulo en caso de derribo y en el mejor de los casos su estado se agravaría. Lloró conmigo de impotencia, como el buen soldado que no puede defender lo suyo. Pocos meses después de finalizada la contienda, ya en conocimiento pleno de su enfermedad libró su última batalla con la misma voluntad de aquellos días. Es imperiosa la mención de estos antecedentes para valorizar la personalidad de este luchador. Vaya este pequeño homenaje para la "Lombriz" Siri y sus hijos, para que siempre sepan de su valor.
Ante la inminente llegada de la flota, constituimos las tripulaciones estables compatibilizando criterios de eficiencia, experiencia y afinidad. Durante el conflicto el 1er. Teniente Jorge Segat fue mi inseparable navegador. Por momentos nos sentíamos eufóricos y luego de investigar las capacidades del enemigo, evadíamos los análisis entregándonos aun campeonato de dardos, en el que el centro mosca era la imagen de la señora Thatcher. (Nada que ver con el vudú, solamente era una buena terapia). La espera era dura, me recordaba la imagen del padre frente a la sala de partos. La tensión creciente y el incremento de secreciones glandulares consecuentes produjo fenómenos extraños: el más fantástico fue que el "Gordo" Cardo (la mascota del grupo) adelgazara; otros que en sueños realizaban maniobras evasivas se rompieron la cabeza contra el suelo; algunos no dormían; se les caía el cabello y así variadas alteraciones fuera de lo común. El olfato nos dijo que esto se iba alargando, por lo que con Segat, Sproviero y otros fanáticos nos dedicábamos, metódicamente, de noche y fuera de alerta, fue a hacer gimnasia. Hoy sé que fue importantísimo su efecto en nuestros posteriores vuelos nocturnos "casi a ciegas", donde pudimos ver cosas adivinando. Según los expertos esto fue probable solo por poseer condiciones psicofísicas muy buenas. Como sello identificatorio y por mi afición al karate y a las pesas me quedó el apelativo: "Musculito".



El 26 de Abril se llevó a cabo la difícil e infructuosa misión de tres Canberras a las Georgias. Agregando el paulatino avance de la flota, se multiplicaban en nosotros las ansias de "la lucha justa" y también el miedo, por supuesto. No el miedo instintivo, ingobernable, sino el temor lógico al futuro de los hijos sin padre, a perder el numeral que confía ciegamente en nuestra pericia, o ser combativamente inferior al enemigo, o equivocarse en las decisiones, o no llegar al blanco, o bombardear propias tropas, etc.; y ¿por que no?, dejar este cuerpo material que, malo o bueno, es nuestro y nos acompañó unos cuantos años.
Fue posible vencer el obstáculo porque paulatinamente se nos fueron cayendo "los velos" y nos descubrimos a nosotros mismos. Supimos que amábamos la tierra de nuestros padres e hijos y que necesitábamos esencialmente del Principio y Fin de todas las cosas: Dios. No soy original en los conceptos, pero no me despreocupa el serlo, la historia del hombre es una viva reiteración.
Lo que sí me importa es rescatar algún valor que nos han prodigado estos jóvenes, fieles exponentes de la sociedad argentina que con sus pocos años y experiencias son educadores ejemplares de las cosas trascendentales. Ellos nos recuerdan que debemos ser el estandarte de la cultura Greco-Romana pura y no el apéndice putrefacto de la cultura del "Dios oro". Los cómodos y descreídos enjuiciarán esas abstracciones como "quijotadas", "tonterías", "utopías",
"ideales perimidos", o como quieran llamarles, pero jamás podrán con ellos.
Cuatro horas del día 1 ° de Mayo. El Mayor Vivas, jefe del Escuadrón, golpeando las puertas de los alojamientos gritó:
— ¡ Atacan Puerto Argentino !
— ¡ Arriba todo el mundo !
No quiero asegurarlo pero creo haber escuchado que alguno salió con una bota de vuelo dos números más chica y viceversa.
Las dos escuadrillas de alerta se subieron a los aviones quedando encerrados y atados. A fuerza de ser claro, debo decir que la imposibilidad de mínimos movimientos produce diversas molestias, en piernas, espalda, cuello, etc., que con el correr de las horas se hace dolorosa. A propósito de estos datos que he ilustrado fue que improvisamos una escuadrilla para relevar a los que llevaban largas horas en esa condición. Total era por un ratito... ¡ error !... a breves minutos de reemplazarlos, llegó la primera orden fragmentaria que consistía en dos salidas de tres aviones con 30 minutos de intervalo.
Salió la primera escuadrilla: "Ruta". Integrada por el Capitán Nogueira como jefe, Capitán
Sánchez, Navegador, Teniente Cooke - Capitán Lozano de No 2 y Capitán Rodino- 1er. Teniente
Dubroca de N° 3.
Nuestro blanco eran lanchas y tropas de desembarco al norte de la isla Soledad. Cumplido el lapso preestablecido decolamos como guía el Capitán Alberto Baigorrí con el Mayor Rodeiro, de numeral 2 el Teniente De Ibáñez con el 1er.Teniente Mario González y como numeral 3 quienes relatan. La estructuración de la Escuadrilla no fue azarosa sino que el guía debe ser el más experimentado, sucediéndole en aptitudes y comando el No 3, que a su vez brinda protección defensivo-evasiva a todo el grupo (en este caso el No 1 y 3 éramos jefe de escuadrilla titulares) y el numeral 2 que va colocado en el medio, es el piloto más "nuevo", que como tal debe ser cuidado.
Ascendimos alrededor de 10.000 metros, para ahorrar combustible, iniciando el descenso próximos a la zona de captación radárica del enemigo, para no ser detectados. Un dato de interés es que el avión Canberra; produce en el radar un eco exactamente tres veces más grande que un avión tipo Mirage y se percibe desde el doble de distancia en guales condiciones. Volábamos casi tocando el agua, el No 1 dejaba un torbellino de espuma en el aire. Bruscamente, por el alcance de las ondas de VHF (Radio) comenzamos a escuchar gritos entrecortados y luego más claros:
— ¡ Bien pibe, lo pusiste de traste, lo tumbaste !
Otro decía: — ¡ Me eyecto !
Otro: - ¡ Me dieron. No puedo tenerlo. Me voy a la isla!
Este último parecía ser el Capitán Nogueira (“Ruta”). Efectivamente lo era, por la poca visibilidad reinante, no vieron hasta estar demasiado cerca que el desembarco había sido rechazado y la flota había aproximado a la costa para proteger el repliegue. Así se encontraron con una pared defensiva entre ellos y el objetivo. Segundos más tarde vieron notables destellos que iluminaron dos fragatas y luego, como tomando forma de la nada, varios misiles de gran porte y color blanco que se orientaban hacia ellos. Milagrosamente, por haberlos visto salir, pudieron esquivarlos. Pasando dos de ellos entre los aviones. Se produjo entonces la ruptura (desprendimiento de los aviones) defensiva. Evidentemente varias andanadas de misiles salieron en su búsqueda, de los cuales uno detonó cerca de la puntera del ala izquierda del guía, volándola como si fuese de papel de cigarrillo. La proximidad al agua evitó el impacto directo pero la pérdida del control producida por la explosión convirtió al agua en un virtual enemigo, evitando por centímetros la fatal colisión. Recuperado el control, vio salir a su encuentro una sección de Harrier (P.A.C.) del portaaviones cosa que providencialmente lo hizo desistir de aterrizar en Puerto Argentino y le evitó correr la misma suerte que el Capitán García Cuerva (M-III).



El navegador Capitán Sánchez al sentir el impacto dijo:
— ¡ Me eyecto !
— ¡ No ! ¡ No ! ¡Para, quédate!
Ante la propia limitación por avería del "Palito" Nogueira , para acelerar adecuadamente y evadir los interceptores ordenó a sus numerales regresar a la base, quedándose él como señuelo. El "Pájaro" Baigorrí y yo lo llamábamos para saber de su suerte. De ese enlace y otros que se oían dedujimos que la sombrilla aérea de M-III regresaba al continente por combustible, dejándonos sin protección. Y que el desembarco inglés se había suspendido.
— ¿ Escuchaste Pájaro ?
— ¡Sí, le voy a preguntar al "Palito" !
— “Ruta – Rifle” (llamado de escuadrillas)
Sin recibir respuesta perforábamos lloviznas y nubes desgarradas. Ya ni nos acordábamos del temblor de las piernas; del baño turco, ni de las incomodidades del asiento.
Observamos con Jorge, que desde su cubil era "todo ojos", que el número 2, De Ibáñez, se desplazaba algunos metros hacia arriba, seguramente para aliviar la tensión extrema que provoca el volar tan bajo.
Lo llamé:
— ¡ Rifle 2; baje!
Momentáneamente descendió, aunque con tendencia a subir. Como los dos aviones de adelante, tenían espoletas que harían estallar sus bombas muy cerca mío, fui tomando la conveniente distancia para evitar sus esquirlas. Nos encontrábamos a 300 kmts del objetivo.
En ese momento algo indescriptible me impulsó a mirar hacia la derecha, forzando la natural posición del asiento.