

Primer viaje a Douchanbe (Tadjikistan).


Impresionante carga de armas... sin palabras
Link al Ministerio de Defensa galo
"(…) Me tocó vivir una circunstancia especialísima, un día que estábamos volando con un KC-130 Tanquero, reabasteciendo en vuelo a los Skyhawk. Fue el 8 de junio, la Fuerza Aérea se había empeñado atacando con singular éxito en Bahía Agradable. Quizá, en la más desafortunada misión llevada a cabo ese día, una de las escuadrillas de A4 Skyhawk (cuatro aparatos) fueron emboscados por patrullas de Harrier y tres de ellos fueron derribados, muriendo, lamentablemente, sus pilotos. El cuarto logra huir, era el teniente Sánchez, pero su avión se encontraba literalmente "cosido" a balazos, era un “colador” volando. El combustible se perdía rápidamente por los orificios de los tanques suplementarios, pero la prioridad del piloto era, salir de la zona del enemigo. Cuando pasaba sobre la Isla Gran Malvina, viendo que sus liquidómetros bajaban alarmantemente, comenzó a llamar para saber la ubicación del pesquero, que supuestamente debía estar a mitad de camino entre MLV y el continente, ya que su intención era eyectarse en la vertical del mismo pues no deseaba caer prisionero de los británicos.Conociendo por nuestro radar que tal buque no existía, puse rumbo a MLV, ya que cumpliendo la misión ordenada estábamos recostados sobre el continente fuera de la zona 'caliente', y le pregunté por su posición. Me dijo que la ignoraba, le pedí que la leyera en su navegador inercial y me contestó 'no tengo, soy estándar'. Le dije que se quedara tranquilo, que estábamos volando a su encuentro y ascendiendo para 9.000 metros; que me dijera qué autonomía calculaba tener, si tenía contacto visual con las Islas, velocidad indicada y nivel que estaba cruzando. Me contestó que como máximo de 15 a 20 minutos y que luego debería eyectarse. Con una confianza que no sentía me escuché decirle:'Quédese tranquilo que mientras esta 'chancha' (cariñoso apodo con que se identificaba a los aviones reabastecedores) esté en el aire, en el único lugar donde se bañará es en el Casino de Oficiales´. Como estelábamos, como el viejo avioncito de Safac, luego de un tiempo que pareció una eternidad, quiso Dios que nos viera y se pudiera acoplar con la manguera; a todo esto, nos habíamos acercado peligrosamente a las Islas pero la situación valía la pena.Con Gallegos a la vista y FL 300 2 se desenganchó y se dirigió al aterrizaje, cuando llegó al estacionamiento no necesitó parar el motor, éste se detuvo por falta de combustible. A todo esto, con el combustible que tuvimos que pasarle al A4 nos quedamos nosotros con lo justo para llegar a la Base, pero para completar un día "normal" se presentaron dos dificultades más. Cuando iniciamos el descenso y retrajimos las mangueras comprobamos que debido a la gran cantidad de tiempo que estuvimos transfiriendo combustible con 50 grados bajo cero de aire exterior, perdíamos combustible por las juntas del sistema de trasvase y corríamos serio riesgo de incendio. Hice deslizar el avión mientras descendíamos para alejar el combustible de los escapes y no tener que detener los motores de la banda izquierda. Afortunadamente cuando se descongeló el sistema, superamos el problema. Contentos porque había llegado el relevo y el FK-28 nos estaba esperando para llevarnos a Buenos Aires de descanso, iniciamos nuestras listas de chequeo para el aterrizaje. Para nuestra sorpresa y desventura, el tren de nariz permanecía obstinadamente trabado arriba, pese a nuestros esfuerzos en contrario. Finalmente bajó y pudimos descender, cuando se lo revisó se comprobó que el problema era debido a fallas de hidráulica por contaminación del líquido con agua, llegada al sistema solo Dios sabe cómo, y congelada por las bajas temperaturas. Estacionamos al lado del Fokker, bajamos los bártulos y a la pasada le entregamos nuestro avión a nuestro relevo, culminando así nuestra participación en lo que los británicos denominaron: El día más negro de la Flota. El 16 de junio, nos encontrábamos mi tripulación y yo, almorzando en el Casino de Oficiales de Comodoro Rivadavia y a la espera de empezar el repliegue de las unidades de combate a sus lugares de asiento natural. De pronto, se acerca a nuestra mesa un joven oficial con buzo de vuelo y pide hablar conmigo en privado. Me paro y vamos al hall de entrada, allí me dice: 'señor, Ud. no me conoce, yo soy el teniente Sánchez, el piloto que Ud. salvó cuando me fue a buscar a las Islas. Quiero entregarle algo que para mí, es lo más valioso que poseo en este momento y que me acompañó en toda la guerra', y se quitó un rosario que llevaba al cuello y me lo entregó diciendo: 'Señor Ud. es mi padre'. Ésa fue la única vez que no pude controlar las lágrimas y desde aquel entonces, ese rosario ocupa un sitio de honor en la oficina principal del Escuadrón C-130 Hercules”.