miércoles, 12 de noviembre de 2014

Biografía: La última salida

La última salida 

Por Richard Hillary 

 

Richard Hillary nació en Sydney, Australia, el 20 de Abril de 1919. Siendo un niño fue enviado a Inglaterra donde recibió su educación en colegios británicos. En 1938 se unió al Escuadrón Aéreo Universitario (sin haber culminado sus estudios en Oxford) y, luego de un tiempo de entrenamiento como piloto de combate, fue incorporado a la R.A.F. como miembro del Escuadrón 603. Combatió durante la Batalla de Inglaterra. El 3 de Septiembre de 1940, en pleno combate sobre la costa de Kent, su Spitfire fue alcanzado por las ráfagas de un Messerschmit Bf109. Su avión se incendió y, luego de algunas dificultades, Hillary logró saltar en paracaídas. Cayó sobre el Canal de donde fue rescatado por un bote de salvamento de Margate. De este enfrentamiento, Richard Hillary sufrió muy graves quemaduras en su cara y en sus manos, que precisaron varias intervenciones quirúrgicas de cirugía plástica. Fue durante su convalecencia que escribió el libro «The Last Enemy», donde relata sus experiencias durante la Batalla de Inglaterra. 
 
Richard Hillary nunca recuperó completamente el pleno uso de sus manos, pero se las arregló para retornar al servicio activo realizando un entrenamiento en vuelos nocturnos, a pesar de no hallarse totalmente apto para el combate. El 8 de Enero de 1943, Hillary falleció (junto con su navegante) cuando su avión se estrelló en un vuelo nocturno, precisamente. Faltaban tres meses para que cumpliera 24 años. 
El siguiente texto ha sido extraído de su libro «The Last Enemy» donde relata su vida como piloto, algunas de sus experiencias y, principalmente, su último combate. 

«Escuadrilla para el sur. Un automóvil vendrá a recogerlo a las 8 hs. Firmado, DENHOLM». Aquella fue la noche en que la guerra empezó para nosotros. 
En aquella época, los alemanes enviaban relativamente pocos bombarderos. Pretendían aniquilar nuestra aviación de caza y, desde el alba al crepúsculo, el cielo hormigueaba de Messerschmitt 109 y 110. 
Media docena de los nuestros dormían siempre en el campo de aviación para estar dispuestos a replicar a un ataque de madrugada. Esto suponía la obligación de levantarse a las 4 de la mañana, a fin de que una hora más tarde nuestros aviones estuviesen listos, con el oxígeno, los visores y las municiones comprobados. Los primeros «boches» se presentaban, generalmente, a la hora del desayuno, y a partir de ese momento y casi sin interrupción, permanecíamos en el aire hasta las 8 de la noche. Comíamos cuando podíamos, las habichuelas, el jamón y los huevos que nos enviaban del comedor de oficiales. Aquella mañana escuchamos la voz del oficial de control de vuelo: -Escuadrilla 603. Despegue inmediato. Diríjanse a la base de la patrulla. Recibirán instrucciones en vuelo- 
Inmediatamente echamos a correr hacia los aviones. Me encaramé a la carlinga del mío y tuve una sensación de vacío en la boca del estómago. Sabía que aquella mañana iba a matar por vez primera. No me pasó por la cabeza la idea de que yo mismo pudiera resultar muerto o herido. Más tarde, cuando empezamos a perder pilotos con cierta frecuencia, pensé en ello, pero nunca de un modo concreto y jamás durante el vuelo. Sabía que eso no me podía suceder. Trataba de imaginarme la cara del hombre que iba a derribar. ¿Sería joven? ¿Sería gordo? ¿Moriría pronunciando el nombre de su Führer o solitariamente, tomando conciencia de su individualidad en ese instante último? Nunca lo sabría. De una manera mecánica revisé mentalmente los mandos. Despegamos nuestros aviones uno tras otro. 
Los encontramos a 5.500 metros: 20 Messerschmitt 109, de morro amarillo, a quince metros por encima de nosotros. Nosotros éramos ocho. Cuando bajaron en picada nos pusimos en línea de combate para hacerles frente. Brian Carbury, que mandaba nuestra sección, puso su aparato en picada y casi noté el gesto del guía de la escuadrilla alemana moviendo la palanca de mando para situar a Carbury en su campo de tiro. En ese mismo momento, éste tiró también fuertemente de su palanca, y con un brusco viraje ascendente hacia la izquierda nos colocó por encima de ellos. En estos dos segundos vitales los alemanes perdieron su ventaja. Vi cómo Brian disparaba una ráfaga sobre el avión que iba a la cabeza y cómo el aparato daba media vuelta de campana: ya era mío. Maquinalmente moví hacia la izquierda el pedal del timón para colocarme en ángulo recto, coloqué el botón de tiro en posición de «disparo» y le solté una ráfaga en abanico de cuatro segundos. Pasó exactamente por mi visor y vi las balas trazadoras de mis ocho ametralladoras haciendo blanco. Durante un segundo mi enemigo pareció quedar suspendido en el aire. Luego surgió una llama y cayó lejos de mi vista. 
Durante los minutos que siguieron estuve demasiado atareado en preocuparme por mi seguridad personal como para pensar en nada; pero cuando nuestros adversarios interrumpieron el combate y recibimos la orden de regresar a la base, volví a pensar de nuevo en ello. 
Ya había sucedido. Sentí primero la satisfacción de haber realizado debidamente una tarea que era el resultado lógico de varios meses de entrenamiento. También tenía la sensación de que todo estaba conforme con el orden natural de las cosas. El estaba muerto, yo estaba vivo, y si hubiese ocurrido lo contrario, todo hubiese estado, igualmente, dentro del orden. Comprendí entonces la gran suerte del piloto de caza. Desconoce las emociones, demasiado personales, del soldado a quien se le ordena cargar con la bayoneta calada, y también aquellas, demasiado peligrosas, del piloto de bombardero, que, noche tras noche, debe sentir ese placer infantil de romper cosas. Las emociones de un piloto de caza son las de un duelista: frías, precisas, impersonales. Tiene el privilegio de matar limpiamente. Porque cuando sólo se puede escoger entre dar o recibir la muerte, considero que esto se debe hacer con dignidad. 
En el transcurso de esos meses de Agosto y Septiembre, nuestra inferioridad numérica fue tal que nos era prácticamente imposible efectuar un ataque en formación cerrada, salvo cuando teníamos la ventaja de la altura. Nos dispersábamos siempre al cabo de unos segundos, y el cielo ya no era más que un campo de batalla entrecruzado por las estelas de humo de los combates singulares. Regresábamos, pues, solitariamente a la base con intervalos de dos minutos. Al cabo de una hora, el tío George procedía a pasar lista para saber quién faltaba. A menudo, algún piloto telefoneaba diciendo que se había visto obligado a aterrizar en otro aeródromo o en el campo. Pero no todas las llamadas eran tan agradables. A veces un equipo de socorro comunicaba el número de un aparato derribado. El tío George lo anotaba y tachaba un nuevo nombre de la lista. 
La dura lección de los dos primeros días nos hizo ser más prudentes. Decidimos no volver a dejarnos sorprender por el enemigo en posición más alta que la nuestra y volar siempre por parejas, a fin de que si uno se lanzaba en picada sobre un adversario, el otro permaneciese a unos 150 metros por encima de su compañero para protegerle de un ataque por la espalda. 
A menudo los aparatos regresaban al aeródromo para volver a elevarse al momento; el tiempo preciso para que el personal de la base, que trabajaba con una rapidez admirable, los reaprovisionase de gasolina, oxígeno y municiones. 
Muchas veces nos era difícil, bien por el sol, bien por la altura, descubrir a los aparatos enemigos. En lo que a mí respecta, el sol constituía un problema particular. Llevábamos gafas negras, pero yo nunca las utilicé, porque me causaban una sensación de claustrofobia. Las levantaba siempre sobre la frente antes del combate. Esta costumbre y la de no usar guantes me iban a costar caro. 
En otra ocasión cometí la estupidez de volar solo sobre Francia. El cielo estaba completamente vacío, con la excepción de un Messerschmitt que regresaba a su base volando a gran altura. Hacía diez minutos que intentaba alcanzarlo, decidido a no dejarlo escapar. Pude colocarme, ¡por fin!, en buena posición, después de haber dejado atrás Calais, y estaba por abrir fuego, cuando percibí una escuadrilla de 12 Messerschmitt que se me venía por la derecha. Tuve mucho miedo, pero me dirigí inmediatamente hacia ellos y disparé contra su guía. Vi que sus balas trazadoras pasaban por debajo de mi avión y luego cómo se desprendía su cabina. Un instante después los había dejado atrás. No esperé a ver más y me lancé a toda velocidad hacia la costa inglesa, perseguido durante la mitad del trayecto por once aparatos alemanes. Aterricé más de una hora después que los demás, en el momento preciso en que el tío George terminaba de pasar lista. 
Una mañana (estábamos en Hornchurch desde hacía casi una semana) fui despertado, ya tarde, por el ruido de los aviones evolucionando en el aeródromo. La cosa me irritó porque me dolía la cabeza. 
Como había participado en todos los vuelos del día anterior, tenía la mañana libre y podía hacer lo que me apeteciese. Me vestí lentamente, me miré la lengua con toda calma ante el espejo y me dirigí al comedor de oficiales para almorzar. Llegué al campo alrededor del mediodía. El aire recalentado envolvía las cosas en un halo deformante, cuando empecé a cruzar la pista para dirigirme al lugar de estacionamiento de los aviones, que estaba al otro extremo del campo. No vi más que dos aviones en tierra y supuse que la escuadrilla había salido ya para cumplir alguna misión. Un camión me precedía. 
Entonces fue cuando oí la voz, siempre impasible, del oficial de control de vuelo, anunciando: -Una gran formación de bombarderos enemigos se acerca a Hornchurch. Se ordena a todo el personal que no realice algún trabajo de urgencia que se ponga inmediatamente al abrigo- 
Alcé los ojos. Todavía no se les veía. Tres Spitfire que acababan de posarse dieron media vuelta y pasaron a mi lado como una tromba para despegar con viento de popa. Nuestro camión, que seguía avanzando, había recorrido casi la mitad del camino; me pareció de pronto que estaba terriblemente lejos del área de estacionamiento. 
Alcé otra vez los ojos y esta vez los vi: una docena de enormes insectos brillando al sol y avanzando rectos hacia nosotros. Al oír silbar las primeras bombas encogí instintivamente la cabeza en los hombros. Con el rabillo del ojo vi a los tres Spitfire. Durante un momento se colocaron en formación cerrada a unos seis metros de altitud; un momento después se separaron como disparados por una catapulta. El que iba a la cabeza dio una voltereta y cayó boca arriba, arrastrándose por la pista con un ruido parecido al de una tela al desgarrarse; el segundo rozó la pista con un ala y giró alrededor de su hélice; mientras que el de la izquierda salía despedido, sin alas, e iba a caer en el campo próximo. Recuerdo haber pensado tontamente: «Es el vuelo más corto que se ha hecho jamás.» Luego tuve la impresión de que me arrancaban los pies y se me llenó la boca de tierra, mientras que uno de mis camaradas, Bubble, desde la entrada del refugio, me gritaba como un loco: 
-¡Corre, imbécil, corre!- 
Corrí. Comprendiendo bruscamente lo expuesto de mi posición, recorrí la distancia que me separaba del refugio como un cohete y penetré en él, mientras el suelo saltaba otra vez, cubriéndome de cascotes, y yo me daba de cabeza contra el marco de la puerta. Me derrumbé sobre un montón de grava y me puse a frotarme el cráneo. 
-¿Quién está ahí?- pregunté, tratando de ver en la oscuridad. 
-Cardell, tres de nuestros mecánicos y yo (dijo Bubble), ¡y además tú, por la misericordia divina!- 
Por el movimiento de sus labios vi que añadía otra cosa, pero como recrudecían los silbidos y las explosiones, no pude oírle. El refugio temblaba a cada estallido y el aire estaba lleno de polvo. Resistió, sin embargo. El estrépito se prolongó durante casi tres minutos y terminó de repente. Reinó un silencio mortal. Todo el mundo permaneció inmóvil. Ninguno de nosotros deseaba ser el primero en comprobar la devastación que debía haber afuera. Por fin Bubble exclamó: 
-¡Qué suerte no ser civil! ¡En mi vida he pasado tanto miedo como en este refugio! ¡Viva la aviación!- 
Esto desvaneció nuestra tensión y salimos. Las pistas habían sufrido enormes destrozos. Sólo se veían grandes agujeros y montones de tierra. Una bomba había caído cerca de mi Spitfire, cubriéndolo de arena y grava. Dije entonces a uno de los mecánicos que iban conmigo: 
-¿Quiere hacer el favor de decirle al sargento Ross que me envíe un equipo de revisión?- 
Hizo un gesto con la cabeza señalando a uno de los extremos del campo y respondió: 
-Será mejor que yo mismo reúna el equipo. El sargento Ross no hará, probablemente, más revisiones- 
Miré hacia donde había señalado y vi el camión grotescamente caído sobre un costado. Su techo había sido proyectado a una distancia de veinte metros. 
Me encaramé a la carlinga de mi avión y, sintiendo un vacío en el estómago, comprobé rápidamente los mandos. Bubble asomó la cabeza y dijo: 
-Vamos al comedor a ver qué ha pasado. Nuestros aparatos tendrán que aterrizar de todos modos en el campo de reserva- 
Le seguí. Encontré a los pilotos de los tres Spitfire indemnes, con sólo unos rasguños, a pesar de haber sido ametrallados por los bombarderos. El barracón de las «operaciones» estaba intacto, igual que los hangares. En el comedor únicamente dos ventanas habían sido arrancadas. 
El comandante de la base ordenó que todos los hombres y mujeres disponibles se pusieran a reparar el aeródromo; a las 4 hs. ya no se veía ni un agujero. Los sitios en donde habían quedado bombas sin explotar fueron balizados, y una doble hilera de banderines amarillo delimitó las pistas. A las 5 hs., nuestra escuadrilla, que había despegado del terreno de reserva a causa de una alarma, aterrizó sin incidentes en su base habitual. 
En resumen: este bombardeo, sumamente preciso, efectuado a 3.600 metros de altura y durante el cual fueron lanzadas varias rociadas de bombas, sólo nos costó los cuatro muertos del camión y una maraña de cráteres, que pronto fueron rellenados. Nada demostraba mejor la inutilidad de las tentativas del enemigo para destruir nuestras bases avanzadas de caza. 
Se me designó para tomar parte en la próxima salida. Para entonces ya estaba harto de descansar en tierra. Sonaron las 6 hs. y siguió pasando el tiempo. No se produjo ninguna alerta. Nos pusimos a jugar al póker y yo gané. Habíamos convenido que lo dejaríamos a las 7 hs. si no se nos había ordenado volar antes. Echaba continuamente miradas ansiosas al reloj de la pared. Nunca tengo mucha suerte con las cartas, pero cuando las agujas señalaron las 6,55 hs., empecé a creer realmente que mi suerte había cambiado. Exactamente en aquel momento, como por casualidad, se oyó la voz del jefe de control de vuelo: 
-Escuadrilla 603. Despegue inmediato- 
Corrimos precipitadamente hacia nuestros aviones; dos minutos después habíamos despegado y dimos dos vueltas sobre el campo para permitir que nuestros doce aparatos ordenasen su formación. Volamos en cuatro secciones de tres: Roja, a la cabeza; Azul, a la derecha; Verde, a la izquierda; y la última, protegiendo nuestra retaguardia sobre nosotros. Yo ocupaba el puesto número 2 de la sección Azul. Oímos aún la voz del jefe de control: 
-¡Oiga! ¡Jefe Rojo!- 
Siguieron las instrucciones de altura y ruta. Como siempre, volamos en dirección opuesta hasta alcanzar los 4.500 metros. Dimos entonces media vuelta, ascendiendo a todo gas para no estar en el sol, y alcanzar la altitud deseada. 
Durante toda esta maniobra, Denholm, nuestro jefe de escuadrilla (el “tío George”), permaneció en comunicación con tierra. Debíamos interceptar el paso a una veintena de cazas enemigos, que volaban a 7.500 metros. Lancé una mirada a Peter y vi que sus labios se movían. Estaba cantando, como de costumbre. Lo hacía algunas veces sobre su aparato emisor, de suerte que una interpretación un tanto gangosa de «Night and Day» se mezclaba extrañamente con las instrucciones que nos llegaban desde tierra. En ese mismo momento oí en mis auriculares la voz de los alemanes que conversaban animadamente desde sus aparatos. Esto ocurría en algunas ocasiones, y cada vez nos daba la impresión de que estaban sobre nosotros, cuando la mayoría de las veces se encontraban aún bastante alejados. Puse mi aparato en «emisión» y empecé a gritar: -¡Métete la lengua en el c...!-, así como todas las demás invectivas de mi repertorio germánico. Con gran alegría oí replicarme a uno de ellos: -¡Cerdos ingleses!- ¡Les vamos a enseñar cómo se habla a los alemanes!- Tal vez no se me dé crédito, pero varios de mis camaradas lo oyeron también. 
Miré hacia abajo. Bajo un cielo completamente despejado, la campiña inglesa, muy lejos bajo mis pies, se extendía hasta el infinito, ofreciendo al sol poniente, una extraordinaria sinfonía de tonos verdes y purpúreos. 
Dirigí la mirada al altímetro. Estábamos a 8.400 metros. En aquel momento, Sheep gritó: -¡A ellos!-, y se deslizó lentamente, adelantándose al tío George, en dirección al enemigo: 
-Perfecto. En línea de combate- 
Me puse detrás de Peter y vi, a mi vez, a los alemanes a unos 600 metros debajo de nosotros. La situación, por una vez, era agradable; pero debían habernos descubierto ellos también, porque adoptaban una formación de defensa en círculo, uno tras otro, que es bastante difícil de forzar. 
-¡Escalonados a la derecha!- ordenó la voz del tío George. 
Nos desplegamos en abanico en la dirección indicada. 
-¡Me lanzo en picada!- 
Nos lanzamos en picada a todo gas, uno tras otro. Escogí un objetivo y puse el botón del disparador en «tiro». Cuando estuve a 300 metros de él, el alemán surgió en mi visor. A los 200 metros lancé una ráfaga de cuatro segundos y vi cómo las balas trazadoras penetraban en su morro. Luego efectué una recuperación tan brusca, tan brutal, que sentí que los ojos se me metían en el cráneo. Al iniciar un viraje ascendente pude comprobar que habíamos roto su formación. Varios aviones habían sido abatidos. Me figuré que yo había derribado alguno, pero aquella recuperación no me había permitido comprobarlo. A mi izquierda vi cómo John atacaba de frente a un Messerschmitt. Los dos aviones se lanzaban el uno contra el otro, y sus respectivas balas parecían hacer blanco. Luego, en el último momento, el alemán inició una subida y recibió los disparos en pleno vientre. Se puso boca arriba, surgieron unas llamaradas amarillas de su cabina y desapareció. 
El cielo, que hasta entonces había estado lleno del tumulto de los aviones, quedó vacío de golpe, y todo fue silencio. Me di cuenta de mi fatiga. Tenía mucho calor. El sudor me chorreaba por el rostro. Pero no era el momento de enfrascarme en vanas reflexiones: no era prudente quedarse allí, volando solo. 
Todavía me quedaban municiones. Decidido a no regresar a nuestra base sin haberlas utilizado debidamente, lancé una mirada a mi alrededor para tratar de ver a alguno de mis camaradas. Distinguí una formación de unos cuarenta Hurricane que patrullaba a 6.000 metros, por encima de Dungeness, a unos 1.500 metros de distancia. Me dirigí hacia ellos, considerando que si los alcanzaba estaría seguro. A unos 200 metros del aparato de cola miré hacia abajo y vi, a unos 1.500 metros, otra formación de 50 aparatos que volaban en la misma dirección. Era ésta una astucia habitual de los alemanes, la de escalonarse así a distintas alturas, y me alegré al ver que nosotros adoptábamos también la misma táctica. Pero de súbito tuve el convencimiento de que nosotros jamás hubiéramos podido juntar tantos aviones en un mismo punto. Miré con atención al aparato que iba siguiendo y distinguí con claridad la cruz gamada. Nadie parecía preocuparse de mi presencia. Tenía el sol a mi espalda. Se me presentaba una magnífica oportunidad. Me aproximé hasta 150 metros y lancé una ráfaga de tres segundos al aparato de cola. Se puso boca arriba y cayó en barrena. Como un estudiante que acaba de hacer una diablura, miré a mi alrededor: no hubo ninguna reacción. Tal vez podría haber repetido la cosa con el avión más próximo, pero tuve la sensación de que no debía tentar a la suerte. Di media vuelta de campana y puse proa a la base, donde me enteré, lleno de rabia, que mi camarada Raspberry se había apuntado tres aviones derribados, como de costumbre. 
Agosto iba acercándose a su fin, sin que el enemigo disminuyera su ofensiva. La escuadrilla no daba, sin embargo, la menor señal de fatiga, y por mi parte me sentía muy feliz. Esto era lo que había estado esperando durante cerca de un año y no me sentía decepcionado. Si algo experimentaba, era más bien una sensación de alivio. No nos quedaba tiempo para reflexionar, ya que cada día surgían nuevos combates. Como las emociones cotidianas eran más que suficientes, nadie pensaba en el porvenir. Al llegar la noche, nuestra mente se apagaba igual que una bombilla. 
Despuntó gris y triste el alba del 3 de Septiembre. Una ligera brisa rizaba las aguas del estuario. El aeródromo de Hornchurch, a 20 kilómetros al este de Londres, estaba recubierto, como de costumbre, por una bruma amarillenta, que ponía una nota siniestra en las siluetas borrosas de nuestros Spitfire, distribuidos alrededor del campo. 
Llegamos a la pista a las 8 hs. de la mañana. Durante la noche habían metido nuestros aviones en los hangares. Todo el material había quedado al otro extremo del campo. Yo estaba preocupado. Nos habían bombardeado días antes y, desgraciadamente, la nueva cabina instalada en mi aparato no corría por su ranura. Temía, teniendo en cuenta la reducción de personal y la falta de herramientas, que se quedase así, y en ese caso me sería imposible saltar a toda prisa del avión en un momento dado. Milagrosamente, el tío George apareció con tres hombres provistos de una gruesa lima y de grasa lubricante. El cabo ajustador y yo nos pusimos a toda prisa a trabajar en la recalcitrante cabina, turnándonos, limando y engrasando, engrasando y limando, hasta que al fin empezó a resbalar por la ranura, pero con lentitud desesperante. A las 10 de la mañana se disipó la bruma y apareció el sol, pero la cabina seguía atascándose en la mitad de su recorrido. A las diez y cuarto sucedió lo que estaba temiendo hacía una hora. Con su voz impasible, el jefe de control anunció en el altavoz: 
-Escuadrilla 603, despeguen y diríjanse a la base de patrulla; recibirán nuevas instrucciones en vuelo. Escuadrilla 603, ¡despegue lo más rápidamente posible!- 
Cuando oprimí la puesta en marcha y el motor empezó a zumbar, el cabo bajó del aparato y montó el dedo medio sobre el índice para desearme buena suerte. 
El tío George y la sección que iba a la cabeza despegaron en medio de una nube de polvo; Brian Carbury me lanzó una mirada y puso sus dos pulgares hacia arriba. Hice un movimiento afirmativo con la cabeza y di gas a fin de despegar desde Hornchurch por última vez. Eramos solamente ocho en la escuadrilla. Pusimos proa al sudeste, tomando altura a todo gas y en línea recta. Hacia los 3.600 metros salimos de las nubes. El resplandor del sol me impedía ver el avión más próximo, incluso en los virajes. Miraba ansiosamente hacia adelante, pues el controlador nos había advertido que, por lo menos, unos cincuenta cazas enemigos se acercaban a gran altura. Nadie gritó cuando los divisamos, pues todos los vimos al mismo tiempo. Debían volar entre 150 y 300 metros más alto que nosotros y avanzaban como una nube de langostas. Me coloqué automáticamente en línea de combate. Un momento después estábamos en medio de ellos y cada uno tuvo que actuar por su cuenta. Durante los diez minutos siguientes hubo una verdadera barahúnda de aviones y balas trazadoras cruzándose en todas direcciones. Un Messerschmitt cayó envuelto en llamas a mi derecha; un Spitfire pasó como una tromba, dando media vuelta de campana. Hice un viraje, tratando desesperadamente de ganar altura, con mi aparato literalmente colgando de su hélice. En aquel momento, debajo de mí justamente y un poco a la izquierda, divisé el blanco ideal: un Messerschmitt que subía con el sol en la espalda. Me aproximé a menos de 200 metros y desde una posición levemente lateral le lancé una ráfaga de dos segundos; se desprendieron fragmentos de sus alas y empezó a salir un humo negro del motor, pero mi enemigo seguía volando. Como un loco y sin apartarme de él, le lancé una nueva rociada que duró tres segundos. Surgieron unas llamas rojas, el alemán entró en barrena y desapareció de mi vista. En ese mismo momento noté una explosión formidable, que me arrancó la palanca de las manos, mientras que todo mi avión se estremecía como un animal herido: un Messerschmitt me había acertado con sus ráfagas. Unos instantes después la carlinga era una hoguera. Instintivamente alcé los brazos para abrir la cabina. No se movió. Me arranqué las correas y conseguí entreabrirla, pero me costó algún tiempo, y cuando me dejé caer en mi asiento, buscando la palanca para poner el aparato boca abajo, el calor era tan intenso que me sentí desvanecer. Recuerdo un instante en que experimenté un dolor atroz. «¡Ya está!», pensé. Me llevé las manos a los ojos y perdí el conocimiento. 
Cuando volví en mí estaba fuera del aparato y caía rápidamente. Tiré entonces de la anilla de mi paracaídas y una brusca sacudida frenó mi descenso. Al mirar hacia abajo vi completamente quemada la pierna izquierda de mi pantalón. Iba a caer en el mar y la costa inglesa estaba lejos. Al llegar a unos seis metros sobre el agua traté de soltarme del paracaídas, pero no lo conseguí, y entré en contacto con la superficie. Según me contaron más tarde, mi aparato entró en barrena a unos 7.500 metros de altura y yo había salido de él a los 3.000 metros, si haber recobrado el conocimiento. Esta explicación debía ser exacta, pues tenía una gran cortadura en la parte superior del cráneo, que debí hacerme al caer en el interior de la carlinga. 
El agua no estaba muy fría y comprobé con satisfacción que mi chaleco salvavidas me sostenía en la superficie. Quise mirar mi reloj: había desaparecido. Entonces por vez primera noté que tenía quemaduras atroces en las manos; la piel, descolorida horriblemente hasta la muñeca, se me caía a jirones. El olor de la carne quemada me produjo una ligera náusea. Cerrando un ojo, pude ver que tenía los labios abultados como neumáticos. El correaje de mi paracaídas me causaba un dolor muy vivo en un costado, lo cual me hizo comprender que también tenía quemada la cadera izquierda. Hice un nuevo esfuerzo para soltarme del paracaídas, pero tuve que desistir por el vivísimo dolor que tenía en las manos. Me tumbé para hacer la plancha y reflexionar sobre mi situación; tenía las manos quemadas, la cara también, y, a juzgar por el dolor que me producía el sol, me parecía muy poco probable que desde la costa, a muchas millas de distancia, alguien me hubiera visto caer, y aún más improbable que viniera un barco en mi socorro. Calculé que podría mantenerme a flote unas cuatro horas con mi “Mae West”. Tal vez me había alegrado demasiado pronto de haber salido vivo del avión. Al cabo de media hora mis dientes castañeteaban, y para evitarlo me puse a canturrear una especie de canto monótono, interrumpido de vez en cuando por gritos pidiendo socorro. Es difícil imaginar un pasatiempo más inútil que el de pedir auxilio en pleno mar del Norte, con una gaviota solitaria por toda compañía; pero esto me proporcionó cierta melancólica satisfacción, ya que había escrito hacía algún tiempo un cuento donde el protagonista, al caerse de un barco, se comportaba exactamente de la misma manera. Por cierto, el cuento fue rechazado por el editor. 
El agua me empezó a parecer más fría y noté con sorpresa que la cara seguía quemándome, a pesar de que el sol se había puesto. Quise mirarme las manos y, al no verlas, comprendí que estaba ciego. Iba a morir. Como en un sueño recuerdo haber oído gritar; la voz me parecía lejana y sin ninguna relación conmigo. 
En aquel momento unos brazos caritativos me alzaron y me subieron sobre la borda, me liberaron del paracaídas y me metieron entre los labios hinchados una botella de cognac. Sentí una voz decir: -Muy bien, Joe. Es uno de los nuestros y todavía respira- Estaba salvado. 
Debí mi salvación a la lancha de salvamento de Margate. Unos vigías, desde la costa, me habían visto caer y me estaban buscando desde hacía tres horas. Mis salvadores, mal informados, iban a emprender el regreso, cuando, por una ironía de la suerte, mi paracaídas les había señalado mi presencia. Estaban entonces a 15 millas de Margate. 
Mientras estuve en el agua había permanecido en un estado semiinconsciente y no había sufrido mucho. Pero al recobrar el conocimiento por completo sentí un dolor tal que casi me puse a aullar. Aquellas buenas gentes me instalaron lo más confortablemente posible; colocaron una especie de tienda para proteger mi cara del sol y llamaron a un médico por radio. Me pareció que tardábamos una eternidad en llegar a tierra. Me colocaron en una ambulancia, que salió inmediatamente hacia el hospital. Conservé mi lucidez durante todo el tiempo, aunque no veía nada. Una vez en el hospital, tuvieron que cortar el uniforme para desnudarme; a requerimiento de una enfermera indiqué el nombre de mi más próximo pariente, y luego, con un inmenso alivio, sentí como una aguja hipodérmica se clavaba en mi brazo... 


Fuente: Gran Crónica de la Segunda Guerra Mundial.

sábado, 8 de noviembre de 2014

¿Emergen los ekranoplanos civiles?

Un Phoenix que toma vuelo

Vehículos de efecto tierra son una idea inteligente cuyo tiempo no ha llegado hasta el momento-



¿Listo para el despegue?
Algunas tecnologías aspecto maravilloso en el papel pero no bastante hacen en el mundo grande y malo. Los dirigibles. Autogiros. Hovercraft. Todos ellos funcionan. Incluso tienen aplicaciones de nicho. Pero ellos nunca han cumplido con su promesa y han adoptado ampliamente.

Lo mismo sucede con las máquinas de efecto suelo vehículos-aviones-como que rozan unos pocos metros por encima del mar mediante la adquisición de parte de su elevación de la interacción aerodinámica con la superficie debajo. Esto significa que utilizan menos combustible que un verdadero avión mientras viaja más rápido que un barco.

Muchos intentos se han hecho para construirlos. Boeing intentó en la década de 1990, con el pelícano Ultra Large Aviones de Transporte. La Unión Soviética trató con el Ekranoplan, cuyos prototipos ahora desmoronarse en la base naval de Kaspiysk. Dos ingenieros alemanes incluso intentaron construir lo que fue, en esencia, un coche deportivo acuáticos-efecto suelo. Todos fracasaron -o, más bien, no pudieron hacer algo que era mejor que las alternativas establecidas. Pero la esperanza es eterna, y el ala de la nave Technology Corporation, una compañía de Corea del Sur, está tratando de revivir la idea. Las fuerzas armadas del país ya se han puesto de acuerdo para comprar algunos y la firma dice que espera anunciar sus primeras ventas comerciales (a una firma de petróleo y gas y una compañía de ferry mediterránea) en breve.

El prototipo (en la foto) es impulsado por un turbohélice y puede transportar 50 pasajeros. Tiene un casco de estilo catamarán y un ala delta inversa. Su velocidad de crucero, 180kph (110 mph), hace que sea más rápido que un jetfoil, su principal rival. Y la versión de producción tendrá un rango de 1.000 kilometros.

El avance fundamental, la firma cree, es el ala delta. Este enfoque fue en realidad inventó en la década de 1960 por Alexander Lippisch y Hanno Fischer, los creadores de la supuesta "coche deportivo". Su monoplaza Aerofoilboot, como lo apodaron él, no era un corredor comercial, pero ala nave Tecnología cree que la idea de un ala delta es sonido y, aunque Lippisch ahora está muerto, el Sr. Fischer es uno de sus asesores.

La geometría del ala delta amplifica el efecto de suelo, lo que permite la nueva nave de crucero de hasta cinco metros de altura sobre la superficie del agua. Eso significa que es menos probable que se limite a puerto por un mar agitado, que era uno de los problemas encontrados por los diseños anteriores. También se lanza por la dirección de algunos de los flujo de aire desde los puntales turbo hacia abajo, para crear un efecto hovercraftlike temporal hasta que se desplaza hacia delante a toda velocidad. La dificultad de conseguir el aire era otra pesadilla de los diseños anteriores.

Queda por ver si la nave de ala de la nave Tecnología en realidad será el gran avance que los entusiastas de los vehículos de efecto suelo están esperando. Pero si lo es, será un ejemplo del valor de la persistencia. Hay todavía puede haber esperanza para el aerodeslizador, el autogiro y el dirigible.

The Economist

viernes, 7 de noviembre de 2014

SAM: Análisis de sitios S-75 (SA-2)

El sistema SAM S-75: Un Análisis del sitio de lanzamiento 
IMINT & Analysis

INTRODUCCIÓN 

El S-75 (SA-2 GUIDELINE) sistema de SAM fue desarrollado en la URSS para proporcionar un semi-móvil, el sistema SAM ampliamente desplegables para complementar el sistema S-25 lugar en los alrededores de Moscú. Implementación de la S-25 a nivel nacional se han demostrado ser un costo prohibitivo, por lo que una más pequeña, más compacta, y por lo tanto más barato sistema SAM se necesitaba para la defensa aérea en toda la URSS y los estados miembro del Pacto de Varsovia. El S-75 sigue siendo de uso generalizado hoy en día, una prueba de la robustez y la capacidad de este sistema SAM de la guerra fría era. los derivados producidos en China comparten la misma implementación de diseños, un testimonio de su patrimonio S-75, y se designaron HQ-2. 

El SA-2 

El sistema SAM S-75 es un sistema de dos fases estratégicas SAM. La guía de comandos de los misiles V-750 tienen un 195 kg HE ojiva de fragmentación. Los alcances varían de variante a la variante, con un máximo de entre 30 y 67 kilómetros. Los alcances mínimos son tan sólo 6 kilómetros. Las altitudes varían entre un mínimo de tan sólo 100 metros hasta un máximo de 30.000 metros, dependiendo de la variante. La detección de objetivo son manejados por el equipo de radar RSN-75 (FAN SONG), E o un sistema de bandas G. con un alcance de hasta 145 kilómetros, dependiendo del modelo específico, y una capacidad de enganchar a un solo objetivo a la vez. 

En una nota interesante, el designador inicial para el RSN-75 de radar en el oeste fue Cuajado, como lo demuestra la documentación desclasificada de la CIA de 1961 (NIE 11-5-6, disponible en línea en el sitio web de la CIA FOIA). Ninguna razón se ha discernido para que el cambio FAN SONG. 

UN TÍPICO SITIO SA-2 

Los sitios SAM S-75 son relativamente fáciles de identificar en las imágenes de alta resolución. Los componentes del S-75 suelen aparecer dispuestas en un patrón circular. La participación del radar RSN-75 se sitúa en el centro del sitio, normalmente sobre un gran servicio y un búnker de mando, y hay seis carriles de lanzamiento de misiles V-750 colocados en un patrón circular hacia afuera alrededor de la posición del radar. Los misiles V-750 son entre 10,6 y 11,2 metros de longitud, dependiendo de la variante. Los carriles de lanzamiento miden entre 10 y 10,5 metros de longitud en imágenes aéreas, dependiendo de la resolución. Los sitios S-75 tienden a tener un diámetro de aproximadamente 0,2 kilómetros, aunque los diámetros de 0,16 y 0,23 kilómetros también se han observado. El despliegue en las zonas urbanas o el hacinamiento en algunos terrenos, puede ser necesaria una separación más cerca o más amplia de los componentes del sitio. El V-750 rieles de lanzamiento se encuentra en revestimientos circular entre 20 y 25 metros de diámetro, con centros de HQ-2 que han revestimientos de hasta 30 metros de ancho. 

La siguiente imagen muestra un típico sitio de S-75 en el Yemen. Los componentes principales están etiquetados, incluyendo una TET utilizados para el transporte vuelve a cargar misiles desde la zona de almacenamiento hasta los rieles de lanzamiento. 


 

La práctica común de colocar el lanzamiento carriles en revestimientos resistentes permite inactivos S-75 lugares que deben aún ser identificada, a pesar de que pudo haber sido utilizado durante bastante tiempo. 

La siguiente imagen muestra a una inactiva y con mucha vegetación S-75 en Alemania sitio: 

 

EJEMPLOS DE CONFIGURACIONES FRECUENTES 

Las siguientes imágenes muestran los diseños más comunes S-75/HQ-2 sitio. 

El sitio S-75 se describe a continuación es un sitio que muestra el búlgaro planta circular clásico: 

 

Algunos S-75 sitios utilizan un diseño comprimido, los revestimientos de posicionamiento en marcha mucho más cerca de la posición de radar RSN-75 que es normal. Esto se ve comúnmente en Egipto S-75 sitios, como el que se ve a continuación: 

 

Algunos S-75 o de los sitios HQ-2 utiliza un diseño de semicírculo, como se demuestra por el sitio HQ-2, cerca de Shanghai se muestra a continuación: 

 

No todos los S-75 o de los sitios HQ-2 disponen de un bunker de radar o incluso revestimientos. En este caso, el sitio debe estar identificado con el número de lanzadores, el tamaño de los misiles, y todo equipo de apoyo identificable. El sitio se describe a continuación es un ejemplo, que se encuentra en Libia. Tenga en cuenta que bermas de arena se han construido en torno a algunos de los componentes, pero estos están muy lejos de los revestimientos resistentes encontrar en la ubicación de los sitios preparados. 


 

SITIOS NO STANDARD SA-2 

S-75 y los usuarios HQ-2 se han desarrollado algunos diseños sitio poco ortodoxa para una variedad de razones. Independientemente del esquema, hay dos elementos siempre estará presente en un S-75 o en el sitio HQ-2 lanzamiento: el radar de compromiso, y el lanzamiento de misiles propios carriles. Los diseños más comunes poco ortodoxo sitio será discutido aquí. 

Vietnam ha creado un diseño de sitio poco ortodoxo por sus baterías S-75. La disposición revisada se compone de un solo radar RSN-75 la participación rodeado por cuatro, en lugar de seis, rieles de lanzamiento, dispuestos en varios patrones. El razonamiento detrás de la estructura revisada no está claro, pero hay algunas razones lógicas que pueden estar detrás del despliegue inusual. En primer lugar, Vietnam puede ser simplemente teniendo lanzadores y misiles fuera de servicio para ahorrar costes de mantenimiento y conservación. Dado que el RSN-75 sólo puede enjuiciar a un compromiso a la vez, reducir el número de lanzadores en un lugar determinado puede ser estratégicamente aceptable. En segundo lugar, Vietnam podrá limitar el número de misiles en el servicio para reducir el desgaste de los importantes activos de defensa, lo que permite más misiles que se le mantenga en depósito de reserva para el uso en tiempos de guerra. En tercer lugar, como los sitios revisados no mantienen el diseño de 360 grados con respecto a los raíles del lanzamiento, la reducción del número de carriles en algunos sitios puede ser indicativo de un pensamiento estratégico en la medida en Vietnam como posibles rutas de entrada de amenaza se refiere. Todos los S-75 de Vietnam sitios se caracterizan por este diseño salvo uno, pero incluso ese sitio sólo se configura con cuatro carriles de lanzamiento. 

La siguiente imagen muestra a un sitio S-75 vietnamita, cerca de la BAM Nha Trang con la configuración de los equipos antes mencionados poco ortodoxo: 

 

El ejército chino se ha visto obligada a emplear un diseño poco ortodoxo del sitio HQ-2 debido a la fuerza los temas de modernización. Un número de sitios HQ-2 aparentemente se están convirtiendo a S-300P o de los sitios HQ-9. A fin de mitigar la posible pérdida de la capacidad, mientras que un sitio está siendo modernizado, la batería HQ-2 es simplemente reubicados fuera de sitio a una zona cercana. 

La siguiente imagen muestra a un chino HQ-2 del sitio está modernizando al campo del S-300P o HQ-9 estratégica del sistema SAM. Tenga en cuenta que la batería HQ-2 que se ha reposicionado al noroeste del sitio que se está reformado. En este caso, la batería se mantiene a mitad de su fuerza. 





Una vez se haya completado modernización de los centros, algunos chinos S-300P o de los sitios HQ-9 parecen retener la sede de la batería-2, que ha sido trasladado de nuevo en el "nuevo" sitio. Esto asegura que las defensas locales de aire no se degrada, mientras que S-300P o componentes HQ-9 se adquieren o producen en cantidades suficientes para establecer su residencia en el sitio o los sitios pertinentes. 

La siguiente imagen muestra a un sitio SAM, reformado recientemente, configurado para el S-300P o sistema HQ-9, que indiquen claramente la presencia de un HQ-2 de la batería: 

 


SISTEMA DE COBERTURA 

Mientras que el S-75 no posee un alcance marcado como los sistemas SAM estratégicos más modernos, como el S-200 o la serie S-300P, todavía es capaz de cumplir un papel destacado en la red de defensa aérea de una nación determinada. 

La siguiente imagen muestra la cobertura de sitios activos identificados de S-75 en Siria: 

 

USUARIOS ACTUALES 

Las naciones que figuran a continuación han sido identificados mediante el análisis de imágenes de Google Earth como usuarios actuales del sistema SAM S-75 o HQ-2. El número entre paréntesis después del nombre de la nación es el número de sitios ocupados actualmente visible en Google Earth, seguido por el número de sitios que actualmente no ocupadas en esa nación. 

Albania (2 / 0), Angola (2 / 1), Azerbaiyán (1 / 1), Bulgaria (3 / 0), China (35 / 7, HQ-2), Cuba (2 / 0), Egipto (37 / 100), Etiopía (6 / 1), Irán (3 / 9, HQ-2), Kazajstán (3 / 6), Kirguistán (3 / 0), Libia (8 / 4), Corea del Norte (15 / 5), Pakistán (1 / 0, HQ-2), Siria (24/18), Turkmenistán (2 / 15), Uzbekistán (1 / 0), Vietnam (9 / 1), Yemen (11 / 1) 

ANTIGUOS USUARIOS 

Las naciones que figuran a continuación han sido identificados mediante el análisis de imágenes de Google Earth que han sido antiguos usuarios del sistema SAM S-75 o HQ-2. El número entre paréntesis después del nombre de la nación es el número de zonas no ocupadas actualmente visible en Google Earth, no incluidos los que actualmente ocupados por otros sistemas SAM. 

Belarús (1), República Checa (1), Estonia (1), Alemania (6), Hungría (4), India (2), Iraq (17), Letonia (1), Lituania (2), Mozambique (1) , Polonia (9), Rumania (3), Rusia (9), Eslovaquia (2), Somalia (2), Ucrania (6) 

FUENTES 

-Jane's Land Based Air Defense 2002-03 
-Todas las imágenes de satélite son cortesía de Google Earth 

Las mediciones in situ fueron adquiridos mediante Google Earth y como tal no puede ser fiable al 100% 
-Para obtener más información sobre la situación de la defensa aérea de Pakistán, referencia el siguiente artículo en este sitio: Modernización de las Defensas Aéreas de Pakistán

jueves, 6 de noviembre de 2014

Mirage: Atlas Cheetah (Sudáfrica)

Atlas Cheetah 

 
El avión Cheetah E está equipado con ligero israelí Elta EL-2001 de radar capaz de rastrear y dirigida tanto a combate aire-aire como a aire-tierra. 

Datos clave 
Tipo: aviones de combate multi-rol 
Tripulación: Uno 
Prime vuelo: julio 1986 
Período de servicio: 1986 a 2008 
Operador: la Fuerza Aérea Ecuatoriana 
Fabricante: Denel Aviation 
Número construidos: 
Cheetah C: 38 
Cheetah D: 16 
Cheetah E: 16 

El avión monoplaza de combate multipropósito, Atlas Cheetah, fue fabricado por Sistemas de Aviación Denel (ex Atlas Aircraft Corporation) en Sudáfrica. Se deriva de los aviones Dassault Mirage III. 
La Fuerza Aérea Sudafricana (SAAF) ha estado operando el Cheetah desde 1986. En 2008, la serie Cheetah (Cheetah D de doble asiento y monoplazas Cheetah E y C) fueron retirados del servicio SAAF y reemplazado por 26 Saab JAS 39 Gripens (17C/9D). 
Denel Aviation se asoció con Armscor, la empresa de defensa, disposiciones, y la investigación de Sudáfrica y la Agencia para el Desarrollo en septiembre de 2009 para dirigir la venta y actualización de 12 cazas supersónicos Cheetah C de la SAAF a la Fuerza Aérea Ecuatoriana (FAE). Estos Cheetahs se han actualizado con nueva aviónica y los sistemas de radar equivalentes a las de los aviones de combate Kfir CE de Israel. 
El contrato para el suministro de los Cheetah a la Fuerza Aérea Ecuatoriana incluye proporcionar el mantenimiento por cinco años renovables. La entrega de los aviones Cheetah se iniciará en diciembre de 2009. Inicialmente, Ecuador presupuestó 35 millones de dólares para el proyecto, pero el coste total se espera que aumente. 

Un equipo de FAE visitó Sudáfrica en abril de 2010 para examinar la flota Cheetah y llevar a cabo vuelos de evaluación específicas. 
Un acuerdo para concluir el acuerdo se firmó en diciembre de 2010. Según el contrato, Denel Aviation también facilitará el mantenimiento, reparación y revisión (MRO) durante cinco años. 
Denel Aviation llevará a cabo el mantenimiento y pruebas de aceptación de vuelo de la aeronave en Sudáfrica y Ecuador. 

Variantes del Cheetah 
La serie de Cheetah tiene cuatro variantes: Cheetah C, D, E y R. 
El avión Cheetah D tiene una capacidad secundaria de ataque para entregar municiones guiadas de precisión (PGM) y se usa principalmente para la formación de los pilotos de Cheetah C, que fue lanzado más tarde en 1992. El Cheetah D puede manejar una carga útil de 13.600 kg y un peso de 7.633 kg en vacío. De 13 Cheetah D, sólo diez han sido mejorados con nuevos motores Atar 09k50C-11. Los aviones restantes fueron retirados del servicio. 
El Cheetah es también conocido como B, D o D2 en función del tipo de célula Mirage. El Cheetah E es un polivalente para todo tiempo el modelo de combate de aviones Cheetah D. Fue utilizado como un interceptor de reserva con un mínimo de dos aviones equipados con armas de proporcionar la vuelta al reloj de estado de alerta en caso de ataque. Fue eliminado de servicio en 1992 después de la introducción de los aviones Cheetah C. 
Los aviones Cheetah C fueron desarrollados para la modernización de los Cheetah E con el estado de la técnica de la aviónica y la suite de navegación, con un nuevo pulso-Doppler radar multimodo y una suite EW avanzada. El Cheetah C está equipado con un enlace de datos para la recepción de las versiones actualizadas de los ojos montada en el casco, HUD y la mejora de los controles HOTAS. 
También están equipadas con una nariz nueva, que da cabida a la electrónica más sofisticada y sistemas de radar. Los aviones Cheetah C puede entregar municiones guiadas con precisión (PGM) que van desde bombas guiadas por láser (LGB), a bombas guiados por GPS y bombas guiadas por TV. También incorpora enfrentamiento aire-tierra de las armas. 
El avión Cheetah R se utiliza principalmente como un modelo de reconocimiento de pruebas y desarrollo del C. El Cheetah es el único avión en el que se quitó la sonda de reabastecimiento en vuelo y dos cañones DEFA de 30 mm. El IIIR2Z Mirage, No.855 fue elegido para este programa de actualización, que tiene un diseño nuevo la nariz y el radar mismo utilizado en el Cheetah E. 

Desarrollo 
La Resolución 418 del Consejo de Seguridad de la ONU detuvo la entrega de armas a Sudáfrica y obligó a la SAAF para actualizar el Mirage III con la última tecnología israelí y desarrollar el caza y aviones de ataque al estado de la técnica Cheetah, con el Cheetah lanzado por primera vez en julio de 1986. 
Las mejoras llevadas a cabo por los aviones Atlas Corporation (ahora, Denel Aviation) y las Industrias Aeroespaciales de Israel (IAI) en la serie de Cheetah incluyen desde el recorrido de fuselaje de hora cero del Mirage con superficies canard y las extensiones de diente de perro ala, la provisión de un perno en el vuelo de reabastecimiento sonda montada en la toma de aire derecha, un par de pilones para más armas debajo de las tomas de aire del motor, asientos eyectables Martin Baker mk10 y un radar israelí de doble propósito. Una nueva aviónica y un motor construido bajo licencia de gran alcance SNECMA Atar 9K-50 de máxima potencia a 7.200 kg se envasan en el interior de la nariz extendida de la D y C variantes. 
La aviónica, radar, guerra electrónica y sistemas de autoprotección, como un moderno radar de pulso doppler se modernizaron también inconjunction con la aviónica del Cheetah C. 
La serie Cheetah también está equipado con aviónica avanzada, una cabina de cristal y los controles HOTAS y utiliza una amplia gama de sofisticadas armas. El avión Cheetah E está equipado con radar simples que se utilizan para los ataques por tierra. 

Un vuelo de dos sistemas informáticos de control para controlar los alerones modernos, y tracas en la nariz de la aeronave para mejorar el rendimiento de alto ángulo de ataque también fueron incluidos en el proceso de mejora.
Denel Aviation en colaboración con IAI convirtió el 16 IIIEZs Mirage en aviones Cheetah E, que presentan características similares a los Kfir C7. 11 biplazas IIIDZs Mirage y D2Zs pasaron a la norma Cheetah D, lo que equivale a Kfir TC7, y cinco adicionales Kfir y Mirage fuselajes suministrados por IAI también han sido modernizadas. 
El doble asiento Cheetah D aviones de combate tuvo su primer vuelo el 1 de julio de 1986 en No SFC 89, mientras que el avión de combate monoplaza, Cheetah E con el Escuadrón N º 5 entró en servicio en marzo de 1988. En octubre de 1992, el avión de combate polivalente de Cheetah C fue desarrollado como una versión mejorada tras la jubilación de aviones Cheetah E. 

Aviónica 
El avión Cheetah E está equipado con el radar ligero israelí Elta EL-2001 que es capaz de rastrear y dirigida tanto en combate aire-aire como en combate aire-tierra. El nuevo sistema de navegación y sistemas de gestión de las armas, un conjunto de auto-defensa, incluyendo los sensores de detección de misiles y radares, emisores de interferencias activos, y dispensadores de bengalas y chaff también se instalan en los aviones Cheetah E actualizados. 
Los dispensadores de chaff se instalaron en un carenado bajo la cola, un HUD Elbit, y un sudafricano construido casco montado en la vista. 

Armas 
El armamento suelen llevar por los aviones de combate Cheetah C, D y E son una bomba de práctica 12.5kg, una bomba de fragmentación de 120 kg, una bomba de 120 kg de baja resistencia, una bomba de 145kg, una bomba de fragmentación de 250 kg, una bomba de 460kg, 745 (Paveway ) bomba guiada por láser, un CB-470 bombas de racimo, una bomba de 250 libras mk81, una bomba de 500 libras y un mk82 Raptor una bomba de planeo (H-2). Además, el Cheetah C también está equipado con un Vicon 18-601E bomba. 
También llevan un cañón de 30 mm DEFA 553, cohete de guiado y drogue de objetivo Taxan . 
El Cheetah también está equipado con un Dart: U-Darter, Darter V3C, V3S Snake (Rafael Python3) y V4 R-Darter. 

Rendimiento 
Cheetah puede subir a un ritmo de 45.950 pies por minuto. Los rangos de ferry y de combate de los aviones fueron 2.600 kilometros y 1.300 km respectivamente. Tiene la capacidad de volar a 2.350 km / h. El techo de servicio y la envergadura de las Cheetah son 17.000 m y 8.22m respectivamente, mientras que la carga del ala de la aeronave es 250 kg / m². 

Motores 
El Cheetah C, D y E son aviones equipados con un motor de SNECMA Atar 09K50C. El motor tiene la capacidad de ofrecer 10.500 libras (15.050 libras a / b) de empuje. Snecma, una parte del grupo SAFRAN, es el fabricante del motor del Cheetah. 


 
El avión monoplaza de combate multipropósito, el Atlas Cheetah, fue fabricado por Sistemas de Aviación Denel (ex Atlas Aircraft Corporation) en Sudáfrica. 
 
La serie de Cheetah está equipado con aviónica avanzada, una cabina de cristal y los controles HOTAS y utiliza una amplia gama de sofisticadas armas. 
 
La Fuerza Aérea Sudafricana (SAAF) ha estado operando el Cheetah desde 1986, pero en 2008, la serie Cheetah (una doble asiento Cheetah D, monoplaza Cheetah E y C) fue retirado del servicio SAAF y reemplazado por 26 JAS Saab 39 Gripens (17C/9D). 


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